No-Retornable. Edición Nº 13. Abril de 2013. |
A nuestras espaldas, detrás de un arco, se ve una pared
cubierta por cientos de VHS —algunos comprados, otros grabados de la televisión
como sabremos luego—. Chop, un gato beige que merodea pero no distrae, se
acuesta en la cama. Sobre las paredes del cuarto-estudio se dejan ver un dibujo
en tinta china, regalo de un amigo japonés, una serpiente tallada en madera, un
retrato en primer plano de un joven y buen mozo Laiseca y una foto de la plaza
de Camilo Aldao.
Laiseca dice: “si no lo toman a mal voy a comer”. Le
ofrecemos cerveza fría y la rechaza, sólo la toma tibia. Le ofrecemos papas
fritas y, en principio, las rechaza para luego decir: “Me puedo comer una
papafrita, así al menos en el mundo de los símbolos hemos compartido”.
Su voz estentórea, atronadora pero sin embargo calma, se
mueve y por momentos se detiene. Pausa para pensar, para olvidar. Pausa para
tomar un trago o para acercarse un bocado. Pausa, una vez más, para insertar un
cigarrillo debajo de ese bigote que lo cubre todo y fumarlo lentamente, como si
la realidad no existiera y nosotros dos solo fuéramos una imagen residual de un
tiempo que pasó.
Ése es el pueblo donde paso su infancia ¿verdad?
Camilo Aldao, sí.
¿Guarda lindos recuerdos?
Sí. No del presente. No he logrado volver a Camilo Aldao
porque la mayoría de mis amigos han muerto. En cambio soy rico en enemigos.
¿Quedaron los enemigos nada más? Son fuertes.
Ah, no. Los enemigos nunca se mueren hasta que hayan
cumplido con su…el demonio los protege. El anti-ser. Los protege hasta que
hayan hecho toda su tarea. Después que han cumplido con su tarea los mata a
ellos también.
¿Cuál es su tarea?
Joder a las personas como yo.
¿Le sacan la libertad de acción? ¿Cómo lo perjudican?
Mirá tesorito, no quiero entrar en detalles. Podría pero no
quiero.
¿El anti-ser es el anti-mozart?
Bueno, el anti-mozart sería la expresión humana del
anti-ser. Es lo que los cristianos suelen llamar el príncipe de las tinieblas.
Yo, llevándolo a un nivel metafísico…o sea, si existe el ser y la nada porqué
no va a existir el anti-ser. Y el anti-mozart sería…bueno, lo opuesto a Mozart.
Una derivada parcial del anti-ser pero a nivel humano.
Entonces tendría que ver con una disputa por el poder...
Sí, el poder siempre fue algo muy importante en mí. Como
dijo Lao Tse, que se pronuncia “Lao Tzu”, el gran pensador chino, “quien desee
perder poder primero deberá tener poder”. Puede que ya no tenga ganas de usarlo
pero para eso hay que tenerlo primero.
¿Y cómo se tiene el poder?
Ay, a mí me lo preguntás. Si yo supiera tendría a todos mis
enemigos a raya.
El poder sería poder dormir bien durante la noche entonces.
Por ejemplo. Sería un muy buen comienzo. Después durante el día me arreglo.
Pero si puedo dormir bien de noche...
Donde uno esta indefenso.
Sí. Uno duerme de noche para juntar energías y si no te
dejan dormir, bueno ¡Pues que te jodes tío!
¿A qué edad vino a Buenos Aires?
Puede que a los 25 años.
¿Vino buscando algo?
Sí, editoriales, otros escritores, intercambiar, esa vaina.
¿Con quiénes compartía su escritura cuando empezó a
escribir?
Yo escribía muy mal. Empecé a escribir cuando estudiaba
ingeniería. Un buen día de esos descubrí que mientras siguiera haciendo lo que
querían mis padres no iba a poder escribir bien. Entonces, bueno, largué todo.
Pero no me vine directamente a Buenos Aires. Estuve dos años trabajando en las
provincias argentinas como cosechador, como peón de campo.
¿Qué lo llevó a estar trabajando dos años como peón de
campo?
Tenía que hacer una catarsis, sacarme de encima todo el
pasado. Como dijo alguien: “el camino duro es el mas fácil”. No es mía esa
frase. Quizás no se sepa de quién pero no es mía. El camino duro es el mas fácil.
¿En qué tipo de tareas trabajó en esos dos años?
Cosechando uvas, papa, en plantaciones. Carpiendo tierra. Un
trabajo muy duro, la espalda me quedaba hecha mierda.
En un momento decidió que ya era hora de llegar a la ciudad.
¿Cuál fue su impresión al llegar a Buenos Aires desde Córdoba?
