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Le Monde Diplomatique | 50 años de “Las tumbas”

Reseña de Las tumbas de Enrique Medina (Catalpa) y Las tumbas: guion cinematográfico de Enrique Medina (Muerde Muertos). Por Diego Kenis (diegojkenis@gmail.com) para Le Monde Diplomatique (Italia).

È passato mezzo secolo, ma la sua originalità persiste, inalterabile. Era il 1972 quando Enrique Medina pubblicò Las tumbas, il suo battesimo in libreria. Medina aveva 35 anni e bastò la prima delle tante edizioni di quell’opera a mostrare un punto di rottura nella narrativa argentina. Las tumbas (Le tombe) è il modo colloquiale con cui in Argentina sono chiamati i riformatori, istituti dove venivano depositati minori in conflitto con la legge, ma anche orfani e quelli più poveri tra i poveri. Medina ha trascorso la sua infanzia in uno di quegli stabilimenti, ma Las tumbas è molto più di un racconto autobiografico: il suo autore intendeva scrivere un saggio, e ha finito per creare una narrazione in prima persona, dove a parlare sono i personaggi e non il linguaggio pulito e prolisso del narratoretestimone. Rodolfo Walsh, uno dei suoi primi promotori più entusiasti, ha subito evidenziato che quel vocabolario di strada diventava pura precisione per ricreare situazioni non riconducibili a una narrazione borghese. Cinque decenni dopo, Las tumbas conserva il suo potere e colpisce, nelle letture o riletture, occhi non abituati alla sua cruda narrativa. L’opera è stata il punto di partenza della singolare carriera di Medina, i cui libri sono stati tradotti in diverse lingue, portati al cinema ea teatro e censurati dalla dittatura argentina. Nei mesi scorsi, il 50° anniversario della pubblicazione de Las tumbas è stato ricordato con articoli di giornale e interviste al suo autore, mentre in libreria sono sbarcate due proposte celebrative: una ristampa speciale per la casa editrice Catalpa e, per la prima volta, la presentazione di un adattamento del romanzo alla sceneggiatura di un film, in questo caso dell’editoriale Muerde Muertos. Questa Diploteca ha già parlato della versione originale. La pubblicazione della sceneggiatura del film offre, invece, diverse singolarità degne di menzione e analisi. Un primo elemento da considerare è che si tratta di un adattamento preparato dall’autore del libro originale, a differenza di un film uscito nel 1991 e basato su una versione liberamente adattata dal regista Javier Torre. Per questo lavoro, Medina non si è affidato solo alla sua competenza di scrittore, ma anche alla sua esperienza giovanile come cameraman televisivo. Una seconda particolarità è la modalità di presentarlo, in assoluta fedeltà: questa edizione di Muerde Muertos riproduce i facsimili della sceneggiatura scritta da Medina a macchina, con le annotazioni, le estensioni e le modifiche che lo stesso autore ha inserito. In terzo luogo, quando Medina scrisse questa versione cinematografica, aveva appena trasformato il suo romanzo Perros de la noche in un film, la cui versione in celluloide era stata diretta da Teo Kofman. La sceneggiatura da lui ideata per Las tumbas si inscrive nella stessa linea narrativa, di realismo popolare, poi esplorata da tutta una corrente di autori e registi argentini neglia anni ’80 e ‘90. Infine, un dettaglio cruciale: il film a cui si riferiva questa sceneggiatura non è mai stato girato. Questa circostanza significa che la cinematografia ha perso un’opera, ma i lettori di questa edizione hanno guadagnato un’opportunità: quella di ricostruire mentalmente, sulla base della capacità narrativa di Medina, il proprio film su un classico della letteratura che ha appena compiuto i suoi primi cinquant’anni. 

