Reseña de Mondo cane (Muerde Muertos, 2016) de Pablo Martínez Burkett. Por Lucas Berruezo para El Lugar de lo Fantástico
“Esto no es miedo, es otra cosa, más profunda, mucho más pretérita. La oscuridad, el dolor, la tristeza son palabras inservibles. Hube de incinerar el libro para prevenir la desgracia pero advierto lo inútil de tal proceder. Porque de edad en edad regresa desde escondrijos, tumbas y monumentos para apoderarse de inocentes descifradores de lo oculto, piadosos exorcistas, feroces nigromantes. ¡Ay de aquellos que crean que es posible controlar a los demonios antiguos! ¡Ay de los ilusos que esperan someterlos a voluntad! ¡Ay de todos nosotros!”. Pablo Martínez Burkett, “Éxito fatídico”, en Mondo cane
Hay escritores que cuentan historias; otros, pocos, que con sus historias expanden universos (bueno, también los hay que no hacen ni una cosa ni la otra, pero ellos no me interesan). Pablo Martínez Burkett tiene la particularidad de diseñar galaxias enteras con cada oración, con cada párrafo. Sin lugar a dudas, estamos hablando de uno de los escritores más sobresalientes de la Argentina contemporánea: preciso, excelso, inabarcable. Cada vez que leo uno de sus relatos, me maravillo no sólo de lo que logro captar, de esas historias que me invitan a pasear y a olvidarme de una realidad gris, sino también de lo que (intuyo) se me escapa, de todos esos mundos detrás de los mundos, de esa erudición que, aunque no logremos captarla, está ahí para el ojo atento y la mente iniciada.
Ahora bien, vamos a los libros. Después de Forjador de penumbras (editado por primera vez en 2011, tras ganar el 1º Premio Mundos en Tinieblas 2010) y Los ojos de la divinidad (Muerde Muertos, 2013, Premiado por el Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias), llega a nosotros, nuevamente de la mano de Muerde Muertos, Mondo cane, el tercer libro de cuentos de Pablo Martínez Burkett, que cuenta con 60 microrrelatos publicados originalmente en la revista española miNatura (dirigida por Ricardo Acevedo Esplugas, que es quien, a su vez, escribió el prólogo del libro). Leer Mondo cane es leer Mondo cane y mucho más: es meterse en un universo poblado (como todo universo) de letras; es vincularse con el Buenos Aires conocido y con la Argentina profunda; es revisitar a Stoker, a Lovecraft, a Poe, a Wells, a tantos otros; es viajar al futuro y sumergirse en el pasado; sufrir nuevas rebeliones tecnológicas y descubrir formas originales de volverse zombi; viajar por las galaxias y corroborar que la angustia existencial es la misma en todas partes, bajo la piel de todas las razas… En fin, leer Mondo cane es encontrar un verdadero Aleph, repleto de todo, carente de nada.
Por esto mismo, y para concluir, no me animaría a decir que leí Mondo cane. Decir algo así pecaría de definitivo, y no hay nada definitivo en la lectura de estas páginas. Lo que sí puedo decir es que leí Mondo cane por primera vez. Sé que voy a volver a él como un nene a su serie favorita de la televisión, una y otra vez, incansable y obnubiladamente.
Mondo cane de Pablo Martínez Burkett: no te permitas no leerlo.