Llegué a Plaza Once y buscaba una pensión para alquilar, una
pieza, aunque fuera compartida. No sabía que iba a empezar la odisea de piezas
compartidas con enemigos de pieza. Un hombre me dijo: “tome el subte, bájese en
la estación tal que hay una zona de muchas pensiones”. Nunca había tomado el
subte. Y yo creía que desde un comando remotísimo se ponía en marcha ¡Ha
llegado a la
tecnocracia! Gran desilusión cuando se abrió una puertita y salió el conductor.
Dejame de joder. Así no vale la pena.
¿Cuál fue el trabajo que más le gustó?
Llegué a ser subgerente de una editorial llamada Letra Buena
que no sé si existe todavía. Me gustaba mucho ese trabajo.
Mientras iba avanzando con los trabajos ¿seguía escribiendo?
Ah, claro. Eso siempre.
Leer más y escribir más.
Y vivir más.
¿Quiénes fueron los primeros contactos que tuvo en el mundo
de la literatura?
Fue una cosa casi ingenua y absolutamente romántica de mi
parte. Buscaba un barbudo porque imaginaba que los barbudos son intelectuales. Una
boludez porque pueden no serlo. Dio la casualidad que sí. Un desconocido, lo
abordé en la calle: “Mire, yo busco un bar donde vayan artistas”. El tipo me
miró y me dijo, bueno, tendría que irse al bar Moderno que queda en Maipú al
700, no me acuerdo. Maipú y Paraguay, una cosa así. Y ahí caí, busqué gente y
bueno, eso fue. Así que mi romanticismo anduvo bien. ¡Buscaba un barbudo! Y lo
más notable es que tenía razón.
¿Qué relación tuvo con la política a lo largo de
su vida?
Ninguna. Muchas veces me preguntaron cuál fue mi vida durante el proceso. Yo
siempre les contesto lo mismo. Durante
el proceso, fui absolutamente peronista. De casa al trabajo,
y del trabajo a casa. Estuve guardadísimo. Vivía en Escobar. Fue la única vez
que tuve casa propia, después la tuve que vender. (Justo donde da Tapia del
cruz con Carnicería la Esperanza. Por Almafuerte, unas tres cuadras y media, a
mano izquierda, ahí estaba mi casita).Vino el ejército Soviético y me echó a
patadas.
¿Cuándo publica Su turno?
Su turno, marzo del 76, que le cambiaron el nombre. Ahora en
la segunda edición le pusieron el original.
¿Cómo fue esa entrada?
Llevaba manuscritos a editoriales y me fue muy mal, como a
todo el mundo, hasta que una conocida que se llama Tamara Kamenszain, poeta, dijo:
Mirá Lai, vamos a hacer las cosas bien. Yo te voy a presentar a Tomas Eloy
Martínez. El era jefe de redacción en la Primera Plana de Timerman. Me presentó
y el me mandó con uno de los redactores que era nadie más ni nadie menos que el
gordo Soriano.
Qué lindo tipo.
Sí, yo lo admiro mucho. Nos hicimos muy amigos. El leyó mis
cosas y en el acto se entusiasmó. Osvaldo Soriano me dio muchas manos.
Hablando de Su turno ¿tiene algo que ver con el “realismo
delirante”?
¿Cómo no? Es el comienzo del realismo delirante. El delirio
sirve para agrandar algunas cosas de la realidad y achicar otras. Esa cosa
distorsionada te permite, a vos como escritor, que el lector vea magnificado lo
que más te interesa que vea.
Lo vi en las descripciones de Su turno o en Aventuras de un
novelista atonal, en las puntuaciones. Por ejemplo en la descripción del
personaje que le cortaría las jorobas a los camellos por una cuestión estética
sin tener en cuenta que ahí almacenan el agua.
Ese personaje ya sabía eso pero parece que no le importó
¡Por razones estéticas! En realidad son mentiras porque, bueno, por supuesto no
haría jamás semejante barbaridad, pero me gustan las jorobas de los camellos.
Es mi personaje loco que dice eso.
¿Habla usted a través de sus personajes?
A veces sí pero no ahí, por supuesto.
¿Cómo elige darles voz a ciertos personajes?
Son más bien ellos lo que lo eligen. Mira, cuando vos tenés
todo arreglado, perfecto y dirigís tu cuento o tu novela, sale mal. La novela y
el cuento te tienen que dirigir a vos. Sí, es al revés.
¿Nunca sabe que va a pasar?
No es que no sepa que va a pasar. Eso solamente me pasó con
una cosa que estoy escribiendo ahora. Con la novela de Vietnam. Porque es tan
quilombo como lo era Vietnam.
¿Qué cosas descubrió hasta el momento sobre Vietnam al bajar
a las cuencas oceánicas?