La Gaceta Literaria | Las tumbas: 50 años de un imprescindible

 Por Alejandro Duchini | La Gaceta de Buenos Aires | 29 de enero de 2023


El primer libro de Enrique Medina fue uno de las más reeditados de la literatura argentina. Hoy, convertido en clásico, es reeditado por Catalpa, en una versión revisada por el autor. Llevada al cine por Javier Torre, en estos días la editorial Muerde Muertos publica el guion cinematográfico original. En julio de 1972 se publicó el primer libro de Enrique Medina, Las tumbas, que se convirtió en un clásico en este lado del mundo. Luego se publicó en otros idiomas y países. Entre ellos, Francia. Las tumbas pasó por distintos sellos hasta que al conmemorarse medio siglo de su lanzamiento, la editorial Catalpa presentó una muy prolija edición homenaje actualizada por el autor. La portada, en blanco y negro, es de una calidad notable. Con casi 450 páginas, se puede adquirir otra edición en tapa dura. A eso se le suma la publicación del guion cinematográfico original (que no es el mismo que Javier Torre llevó al cine en 1991), a cargo de la editorial Muerde muertos. En Las tumbas, Medina ficciona su experiencia, luego de que su madre lo internara en un instituto de menores porque no tenían dinero para mantenerlo. En total fueron cuatro los institutos por los que pasó. Uno de ellos en el barrio de Flores y otros más alejados, en la zona de la provincia de Buenos Aires. Allí, Medina —que en Las tumbas se lo conoce como El Pollo— debió endurecerse para sobrevivir a la violencia de las autoridades y de los propios compañeros. Todos pugnaban por el poder, que se ganaba a la fuerza. “En las tumbas fui monaguillo. No lo conté en el libro, porque me daba vergüenza”, suelta Medina desde la mesa de un café del que es habitué. Con el paso del tiempo y con más experiencia, los internos se escapaban y llegaban incluso al centro de Buenos Aires, donde quedaban maravillados con los cines y teatros. Luego volvían al encierro. Medina nació el 26 de diciembre de 1937 en el Hospital Rivadavia. “Mi mamá pedía que nos dejaran quedarnos más días así comíamos”, me dice ahora, a sus 85 años. Su madre vivía con su padre -aspirante a boxeador- y un amigo en una habitación prestada. “Así, entendió mi mamá, no me podía criar. En esos años era común que se meta a los pibes en un instituto porque tenías médico, comida, ropa limpia, cama, educación”, aclara. A su padre, del que no mencionará el nombre, lo abordó al escribir un libro posterior sobre Gatica: “Lo hice imaginándolo, y se lo dedico”. A Gatica, en cambio, lo conoció en una exhibición realizada para los chicos del instituto: “estaba en sus últimos años, bastante gordo. Vino, habló con nosotros, nos tocó la cabeza. Desde entonces lo tuve acá a Gatica. Y hasta fui a verlo al Luna Park”. También admiraba a los integrantes de La Máquina, de River, que una tarde de su infancia entrenaron en un campo vecino a donde estaba internado. “No lo podíamos creer. Los pibes salimos a verlos jugar y hasta peloteamos con ellos”. El Pollo, y entendemos que también Medina, se destacaba por sus cualidades como jugador de fútbol, algo que sumaba al momento de ganarse el respeto de la comunidad. De hecho, en sus escapadas incluía estadios, como el de Ferro y San Lorenzo, en Avenida La Plata. “El Pollo soñaba en Las tumbas con salir, escapar, andar los caminos sin mirar atrás…”, dice. Al salir del cuarto instituto, trabajó de peón en Coca Cola, en la fábrica de Jabón Federal y en la Ballester- Molina. Incluso formó parte de una comitiva circense. Casualmente conoció a Jorge Luis Borges, quien lo llevó a trabajar como vendedor de libros. Después fue asistente de cámara, camarógrafo en Canal 11 y así se fue metiendo en los medios de comunicación. Las tumbas le sirvió, además de para iniciarse en la escritura, para quitarse el resentimiento de una niñez dura. “Al escribir el libro sentí como una liberación de los aspectos negativos de aquella infancia y adolescencia. Lo escribí con mucha furia, con mucha energía. Hasta la aparición de Las tumbas, ni mis mejores amigos tenían idea de que estuve encerrado durante diez años”. Seguiría una larga lista de libros que incluye Strip-tease, Perros de la noche, Las muecas del miedo, Año nuevo en Nueva York, Buscando a Madonna, Las hienas y Los asesinos. Aún hoy continúa escribiendo diariamente. Comenzó a escribir Las tumbas a fines de los 60, mientras recorría Sudamérica con una compañía de circo. “Tan mal estábamos que vivíamos en los camarines porque no teníamos dinero ni para el hotel más berreta. Ahí escribí mis dos primeras novelas. Sólo Ángeles, en la mañana, que era el cuaderno de un marginal, donde se anotaban los hechos del día anterior. Y Las tumbas, por la tarde, antes de la función”. Destaca como puramente autobiográfico el final de la novela; y cita: “Podría decir que continué la lucha que había empezado en las tumbas… No descansar nunca, estar siempre al acecho y con la guardia alta… Por algo el protagonista de la novela dice que sale a las calles y ‘las hice mías, al menos eso creí’. Ese pensamiento descreído es del protagonista cuando escribe el libro como salvación a su vida personal. Está implícito que se sugiere otra cosa, que en realidad esas calles nunca llegaron a ser de él. Aquí la disyuntiva. ¿A quién creerle? … Uno piensa que maneja las cosas, pero… De todos modos, sé que mi ángel de la guarda, como se decía en los institutos cuando fui monaguillo, estuvo muy atareado cuidándome. Lo hizo muy bien hasta hoy”. 

