Escribe Leo Batic (*), especial para Muerde
Muertos, a 28 años del partido Argentina 2-Inglaterra 1, en el Mundial México
86.
Recuerdo perfectamente ése día. Habíamos
decidido almorzar antes del partido. Así que para la hora del comienzo había
mate y bizcochitos.
Por entonces tenía diecisiete años y una
novia a la que veía siempre, salvo durante los partidos del mundial. Creo que
nadie se animaba a juntarse para ver los partidos si no repetía la misma
ceremonia del resto de los partidos. Todos sabíamos perfectamente que la única
manera que Argentina ganara el mundial era que nosotros hiciéramos nuestra parte.
¿Y qué clase de traición sería no repetir cada uno de los rituales que nos
habían llevado hasta ese partido? Yo no pensaba convertirme en el responsable
de nuestra eliminación, así que pese a que me moría por estar con ella, nunca
la invité.
Creo que nunca estuve tanto tiempo lejos
de ella desde que habíamos comenzado a salir. Y repito: vi todos los partidos
con mis viejos y mi hermano. Pero solo los argentinos sabemos lo que sucedió
aquel día.
El primer tiempo transcurrió como todos
los partidos en que no hay goles. Primero dijimos que era normal, después
empezamos a sospechar que los ingleses tenían la secreta intención de ganarnos
y antes de terminar la etapa, en casa estábamos convencidos que esto se pondría
peor si Diego no hacía lo que todos esperábamos de él, después de todo cada uno
estaba en su lugar, haciendo exactamente lo mismo que en el partido anterior,
con la misma ropa, el mismo mate frío después de 45 minutos, el mismo último
bizcocho que nadie podía ya comer.
LA MANO DE DIOS. Primer gol de Maradona a los ingleses. |
Para el minuto seis, o casi, el tiempo se
había detenido casi por completo. Recuerdo haberme parado cuando vi que en el
televisor que Diego saltaba. Mi papá me aseguró que el arquero Shilton era
demasiado alto, mi hermano dijo que Maradona estaba volando. Mi mamá señaló la
mano, pero no se atrevió a decir nada. Creo que pasaron unos quince minutos
hasta que la pelota finalmente golpeó entre la cabeza de Diego, su mano y el
arquero. Bueno, la verdad es que discutimos mucho acerca de dónde había dado la
pelota. Al menos una hora debatimos sobre si había o no golpeado la mano de Diego
(porque él no podía haberla tocado ex profeso, sabiendo que podían anular el
gol). ¿O sí? Se preguntó mi hermano. El terror invadió el comedor. Creo que
incluso no miramos cuando la pelota finalmente entró en el arco. Estábamos preocupados por el árbitro, que
creo que era tunesino. ¿Y si no sabía quién era Diego? ¿Y si no le importaba la
rivalidad entre Argentina e Inglaterra? Porque una cosa era no convalidar el
gol porque era mano y otra muy diferente era permitir que los ingleses se
rieran de nosotros. De nuevo. No podía ser.
Creo que una hora después el árbitro sonó
el silbato marcando el centro del campo de juego, pero nosotros no quisimos
hacernos ilusiones hasta que mucho después no apareció el cartel indicando que
Argentina ganaba uno a cero.
Nos abrazamos, lloramos, gritamos, y
cuando estuvimos más serenos nos dimos cuenta que necesitábamos hacer un pacto.
Nadie pondría en tela de juicio el gol. No hablaríamos de la mano, ni de nada
que pudiera hacer retroceder la jugada y anular el gol.
Los ingleses, que seguro sabían que algo
no andaba bien, comenzaron a patear la pelota con lentitud exasperante. Casi
como la hoja que caía desde hacía una eternidad desde el árbol al suelo, como
el agua del termo que no alcanzaba jamás el mate. Un perro pretendió ladrar,
pero el sonido deforme que salió de sus fauces pareció el llanto de una ballena
jorobada. El tiempo, definitivamente se había detenido por completo.
GAMBETA ENDEMONIADA. Segundo tanto a los ingleses. |
Mucho después el arquero salió a su
encuentro y lo vi a Diego caer de lado, un momento después de patear la pelota,
que fue a sacudir la red, y las emociones, y las dudas.
No recuerdo si el tiempo volvió a la
normalidad después del partido. A veces creo que todavía Diego sigue corriendo,
en algún lugar del estadio Azteca, y que los ingleses intentan todavía
detenerlo. Pero eso es imposible. No se puede detener los pies de alguien al
que sostienen millones de personas, colgadas de la certeza de que esa vez, no habría
nada que nos detuviera.(*) Leo Batic (La Plata, 1969) escribió historietas para la revista Looney Tunes (USA). Es autor de más de veinte libros entre los que se encuentra la saga de Seres mitológicos argentinos (Albatros) y varios libros de la colección de Ediciones B, de los cuales se destacan Seres fantásticos del mundo, Dragones del mundo (con Diego Barletta), Duendes del mundo (con Pablo Zamboni) y Princesas del mundo (con Jimena Arroyo). Como ilustrador hizo más de 3.000 páginas de historietas para Disney, Hanna Barbera y Warner Bros. Fue seleccionado para representar a la Argentina en la Bienal de ilustración de Bratislava en 2005 y 2007, y en la primera quedó entre los cinco finalistas para el premio Poroti, entregado por los chicos de Polonia al mejor ilustrador.