Reseña de Osario común. Summa de fantasía y horror (Muerde
Muertos, 2013), publicada en El Lugar de lo Fantástico, el 23 de marzo de 2014,
Escribe: Lucas Berruezo, licenciado en Letras (UBA)
Cuando escribí la reseña del libro Terror(1), publicado por la editorial Planeta en 2012, me quejé de
que en Argentina las editoriales no se tomaban en serio el género de horror, o
por lo menos no lo suficientemente en serio como para hacer una antología
comprometida y verdaderamente representativa. Me alegro de poder afirmar que me
equivocaba, que lo que dije en 2012 dejó de tener vigencia en 2013, cuando la
editorial Muerde Muertos sacó la antología Osario
común. Summa de fantasía y horror a cargo del escritor Patricio Chaija, que
no sólo realizó una selección admirable, sino que también escribió la
introducción y las notas introductorias a cada cuento y a cada escritor
(algunos de ellos inéditos).
En la introducción, Chaija afirma que su propósito fue,
justamente, el de rastrear y compilar a aquellos autores que, aunque inéditos o
poco conocidos, se caracterizan por abordar el relato de terror de forma
frecuente, configurando así la actualidad del género en Argentina. Por esto
mismo, Osario común. Summa de fantasía y
horror no sólo es un excelente libro, lleno de buenos cuentos, sino que
también es una gran oportunidad de conocer la actualidad de un género que en
nuestro país carece de una tradición fuerte y definida, pero que goza de un
presente de buena salud y, por ende, de un futuro prometedor.
En esta summa hay, verdaderamente, para todos los gustos.
Desde cuentos de horror monstruoso (como es el caso de “Gringos de tierra y
río” de Sebastián Chilano) hasta historias de amor macabro (como “Ojos verdes”
de José María Marcos), pasando por la presencia de fantasmas del pasado que
siempre están dispuestos a volver para torturarnos un poco (“La habitación de
mamá” de Pablo Schuff, “El centinela” de Alejandra Zina, “En la ruta” de
Gustavo Nielsen) y por el coqueteo con la ciencia ficción (“Metano” de Walter
Iannelli) o la psicología (“Fin de curso” de Mariana Enriquez), por sólo
mencionar algunos tópicos.
Por último, el libro se cierra con un epílogo escrito por
Carlos y José María Marcos, en el que, con su prosa certera y embriagadora, nos
cuentan cómo nació el proyecto y nos ponen al tanto sobre cuestiones
históricas, etimológicas y literarias. Sin lugar a dudas, un lujo.
Un osario es un
lugar de muerte. Tradicionalmente, los osarios eran aquellos lugares donde se
depositaban los huesos que eran exhumados de las tumbas con el fin de dejarlas
disponibles para nuevos entierros. Sin embargo, y en este caso en particular,
la muerte habla de vida, de la vida de un género que poco a
poco va ganando el lugar que se merece, gracias al arrojo de editoriales que se
animan y a la pluma de escritores que sacan afuera sus fantasmas sin esperar a
cambio más que la catarsis propia de ese ejercicio.
Anímense. Lean este libro. Todos formamos parte de este Osario común, ya que apenas nos
diferenciamos cuando de nuestros huesos se trata.
A continuación, les dejo la lista con los cuentos y sus
autores:
“En el patio, con Mortimer, conmigo” de Fabio Ferreras
“Fin de curso” de Mariana Enriquez
“La habitación de mamá” de Pablo Schuff
“El que habita en las arenas” de Pablo Tolosa
“Enterrado” de Jorge Baradit
“Ojos verdes” de José María Marcos
“Metano” de Walter Iannelli
“El centinela” de Alejandra Zina
“Abrirse paso” de Claudia Cortalezzi
“La mecánica del infierno” de Ignacio Román González
“El comienzo” de Gerardo Quiroga
“Quemar a madre” de Ricardo Giorno
“Gringos de tierra y río” de Sebastián Chilano
“En la ruta” de Gustavo Nielsen
“Solución de continuidad” de César Cruz Ortega
“La estatuilla y la muerte” de Alberto Ramponelli
“Afuera sigue cayendo ceniza” de Emiliano Vuela