PERFIL. Enrique Medina nació en Buenos Aires, en 1937. En 1972 publicó Las tumbas, su primera novela, con gran reconocimiento de la crítica y repercusión en los lectores. Luego vendrían 24 títulos más. Su obra fue prohibida durante la última dictadura. Trabajó como periodista, crítico y director teatral, actor y guionista cinematográfico. Fue profesor de Literatura en la Universidad de Arizona y dirigió colecciones literarias en Abril y Galerna. Colaboró en Satiricón, Humor, El Gráfico, Página/12 y The Buenos Aires Herald. Entre otras distinciones, ganó el Premio Municipal por Deuda de honor y recibió la Faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Sus libros fueron traducidos a varios idiomas. 

La Gaceta Literaria | Entrevista Enrique Medina | “El escritor escribe, siempre, en horario corrido”

 Por Antonio Las Heras | La Gaceta de Buenos Aires | 29 de enero de 2023

Conocí a Enrique Medina —hace de esto más de cuatro décadas— en la mesa de café en torno a la cual el ya destacado novelista, crítico, parapsicólogo y criminólogo Juan-Jacobo Bajarlía reunía a jóvenes con inquietudes literarias. Así también surgieron amistades con Juan Carlos Martelli, Héctor Lastra, Carlos Vladimirsky, Juan Carlos Licastro y algunos otros. Claro, Medina —para entonces— ya había sacudido el mundo cultural con su novela Las tumbas —libro emblemático en la literatura argentina— a la que siguieron Sólo ángeles, Transparente y Las hienas. Luego hubo muchísimas obras más y traducciones a casi todos los idiomas. Siempre me resultó apasionante conversar con Enrique Medina. Sobrio. Concreto. Preciso. Capaz para transmitir ideas que, al menos a mí, más de una vez me taladraron los pensamientos abriendo la mente hacia rumbos magníficos y antes inimaginados.
—¿En qué ha cambiado la literatura desde los años 90 hasta ahora? 
—Apenas usted menciona los años 90, me surge, luminoso, el nombre inolvidable de Octavio Paz. Él recibe el Premio Nobel ese mismo año. En su discurso de aceptación se asume admirador de Quevedo y Lope de Vega, pero con la distinción primordial de asumirse mucho más como escritor iberoamericano. Menciona también el surgimiento triunfal de la literatura anglo-norteamericana y la hispanoamericana. Habla de la literatura que nos hizo soñar de jóvenes y del instante clave en el que él siente, mal sorprendido, el rompimiento del encanto. Encanto literario y político, entiendo yo. Y ese rompimiento se da en él cuando descubre que detrás de la idea libertaria, no liberal, se esconde la máscara del tirano. Aquí Octavio dramatiza diciendo que aceptó lo inaceptable y se recibió de adulto. A partir de allí se dedicó a escribir sin preguntarse por qué lo hacía. Escribía aceptando un supuesto mandato supremo. Y hasta aquí yo quería llegar, entender el ejercicio desesperado de escribir con la misma desesperación del bebé que es arrojado a una piscina y nada, anhelante, recurriendo al mágico “estilo perrito” buscando la orilla salvadora, como si ella fuera la meta que otorga el diploma de la adultez. Porque esa es la cuestión, simple cuestión… Volviendo a su pregunta, pensemos que si en los 90 ya habían hecho sus garabatos los mencionados más arriba, sin olvidarnos de Hemingway y su amigo Pío Baroja, mi adorado Mickey Spillane, el siempre incómodo Marqués de Sade, y tantos y tantos, y todos los de hoy, como Claudia Piñeiro, Leonardo Oyola, Carlos Crosa, José María Marcos, Carlos Marcos, Darío Lavia, Álvaro Praino, Alejandra Tenaglia, Juan Borges, Gabriel Bianco, Diego Kenis, Carlos Morelli, Fabián Vique, y los que usted y el lector piensen que me olvido. Ellos, en conjunto e individualmente, sensibles y feroces, llenos de energía, felices de que las obras mayúsculas ya estén escritas y, por lo tanto, sin tener la obligación de generar obras de arte únicas, no cesan de empujar este esplendoroso carro, bello y exigente, llamado literatura, que supone el privilegio y el goce de un estadio que se acerca al paraíso, y sin embargo es el mismísimo mundo que transitamos juntos para bien y para mal. Mal, sí. Infierno, dirán unos; no tanto, dirán otros. Así, mal que le pese a mi adorado Ezra Pound, que se salvó de pasear por mi novela de horror canibalesco, El jardín de Anias, que si no, mucho peor hubiera podido ser su diagnóstico… En fin, y en acotada síntesis, me confieso desolado y sin respuestas a su amable y primera pregunta. 
—¿Cuáles son las principales características distintivas de la novelística actual? 
