Ingrid Sarchman. |
En realidad las presentaciones de los libros, especialmente en los últimos tiempos son fiestas, especialmente cuando son objetos tan lindos. Casualmente ayer fui a presentar una revista, y pensábamos eso, que las presentaciones de lo que sea en papel en estos momentos deben ser celebradas como fiestas. Entonces, primero festejemos. Formar parte de esta presentación me lo voy a tomar como eso.
Por otro lado pensaba cuál es el objetivo de las presentaciones. Se supone que convocan a gente que puede hablar de eso que se presenta. Uno de los objetivos es que les podamos explicar por qué tienen que comprar o leer eso que está siendo publicado. Y entonces pensé como había sido mi propia convocatoria. En realidad me convocó Julia (Narcy) con un mensaje que me llamó un poco la atención, porque me explicó un poco de qué se trataba el libro y me dijo vos sos la indicada. (Risas) No sé si lo hizo para que no le dijera que no, pero me dio curiosidad. Con Julia no nos conocemos demasiado.
Finalmente le dije que sí sin saber precisamente de qué se trataba porque no tenía el libro. El libro llegó a mis manos y me puse a leer a ver por qué yo era la indicada. Con lo primero que me encontré, el prólogo, era la explicación de Ana (Grynbaum) de por qué había decidido armar esta compilación. Tengo que confesar que cuando empiezo a leer dije uh, en lo que me metí. Con Julia hemos discutido muchas veces con respecto a la idea de una literatura de mujeres, o escrita por mujeres, en esta idea de que nos agrupamos porque somos mujeres.
Personalmente soy muy crítica con respecto de la idea feminista del empoderamiento, ahora nos toca a nosotras. Eso no quiere decir que no pueda celebrar la posibilidad de hablar de ciertos temas, pero tiendo a ponerme en contra de aquello que solemos repetir.
Ana Grynbaum, Lucía De Leone, Daniela Dorfman e Ingrid Sarchman. |
Cuando seguí leyendo el prólogo me di cuenta que estaba mucho más de acuerdo que en desacuerdo. ¿Qué significaba y por qué había surgido el título? Este título que necesita de cierta explicación contextual. La idea de los hombrecitos remite a la enfermedad de Schreber, alucinar esta especie de enanitos. En Schreber cumplen la función de fomentar su paranoia pero también podemos pensar en la idea de un enano fascista. O esta especie de pajarito que nos está diciendo… No sé si recuerdan esa publicidad en la que un pajarito tocaba la cabeza de una chica diciéndole: Tenés 30 años, te tenés que casar, tenés que tener hijos,…
La figura del hombrecito es como eso molesto que está insistiendo ahí pero ¿qué está marcando esa especie de molestia chiquita que insiste en nuestra subjetividad —femenina, masculina o lo que fuera…?
La otra cuestión fue esta idea de la improvisación. ¿Qué supone hacer las cosas improvisadas y de apuro? Esta idea forma parte de cierta lógica según la cual tendemos a movernos en nuestras sociedades hiperconectadas, donde es necesario construir esas imágenes contra las que pelearse.
Estos discursos de empoderamiento —por suerte Ana dice que no le gusta la palabra empoderamiento— tienden a que rápidamente busquemos un enemigo. Yo dije, ¡Uy, el hombrecito es el enemigo y los cuentos van a hablar de enemigos! Van a mostrar cómo todas nuestras configuraciones se sostienen en la idea de enemigos. Estos pequeños enemigos que hacen que no podamos crecer en nuestros trabajos, no podamos finalmente casarnos, tener hijos. El hombrecito como aquel que no permita que seamos felices. Esta idea de que es necesario echar la culpa afuera.
La tercera cuestión que me parece interesante es que a medida que va avanzando el prólogo nos va diciendo: el libro no es esto ni esto ni esto. La intención no es pensar una literatura femenina ni feminista, sino simplemente convocar a mujeres que puedan dar cuenta de la estupidez, unisex, también en los cuentos. Me pareció interesante delimitar, vamos a hablar de la estupidez masculina en este grupo. Este grupo se formó adhoc y vamos a ver qué pasa.
Eso es lo que tiene que ver con la introducción, pero tengo que venderles el libro. La buena noticia es cuando empiezo a leer los cuentos, suponiendo que iba a leer sobre estupidez masculina, sobre la molestia del hombrecito, me encontré con algo saludable: la locura. Que no es ni femenina ni masculina, es unisex.
No son cuentos de mujeres en los que la estupidez esté colocada en el otro género. Los diferentes relatos dan cuenta de la propia locura. Esa locura, esa manera de relacionarse con el mundo genera ciertos vínculos. Saludablemente en ningún cuento aparece la culpa afuera o mejor dicho la responsabilidad. La responsabilidad forma parte de los vínculos.
En la mayoría de los cuentos no hay responsabilidad por parte de él, que no nos deja el mensaje; que pasamos una noche hermosa, nos dijo que nos ama y que quiere tener hijos con nosotros y al día siguiente no nos llamó.
Si la idea era venderles el libro, creo que con lo que se van a encontrar es con una escritura vital, que juega, está como en el borde de la locura. Hay cuerpos que sangran. Hay abusos, psíquicos, físicos. Hay vida en los cuentos. No hay nada de corrección política, ni del hashtag ni de la reproducción. Así que los y las invito a leer.
(*) Presentación en la Escuela Freudiana de Buenos Aires (Cabrera 4422, CABA) el jueves 19 de septiembre de 2019.