En primer lugar que era una guerra que no se podía ganar
pero que era necesario hacer la guerra para averiguar que no se podía ganar.
EEUU lo averiguó y muy cabeza dura siguió quedándose. La estrategia del
Vietcong y de Vietnam del Norte era muy superior a la norteamericana. Ellos conocían
al país y los yanquis no. Siempre hacían lo mismo los Vietcong, y les daba un
resultado bárbaro. Eran los primeros en atacar, y después se replegaban. Los norteamericanos,
furiosos, iban a atacarte, vos ya no estabas ahí. Te habías perdido por la
selva. Y así te iban sumando bajas. Sabían muy bien que Estados Unidos no era
un país que aguante guerras largas. Son las características de los
norteamericanos. Sabían perfectamente eso. Incluso tenían unos morteros,
proporcionados por la Unión Soviética (ellos no podían fabricarlos) que podían
tirar desde una distancia muy grande, algo así como mil metros. Entonces
apuntaban, seguros de que el tiro iba a llegar a la base, y en sucesión largaban tres disparos.
Pum, pum, pum. Después rajaban. Cuando el primero de los tres tiros caía en la
base ya se habían ido. Es imposible ganar así. Además no se metían en cualquier
lado. Se metían en la selva que era como su casa. “Nos dispersamos y nos
reagrupamos en tal lado”, les decía el oficial y sabían perfectamente dónde
era. Ningún norteamericano puede hacer eso. Mandá a tus chicos a que se
dispersen por la selva, no duran dos días.
¿Su novela trata estos temas?
Sí, claro.
¿Siempre en el registro del realismo delirante?
No, esto es muy poco delirante. Es el realismo de Vietnam.
Ni falta hace. Con esta novela por primera vez no pude construir un plan de
obra. Ahora sí ya tengo pensado más o menos lo que va a pasar pero porque estoy
en el cuarto capítulo. Empecé en bolas. No había manera. Me propuse a decir
todo lo que no se dijo sobre Vietnam.
En el caso de Poemas chinos. ¿Fue un trabajo de
investigación?
Queridísimo amigo, yo estudio a los chinos desde los veinte
años. La mayor parte de la poesía que escribí es según el estilo chino.
Resulta que yo estaba escribiendo una novela, La mujer en la muralla, y ahí
tenía que salir poesía. Tenía dos caminos. Uno, citar poesías ya existentes
¿Pero por_ qué no las escribo yo directamente? No sólo escribí las poesías para
la novela sino que escribí todo un libro.
¿Cómo decide si va a escribir un cuento, una poesía o una
novela?
Eso depende de las cosas que tengas para decir. Si la cosa
es compleja, como la guerra de Vietnam, tenés que escribir una novela. Podría
escribir un cuento, pero ¿para qué sirve eso? No vas a decir de ninguna manera
todas las cosas que tenés que decir.
Noté que en las primeras novelas hay una visión cómica y
hasta cínica del amor, sin embargo en Poemas Chinos tiene una visión romántica.
Sí, trato de disimularlo lo más que puedo pero ya ves que
cada tanto escribo poemas chinos.
¿Qué es esa fascinación que tiene por China?
No lo sé. Son tan raros, tan distintos a uno que uno no
puede menos que encariñarse e interesarse. Además la filosofía china. Hay
varias filosofías. La de Lao Tse no es la misma que la de Kǒng Fūzǐ, Confucio
para los diablos extranjeros, bárbaros occidentales, gente que carece
totalmente de “Ni”, atributo del caballero (se ríe). Las palabras son
textuales, son del propio Confucio.
De todos modos no es sólo una fascinación por China sino
también por Egipto.
Ah, no. Un momento. Egipto fue mi primera fascinación, la
más antigua, y lo sigue siendo. A los 9 años estaba fascinado con Egipto.
¿También porque son tan diferentes a nosotros?
Pero claro, y tan raros. El culto de los muertos pero de los
muertos en vida, las tumbas. Quería saber muchísimo de la mentalidad egipcia.
Una vez dijo que los egipcios habían inventado la cerveza.
No es que la hayan inventado. Fue inventada por varios
pueblos, lo mismo que el vino y también la hidromiel que no sé bien qué es pero
también es de varios pueblos. Creo que pueblos del norte. Lo que sí dije yo es
que los egipcios, el faraón, les daba cerveza a los trabajadores de la gran
pirámide por lo cual fui muy criticado por la prensa. La prensa amarilla. Me
pegaron con un caño. Qué les va a dar cerveza si los hacia trabajar a
latigazos. Yo sostenía que no, que eran todos trabajadores libres. Dos años
después de publicada mi novelita se encontró cerca de Gizeh, del otro lado del
Nilo, una gigantesca fabrica de cerveza que usaba el faraón para darle a los
trabajadores ¿Cómo lo supe yo? Un escritor, cuando es un buen escritor, y yo lo
soy, baja a las cuencas oceánicas de la creación y ve cosas. El escritor tiene
que ser como un médium, tiene que ver el pasado. Sí, yo sabía.