—Quizás esta pregunta sea más precisa para un ensayista, un pensador de fuste, que para un simple obrero de la literatura, como decía Don Osvaldo Pugliese acerca de su profesión de tanguero. Pero lo mismo intento responder yendo al bulto ya que de algún modo aprendo. Sospecho que “las principales características distintivas” que usted propone, tienen que ver, y mucho, con la misma época que nos contiene. Quiero decir que me resulta fácil entender una época leyendo a un escritor. Posiblemente sea uno de los escritores que más amo, Balzac, quien mejor responde a la pregunta con su propia obra; y más digo, con su propio proyecto, ya que era tanta la ambición de esa propuesta que no pudo terminarla. Él logró caracterizar la Francia de su tiempo realizando una literatura gigante con miles de personajes descriptos minuciosamente en sus encantos y en sus debilidades humanas. De este modo él rubricó su tiempo de manera estupenda. Y, en lo suyo, también cada uno de los otros apostó a lo mismo. Remarque con Sin novedad en el frente, Tolstoi con La guerra y la paz, Mailer con Los desnudos y los muertos, Eustasio Rivera con La vorágine, por supuesto Dante con su Divina Comedia, Borges con El Aleph, y ni hablar de nuestro genial José Hernández con su monumento literario Martín Fierro… De este modo podemos seguir unas cuantas largas páginas más. Pero, intentando hilar fino, ¿por qué no hablar de la evolución cultural como influencia en el arte, y de ahí, extraer esas características distintivas? Creo que es fundamental señalar el impresionante avance tecnológico en los últimos años. Tan implacable ha sido en los inconsistentes humanos este insolente avance que, paradójicamente, cuánto más se tecnifica nuestra vida, más involucionamos como sociedad, así nuestros gobiernos vuelven a gozar de grandes porcentajes de masas analfabetas, y ya a nadie le interesa estudiar Matemáticas porque un insignificante calculador resuelve cualquier operación numérica. Confieso mi enorme depresión al ver gente, casi la mayoría, cruzando avenidas sólo atendiendo el celular que los hipnotiza. Bandadas de pingüinos obsesionados con el espejito de color. Hemos vuelto a los espejitos de colores como cuando el injustamente defenestrado Don Cristóbal Colón plantó su bandera en nuestra amada América. Si hasta mi hijo querido, mientras jugamos al ajedrez en estas playas de Cap. Ferret, por suerte todavía con algo de salvajismo, me deja colgado con el caballo en la mano debido a que le urge atender su celular donde le informan el horario y rebaja de precios de algún artículo codiciado en el mercado negro u otro. Pero no me ofendo ya que en mi novela Los hamsters supe anticiparme a esta inconducta de la nueva juventud dorada… Retornando la pregunta, pienso que algunos ingredientes groseros y necesarios de una no muy lejana novelística, ya han dejado de ser apreciados por los lectores ávidos de emociones, como yo cuando leía novelas policiales y al filósofo Sade… Esto ha hecho que el escritor bucee más hondo y obtenga felices resultados. También se ha de tener en cuenta que los escritores de hoy están mucho más formados y es así como nos sorprenden novelas específicas sobre economía, sobre perfumes y hasta sobre la cocina y los mil modos de hacer desaparecer un cadáver cociéndolo a temperaturas superiores a las necesarias para un suave conejito… Hoy en día, los escritores compiten con sus novelas para demostrar que saben más que los colegas en algún ramo de la tecnología, y se imaginan que esto es la cima de la ambición literaria; antes había géneros especializados, como la novela policial, de espionaje, erótica, o de ciencia ficción, pero los autores tenían la modestia de obsesionados mecánicos que se sabían suplentes periféricos en el mercado de la “novela barata”, y sin embargo podían llegar a deslumbrar. Hoy se olvida que los grandes novelistas son los que nos dejan sin aliento porque saben golpear despiadados nuestra vanidad, al destapar nuestros inconfesables secretos del alma, no simples imitadores de algún robot sofisticado. Por ahora me conformo con los que más me interesan, los que investigan en temas históricos, que por chatos que sean, algo provechoso nos enseñan.
—¿Qué importancia tiene el e-book y la venta de libros en internet? 
—La máxima importancia, ya que se trata del cambiante mundo de las futuras generaciones. Confío en que el negocio del libro se horizontalice con el e-book, para que puedan coexistir las grandes y poderosas editoriales con las pequeñas y, aún, pactar con las empresas más marginales. Los lectores votan mucho en Internet, ya es automático el sobrio pulgar en alto o el mortal pulgar hacia abajo; así le cortan el paso a los críticos profesionales que a veces tienden a la mezquindad o a la censura ideológica. En este caso, mi exigencia es la de siempre, pobre y elemental, pero firme: que todas las voces y los distintos criterios y pensamientos puedan ejercer el pleno derecho de la libertad de expresión. Todo dependerá de los lectores activos, los que piensan; y ya no de los lectores-ganado, que son aquellos funcionales a imposiciones políticas e ideológicas, llevados de la nariz al matadero, como se hace con las vacas, según el signo ideológico imperante. En realidad, esto suena optimista, pero no estoy diciendo nada nuevo. Esto siempre se dio, hay lectores de vanguardia como escritores pioneros. Pero también puede volver lo peor de la pasividad del lector; viendo cómo se va ordenando el mundo, cómo la política y las fronteras se van tiñendo de perturbadoras neblinas tóxicas. Me temo que si en estos años que siguen no se endereza el volante, puede ocurrir que el desmesurado avance tecnológico que en mucho beneficia a la humanidad, también pueda perjudicarla mucho, ya que la ingeniería social y mental pretende imponernos los algoritmos de la inteligencia artificial, y perturbar todos nuestros sanos instintos en la búsqueda de la verdad. 
