Fantástico pero real | Reseña de Mujer deshabitada (Muerde Muertos, 2019), de María Sola | Por Mariano Buscaglia | Suplemento Cultura de Perfil
María Sola proviene de la larga y fecunda escuela de discípulos del taller literario de Alberto Laiseca. Su debut narrativo puede calificarse como brillante. Los más de cincuenta cuentos que conforman el volumen lo confirman. Lo que vuelve tan llamativo a este libro es la originalidad de sus temáticas. Los cuentos bordan la pesadilla, el surrealismo, el fantástico y hasta el realismo, sin desentonar entre sí, como si se tratase de las notas de una misma partitura. El libro posee una unidad que aúna todos los relatos con una misma atmósfera onírica. Algunos de esos cuentos, como “Año sabático” o “Cuestión de piel” (una especia de pesadilla que se asume como normal) pueden encabezar cualquier antología de grandes relatos. O también “El jardín” o “Las manos”, que son absolutamente perfectos en sus construcciones y desarrollo.
Lo único que puede reprochársele a la autora es la ausencia de énfasis en los títulos (que a veces impide diferenciar con facilidad un cuento de otro) o el hecho de haber mechado, entre tanto cuento bueno, algunos pocos que se huelen como primerizos.
Las diferentes secciones de los cuentos son acompañadas por los óleos de la autora, que están en perfecta sintonía con el material literario y juegan en equipo con la narrativa. Las narraciones de Mujer deshabitada no parecen ser cuentos fantásticos (a pesar de que la mayoría lo son), porque el fantástico se percibe como algo real, como algo rutinario. Y cuando la autora recurre al realismo (verbigracia: “Sin voz ni voto”), el realismo tiene aroma a fantasía. No es frecuente que los libros tengan la rara particularidad que acabamos de señalar, la de ser redondos, o sea, la ser casi perfectos.