Palabras de Julieta
Laiseca durante la presentación de iluSORIAS,
el sábado 8 de junio de 2013, en la Biblioteca Nacional
Mariano Moreno.
Cuando Carlos
Marcos me invitó a participar de este proyecto, me dije: “No,
de ninguna manera, no sos artista plástica, no tenés escuela”, etcétera. Pero
mi boca dijo: “Buenísimo, sí, dale”.
Es la primera vez que participo de una obra literaria y de
este tipo de eventos.
Releí mi capítulo (el último) porque lo había leído hacía muchos años.
Se me ocurrieron muchas ideas, pero cuando quise plasmarlas en el papel
empezaron las dificultades, pues nada se parecía a lo que imaginaba, hasta
que finalmente salió el dibujo que integra el libro. Ahí también noté la
desconexión entre lo que uno piensa y lo que finalmente plasma.
Rescato de la experiencia que, aunque no logré lo que mi
mente imaginaba, sí plasmé todo mi corazón, como noto que lo han hecho todos
los artistas que participaron, muchos de los cuales seguramente tienen una
mejor conexión entre su imaginación y el procedimiento técnico, entre mente y mano.
Por eso repito: aquí hay mucho amor en los artistas
invitados, los editores y de todos los que estuvieron en cada instancia del
proceso. Eso hizo que fuera una experiencia muy enriquecedora y, sin duda, inolvidable.
UNO DE LOS CUENTOS DE
PAPÁ LAI
Cuando era muy chiquita, papá me contaba cuentos de terror. Por
eso, los cuentos de terror me gustan mucho; no porque me den miedo, sino porque
son para mí la infancia. Uno que recuerdo se llamaba “La momia y el cocodrilo”. Sucedía en Egipto. Un mago le tenía pica a otro mago, porque al parecer le robó
la mujer. Ese mago fabricó una momia cocodrilo para que atacara al
otro. El amante de la mujer hizo otra momia humana, para que lo
defendiera y lo salvara. La noche anterior hicieron una ceremonia, donde comieron y
bebieron cerveza. La momia sólo tomó un dedal de cerveza, porque ya se sabe que
las momias comen y beben muy poco.Al encontrarse, la momia cocodrilo y la otra comenzaron a
pelear. Pero, claro, como las momias son inmortales —porque han
muerto— aún hoy están peleándose.