—¿Está trabajando en un nuevo libro? 
—Mi estimado amigo, me deja la pelota picando para que haga el gol tan ansiado de regalo. A mi edad ya no tengo las piernas fuertes y la agilidad de cuando jugaba al fútbol en los institutos de menores. Institutos que me dieron la posibilidad de escribir una novela titulada Las Tumbas, que este año cumple su primer 50 aniversario, y sigue interesando como al principio, ganando día a día nuevos lectores. A pesar de la carencia de juventud física, pondré en juego las habilidades que nuestro Dios provee a los que hemos abusado del tiempo, intentando lucirme adecuadamente, al menos con decoro. En este instante crucial, siento que mi buen amigo Henry Miller me palmea el hombro dándome ánimo. Sí, no se asombre, con Miller fuimos y seguimos siendo muy amigos. Muchas veces me pareció que estaba hablando de mí en sus escritos, y en las lecturas de sus libros otras veces supe hallar a un desesperado chapaleando en un mar turbulento, extendiéndome su mano para salvar su vida. Y este gran amigo, junto a tantos otros que guardo muy cuidadosamente en los anaqueles de mi amada biblioteca, me impulsan con brío para que yo dé una respuesta adecuada. Son tantos los libros que leí de Miller, creo que todos los traducidos y publicados en México, España, Argentina; que no sé en cuál me apoyo en este momento. En uno de ellos afirma que sus mejores libros los escribió de chico cuando viajaba en tren. Recuerdo que esa línea la subrayé porque sentí que la había escrito yo. Lo mismo me pasaba a mí cuando los fines de semana desde mi casa retornaba en tren al internado. El viaje era largo, atardecía, y mi mente mezclaba las novelas de cowboys de Zane Grey con los campos escapando de mi vista y un brioso caballo galopando veloz a la par de mi vagón para que yo saltara sobre su lomo y enfrentara a los malos. Casi de inmediato anochecía y me recuerdo reflejado en la ventanilla, que ahora había dejado de mirar hacia afuera y en cambio miraba hacia el interior, sus butacas, su gente sentada, durmiendo, leyendo un diario, fumando. Ya entonces entreví que ese cambio de la ventanilla era más profundo de lo que se mostraba; me daba cuenta de que yo era vulnerable y mi rostro infantil reflejado en el vidrio era una introspección sorpresiva que me mostraba frágil y desnudo. Sin saberlo, ya estaba escribiendo. El escritor escribe siempre, en horario corrido, no hay medida ni reloj, ni sábado, ni domingo, ni vacaciones, ni hora de reflexión, ni nada que interrumpa su pensamiento en lo que ve y reproduce, pintando, esculpiendo, generando una obra como sea, aún castillitos de arena en las playas de la creación. El escritor está siempre pensando su obra siguiente. René Clair, uno de los mayores cineastas franceses, decía: “Ya tengo hecha mi próxima película hasta el final, sólo me resta filmarla”. El artista vive pensando en lo que creará. Crea al tiempo que ve y escucha, reflexiona y convierte lo visto en singularidad. Cuanto más riguroso es el creador, más le fastidia el trabajo a hacer. El genial Ezra Pound, artista riguroso como pocos, tiene un poema magistral donde le pide a Dios que le quite esta maldita profesión de escritor que lo obliga a pensar todo el tiempo, y le dé en cambio un pequeño quiosco de cigarrillos donde pueda charlar banalidades con la gente. Bien, una mezcla de todo esto es quien está conversando con usted diciéndole que tengo en mente y, ya trabajando con todas mis fuerzas, unos dos millones de novelas y otro tanto o más de cuentos y relatos. ¿En cuál de estos proyectos estoy abocado en estos momentos?... No lo sé… Pero para tener algo de precisión puedo decirle que por donde miro hay cajones con apuntes y esbozos escritos que desean convertirse en novelas, relatos, lo que sea, para crecer, ser algo, dejar de ser proyecto y caer en forma de libro en las manos de un lector fiel, cómplice, que nos dé cobijo en un anaquel; contrariamente al lector desaprensivo, indiferente o engreído, que en las primeras páginas dobla la esquina de una hoja olvidándonos para siempre. Pero sí, le afirmo, a pesar de esta mala eventualidad, le repito que sí, que tengo y tendré proyectos hasta que el Señor de las Alturas me avise que ya se pasó mi cuarto de hora, como dice un tango sabio; o como mejor dice en el final de una de sus bellas novelas otro gran amigo, Don Leopoldo Marechal, “Y adiós, que me voy…” En fin, agradeciendo su reportaje y no escapando por las ramas, pienso redondear un pequeño libro sobre mi entrañable Rita Hayworth. Será en la línea de mis libros de poesía, como Ocre Urbano, o Sudores y tajos. Aunque al principio intenté hacer una novela sobre su vida al estilo de ¡Priscila, Priscila!, que es el libro tenebroso de mi madurez. Por este libro recibí gran cantidad de mails de los lectores, emocionados y fascinados por el suspenso logrado. Como verá, de modo contundente le respondo que sí, que estoy trabajando en otro libro. Y en otro y otro y otro más, porque es mi manera de ser honesto conmigo mismo, leal con los lectores, y útil como ciudadano en un país (mi hermoso país) que, desgraciadamente, se va disolviendo como mentirosa humareda de la nada.

