Reseña de Inmaculadas, de Carlos Marcos (Muerde Muertos, 2010), en Rebvelados (*).
Inmaculadas no es una novela pero de a ratos lo es. No son relatos pero aquí y allá aparentan serio. No es una historieta pero a veces se le parece.
Inmaculadas no son escenas de la vida íntima ni murmuraciones de alcoba, ni un elogio de la obscenidad, no es una filología de la lascivia, no es el alarde jactancioso de un libertino, no es una intolerancia o una burla a lo femenino, a la feminidad o a la mujer, no es la jerga punzante de un misógino o la retórica fustigada de una feminista, no son crónicas indiscretas ni chismorreos escandalosos, no son indecencias francas e ingenuas ni empalagosos relatos inoportunos, no es un catálogo ni un canon de Impropiedades y blasfemias... pero, generalizando errores o exageraciones, durante los meses cuyo nombre contienen la letra “r” y/o para la prensa son la más pura y clara verdad.
Pequeños textos articulados con el recurso de la historieta y el dibujo absurdo, en una serie numerada mediante la sucesión de números de Fibonacci, testimonian una búsqueda junto al derroche de papel y de tinta, donde el escritor ha intentado evitar el impudor machista tanto como los escrúpulos corteses para perderse en el impudor ceremonioso de señoras y señoritas.
Ha tratado de evitar el insulto, la obscenidad y el machismo complaciente. Ha tratado de evitar las opiniones de quienes comparten concepciones poco halagüeñas del espíritu femenino, tanto da sean hombres o mujeres, ya que en general comparten concepciones humillantes sobre el género humano.
Cincuenta (sin cuenta) ilustraciones que evidencian las líneas sueltas de un proceso delirante y experimental que permitirá al lector acompañar al autor en un viaje sin retorno a través de las proféticas palabras de un Pío Baroja, escritor de otros tiempos, que declara sobre sus personajes femeninos: “Hagamos que una mujer sea buena y mala, sensual y casta, amable e impertinente, seca y sentimental. Coloquemos estas contradicciones en un fondo de oscuridad y ya tenemos a la mujer que necesitamos. La mujer real al verse retratada así, buscará el modo de parecerse a ese modelo enigmático. Finalmente ni en el hombre existe algo más que lo humano, ni en la mujer algo más que lo femenino…”.
(*) diciembre 2010-enero 2011.