María Sola opinó siempre que escribir es como dibujar o pintar: sólo se trata de diferentes formas de lectura. Comenzó a dibujar a partir de un libro de Macedonio Fernández y, buscando su propia voz, se formó en talleres de artistas plásticos como Néstor Cruz, Oscar Mara y Carlos Cañás. Estudió Historia del Arte con Carlos Collazo y Raúl Santana. Participó de muestras colectivas e individuales. Obtuvo treinta y siete premios nacionales, provinciales e internacionales. Coordinó un espacio de actividades plásticas en el Neuropsiquiátrico Moyano. Con el retorno de la democracia asistió al taller literario de Antonio Di Benedetto, donde inició un nuevo camino que años después se consolidó cuando conoció al maestro Alberto Laiseca. Los cuentos de
Mujer deshabitada (escritos en su mayoría durante la asistencia a los encuentros con “Lai”) confirman su talento como creadora de originales universos.
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CONTRATAPA: “MARÍA, USTED ES UNA GENIA”
¡Usted es una genia!, rugía Laiseca cada vez que María Sola terminaba de leer alguno de sus relatos en el grupo de taller que compartimos entre 2013 y 2014, un par de años antes de su muerte. María había llegado con unos pocos relatos en una carpeta: algunos muy breves, pinceladas sutiles que dejaban adivinar pequeñas escenas inconclusas, como si estuviéramos espiando a través de una cortina o tratáramos de escuchar la conversación de los vecinos apoyando un vaso contra la pared. Otros un poco más extensos, rozando el género fantástico o, mejor dicho, la narración desenfocada. Durante dos años vimos cómo su carpeta iba creciendo al ritmo de su trabajo, cómo la sensibilidad de María Sola, eso que Laiseca llamaba genio, nos iba atrapando, envolviendo como un hilo invisible. La carpeta ahora devino en este precioso libro de relatos,
Mujer deshabitada. Seguramente, más de una vez en la lectura, ustedes también levantarán la vista de la página y dirán:
María, usted es una genia.
Selva Almada
Los mundos creados por María Sola asombran, seducen o nos sumergen en el realismo delirante, pero, inevitablemente, convocan. Allí, los hombres pueden reducirse a tamaños de la física cuántica, los dedos —por caso— cobrarán brutal vida propia o una mujer se destejerá en un trono. La imaginación en florecimiento reunirá valores, intensidades y desamores apuñalados. Estos cuentos son raros. Únicos. Y por eso tentadores.
Oscar Castelnovo
Como si siguiese la recomendación de Romain Rolland de no abstenerse nunca ante la duda, María Sola no se priva de hacer lo que sus intuiciones le dictan, pero se niega a los resultados fáciles. Combina lo intuitivo con lo racional.
Aldo Galli, La Nación, 25 de enero de 1992
Desbordantes de paisajes y símbolos, los cuentos de
Mujer deshabitada confían en la complicidad de los lectores que amamos sumergirnos en otros mundos. Con exuberante imaginación, María Sola propone un viaje hacia paraísos perdidos para que, en algún momento de la travesía, encontremos fragmentos de un espejo que refleja la fugaz huella de lo maravilloso.