Leer 2023 | Lo tenebroso y lo espeluznante


Los sellos Muerde Muertos y Letraducciones participaron con un stand del 5° Festival Literatura en el Río (LEER), realizado entre el sábado 11 y domingo 12 de marzo de 2023 en el Centro Municipal de Exposiciones de San Isidro (ubicado en Del Barco Centenera y el río), con la organización del Secretaría de Cultura y Ciudad de la Municipalidad de San Isidro y el apoyo de Fundación Medifé. Bajo el slogan “Lo tenebroso y lo espeluznante”, hubo charlas por las que pasaron: Gabriela Faillace, Luciano Saracino, Natalia Blanc, José María Marcos, Dolores Reyes, Mariano Quirós, Patricia Kolesnicov,  Fernando, Milagros y Carmela Pérez Morales (Notanpuán), María Inés Falconi, María Fernanda Ampuero. Constanza Bertolini, Victoria Bayona, Franco Vaccarini, Luciano Lamberti, Ricardo Romero, Esther Cross, Matilde Sánchez, Eleonora Jaureguiberry, Martín Felipe Castagnet, Luis Pescetti, Mariana Enriquez y Sandra Gasparini. Agradecemos al equipo organizador —presidido por Eleonora Jaureguiberry (titular del área de Cultura y Ciudad) y Fernando Pérez Morales (editor y librero)— por habernos incluido una vez más en la programación del Festival LEER.


Programa completo de Leer 2023

El Necronomicón en Buenos Aires


Fabien Palem escribió dos artículos sobre la presencia del Necronomicón y Lovecraft en Buenos Aires, para Le Monde y la revista cultural de París USBEKetRICA. Agradecemos al journaliste haber mencionado la tarea del sello Muerde Muertos dentro del universo lovecraftiano.

Las tumbas, 50 años | Homenaje a Enrique Medina

Con motivo del 50° aniversario de la célebre novela, se presentaron la nueva edición de Las tumbas (Catalpa, 2022) y Las tumbas, guion cinematográfico (Muerde Muertos, 2022), “Le mandé el manuscrito de Las tumbas a un amigo mío, el poeta Leónidas Lamborghini, quien me contactó con un editor y ahí comenzó la historia”, recordó el autor.
Yasmín Fardjoume (Catalpa), Enrique Medina, José María Marcos (Muerde Muertos), Alejo Hernández Puga (Catalpa) y Raquel Buela (Muerde Muertos). Jueves 15 de diciembre de 2022 en La Giralda.

“La nueva edición de Las tumbas me provoca la misma emoción de la primera publicación en 1972. Es como si recién hubiese terminado de escribir el libro. Eso me llena de alegría. De algún modo sigue vivo el espíritu de aquel chico que tuvo que luchar tanto, que tenía tantas ilusiones, y que después de probar en otras áreas artísticas, como la pintura, el cine o el teatro, encontró su plenitud en la literatura. A partir de Las tumbas, pude escribir una serie de libros que me representan, más allá de los cambios que vamos teniendo con el paso de los años”. Así lo señaló el escritor Enrique Medina durante el lanzamiento de Las tumbas (Catalpa, 2022) y Las tumbas, guion cinematográfico (Muerde Muertos, 2022), realizada el jueves 15 de diciembre de 2022, con motivo del 50° aniversario de la primera edición de esta obra. En el bar porteño La Giralda (Corrientes 1453), Alejo Hernández Puga, Yasmín Fardjoume y José María Marcos hablaron de las flamantes ediciones y mantuvieron un diálogo con el autor, que lleva más de cuarenta publicaciones. Entre otros colegas estuvieron presentes Claudia Piñeiro, Sebastián Muape, Marcos Caruso, Antonio Las Heras, Luis Vázquez, Luis Alexis Leiva y Benjamín Naishtat. 

LA EDICIÓN DE CATALPA
En la apertura, Alejo Hernández Puga (Catalpa) señaló: “El motivo que nos trajo a La Giralda es celebrar el 50° aniversario de Las tumbas, un libro que cambió el panorama de la literatura argentina, irreverente, despojado de tabúes, que rompió cánones morales de una época dentro de la sociedad argentina, y por esto generó mucha identificación con la gente, que lo abrazó como uno de los libros más populares de nuestra literatura”. “En esta edición —agregó—, nos propusimos poner al texto en el centro. Dejamos de lado las referencias historicistas, entendiendo que la trama y su prosa generan un impacto que quisimos recuperar”. Por su lado, Yasmín Fardjoume (Catalpa) puntualizó: “Esta novela debería estar incluida en la currícula escolar, en los años superiores, como una forma de ingresar a la literatura argentina. Merece un lugar en nuestro canon, porque atraviesa generaciones, clases sociales, grupos de pertenencia, con puentes tendidos hacia el cine, o el deportes, como el fútbol y el box. Tiene un montón de capas de sentido que valen la pena redescubrir y se vinculan con nuestro presente”.

LA EDICIÓN DE MUERDE MUERTOS
Al referirse a Las tumbas, guion cinematográfico (Muerde Muertos, 2022), José María Marcos (editor y autor del prólogo) señaló: “En 2017, junto a mi hermano Carlos, homenajeamos a Enrique Medina con una adaptación gráfica de su novela Strip-tease, de la que participaron cuarenta artistas. Posteriormente, editamos sus libros de relatos Sinfonía infernal y La ciudad dorada. Lo hicimos porque es un referente que nos marcó como lectores al incorporar escenarios, voces, forma de decir, temas, que no estaban siendo abordados por la literatura argentina. Llegado el 50 aniversario de este clásico contemporáneo, decidimos sumarnos a la celebración con la edición de un guion que escribió el propio Enrique sobre su novela y que nunca se filmó. Lo hicimos en una edición facsimilar para que los lectores y las lectoras puedan apreciar el guion, con tachaduras y agregados del propio Enrique, como lo verían quienes están por filmar una película. Por un renovado uso del lenguaje, por la incorporación del punto de vista de los marginados de los grandes centros urbanos y por su capacidad de proponer imágenes, Las tumbas traía también la simiente de una corriente audiovisual, un cine tumbero y de escenarios marginales, que años después se fue consolidando masivamente. Creemos que este guion es un eslabón perdido (ahora recuperado) que señala esta conexión”.

LA PALABRA DE ENRIQUE MEDINA
—¿En qué momento comenzaste la escritura de Las tumbas?
—Nunca pensé que iba a ser escritor. Consideraba que iba a tener posibilidades en el teatro o en el cine, y estudié esas disciplinas. En cine y televisión fui cameraman, iluminador, realicé cortometrajes. Era un período complicado, no encontraba el camino para desarrollarme, y en esos años tomé la decisión de irme a Montevideo con una compañía de marionetas. Nosotros vivíamos en los camarines y ahí empecé a escribir. Por la mañana, tomaba apuntes sobre ese período montevideano y de ahí salió la novela Solo ángeles. Por la tarde, escribía Las tumbas. Mi primera intención era hacer un ensayo con este tema. Noté que lo que salía no me conformaba. Volví a un cuaderno donde había anotado algunas anécdotas. Me puse a releerlo y ahí descubrí que tenía que hacer una novela. En esos camarines terminé ambos libros. Le mandé el manuscrito de Las tumbas a un amigo mío, el poeta Leónidas Lamborghini, quien me contactó con un editor y ahí comenzó la historia.
—¿Cuáles fueron tus lecturas fundamentales?
—De chico leía muchas revistas. Las alquilábamos por 5 centavos. Luego pasé a las novelas policiales que se conseguían en los kioscos y poco después llegaron las novelas de Balzac, Dostoievski, Hemingway y mucha literatura norteamericana. Gracias a un profesor de quinto grado, llegué a la literatura argentina. Daba libros difíciles para un chico, como Amalia de José Mármol, por ejemplo, pero su pasión me contagió el fervor por leer toda la literatura argentina. Así fue que, en aquellos años, leí el canon entero (más allá de algunos descubrimientos posteriores, como el de Juan Víctor Guillot) y entendí lo que se dejaba de lado. Entonces, me propuse narrar desde una primera persona fuerte, con un escenario y un lenguaje que se no hallaba en esos libros. Un escritor fundamental fue Louis-Ferdinand Céline, quien cambió la literatura francesa al publicar Viaje al fin de la noche (1932) apelando al argot y a los giros del habla cotidiana.
—En 1986 Teo Kofman llevó al cine tu novela Perros de la noche (1978) con gran éxito y dejó un hito dentro de un cine marginal que alcanzó su cima años más tarde. ¿Él podría haber filmado Las tumbas (1972)?
—Hubiera sido el director ideal. Sin embargo, luego de estrenarse Perros de la noche, él ya tenía otro planes y no se dio. Ricardo Feliu (productor de Perros de la noche) me ofreció que la filmara yo. Pensé que lo mejor sería que lo hiciera otra persona, para que le aportara otra mirada. Tendría que haberme animado, como hizo Dalton Trumbo, quien escribió la novela Johnny fue a la guerra (1936) y, años más tarde (en 1971), dirigió la adaptación al cine y recibió importantes premios. 
—¿Cuál es tu relación con los bares porteños? Están presentes en muchos de tus relatos.
—Siempre escribí en los bares. Cuando no tenía casa propia ni un espacio para escribir, visitaba estos lugares. A La Giralda vine durante muchos años. Me sentaba en el fondo donde había un teléfono público. Anotaba lo escuchaba lo que la persona hablaba por teléfono y dejaba espacio para completar lo que supuestamente le estaban respondiendo del otro lado. Así fui aprendiendo a construir diálogos. En La Giralda, La Academia y 36 Billares escribí muchos cuentos, pasajes de novelas, infinidad de textos. En los bares se crea un ambiente fantasmagórico, donde se mezcla lo profundo con lo circunstancial, muy joyceano y, también, muy argentino. Por eso me gratifica haber realizado aquí este encuentro.
En el cierre, Medina señaló: “Tengo mucho que agradecerle a Dios. Incluso siento gratitud por los momentos malos, porque me ayudaron a valorar los buenos. Hoy estoy plenamente feliz y me siento privilegiado, en un mundo cada vez más complejo. La tozudez de mi carácter me ha permitido seguir adelante y llegar a celebrar el 50° aniversario de Las tumbas. ¡Qué más puedo pedirle a la vida!”. Tras la presentación, Medina tuvo un mano a mano con sus lectores y firmó ejemplares de sus libros.

Hechos y Personajes | Entrevista a Enrique Medina


A propósito del 50° aniversario de Las tumbas, Enrique Medina fue entrevistado por Luis Vázquez el sábado 17 de diciembre de 2022, en el marco del programa Hechos y Personajes (Vivo Tevé Radio Capital). Medina aparece a partir del minuto 1.00.50.

Canal de la Ciudad | Pablo Martínez Burkett visitó “El Quijote no se mancha”


Pablo Martínez Burkett, autor de El banquete de Tántalo (Muerde Muertos, 2021), visitó el programa “El Quijote no se mancha” y mantuvo un diálogo imperdible con Héctor Jacinto Gómez. Se estrenó el miércoles 14 de diciembre de 2022 por el Canal de la Ciudad y, ahora, se puede ver online por YouTube.

Novedad | Las tumbas: guion cinematográfico


En el marco del 50° aniversario de la novela Las tumbas de Enrique Medina, la editorial Muerde Muertos publica una edición homenaje con un copia facsimilar del guion que el propio autor escribió sobre su novela y representa la película que él soñó para la pantalla grande. “El texto propone un juego inquietante: la radiografía feroz de los internados para menores. Los ritos de iniciación, los códigos secretos, el aprendizaje, la transformación de un ser humano en una agazapada bestia, la violencia, el sexo, las sádicas relaciones del despotismo y la sumisión son las notas predominantes de esta obra impar. Hoy Las tumbas sigue acentuando su vigencia, exponiendo los claros y oscuros del alma y transcendiendo por ello los caparazones del tiempo, condición ineludible de todo clásico literario” (Alejandra Tenaglia). Prólogo y edición: José María Marcos. ISBN 978-987-8400-08-2  | 144 páginas, 19x28 cm. | $5500. Distribuye: Galerna-Que leer.

Día de los Muertos | Cuentos de terror y booktrailers

En el Instituto Educacional Almafuerte (Ocampo Nº 3052, San Justo) se realizó el Festival de Cuentos de Terror y Booktrailers 2022, coordinado por la escritora y docente Sandra Gasparini, con motivo del Día de los Muertos y Halloween. Para la ocasión alumnos y alumnas de quinto leyeron los relatos “Los vigilantes”, de Ricardo Rincón Huarota, y “Resaca”, de José María Marcos, junto a textos fantasía y horror de Samanta Schweblin, Mariano Quirós, Diego Muzzio y Mariana Enriquez.