Sobre el proceso creativo en su propia literatura, Fogwill
dijo: “me son más importantes las palabras en relación a la historia que la historia
misma, los sonidos las resonancias…”
Fogwill era muy amigo mío, él fue otro que me ayudó
muchísimo, como Soriano. Respeto el lenguaje de Fogwill y las historias. Pero
quizás mi diferencia sea que yo le pongo un poco más de énfasis a las
historias, me interesan muchísimo. Son las dos cosas.
¿Cómo lo conoció?
De una manera muy extraña, como todo lo que pasaba alrededor
de Fogwill. Estábamos en una reunión de no sé qué carajo, se me presentó un
desconocido y me dijo “soy Rodolfo
Fogwill ” como quién dice soy el papa Francisco I, vos ya
tenés que conocerme a mí. Y no, no lo conocía. “Hola mucho gusto”, le dije.
¿Lo ayudó en el mundo editorial?
De manera indirecta. Creo que lo único que me habían
publicado a mí era Su turno. Yo tenía Los Sorias inédito y empecé a pasárselo a
gente: a Fogwill ,
a Piglia y a César Aira. Recibí comentarios muy elogiosos de ellos y eso me dio
mucha fuerza porque era una novela muy gorda y yo sabía que tenía dificultades
para que los editores se animaran. Se inició así una especie de boom
underground. Todos hablaban de Los sorias y nadie lo había leído, salvo tres. Y
finalmente conseguí un editor: Gastón Gallo. Ahora tiene que salir la tercera
edición de Los sorias, también de Gastón Gallo.
¿Ilustrada?
No, en principio Los sorias ha salido con unas pocas
ilustraciones que son dibujos míos. Vos te confundís con otra edición que se
llama Ilusorias. Son nada más los títulos de los capítulos con dibujos de
distintos autores.
Su escritura muchas veces parece una película ¿Lo encuentra
así?
Sí, incluso lo he hecho deliberadamente. Hay un libro que me
marcó muchísimo, me ha enseñado muchísimo. Me lo pasó mi padre. Es El Fantasma
de la Ópera de Gastón Leroux. Desde que me lo pasó mi papá cuando yo era
preadolescente, hasta hoy, creo que lo he leído veinte veces. Y le hice un
homenaje porque resulta que yo creo haber visto todas las películas que se
hicieron basadas en El Fantasma de la Ópera. Ninguna me ha gustado. Pienso que
todas desaprovecharon el gran material cinematográfico del libro. Yo
le voy a probar al público que se puede hacer una película taquillera, entonces
en Sí soy mala poeta pero… (que es una de mis novelas) yo hago las partes más
difíciles del libro de Leroux. Las pongo directamente como si fuera para cine.
Como un guión literario. ¡Y no cambio nada, eh! Incluso alguien que me conoce me
dijo: “Bueno, esto es tuyo”. “No, es de Leroux”. La película que me hubiera
gustado hacer si hubiera sido director de cine es El Fantasma de la Ópera. La ironía
del fantasma, el horror que vive. La que cumple más con el argumento y con todo
es la primera, la muda. Que lamentablemente tiene las limitaciones del cine
mudo.
¿Qué director te gustaría que filme el libro?
Stanley Kubrick, Francis Ford Coppolla, incluso Werner
Herzog pero no sé si él se interesaría en filmar eso.
¿Le gusta Stephen king?
Sí, mucho.
¿Qué es lo que le gusta?
Su imaginación, su dominio del terror. Yo leí los consejos
de escritura de Stephen King. Ese libro es muy bueno: Mientras escribo. Tuvo un accidente
feroz durante el
cual no murió por puro pedo. Estando convaleciente en la cama escribió ese
libro.
Es una manera de transmitir todo su oficio de una forma muy
sincera ¿Usted escribió consejos para escribir?
Yo consejos doy solamente tres. Cuando leí Mientras escribo
me llamó la atención que dos son iguales que los que da King. Él dice: escribir
más y leer más. Yo siempre se lo dije a mis alumnos. Lo único que falta es el
tercer consejo que es el más importante: vivir más.
¿Usted vivió mucho?
Si no hubiese vivido estaría muerto.
(Llegado este punto de la charla las posiciones se invierten
y es él quien pregunta: ¿a que hora cierran las tiendas que venden zapatos? Al
comentarle nosotros el horario al que probablemente casi cualquier tienda
cierra, nos expresa su deseo de dormir la siesta antes de que lo hagan. No
queda más que detener el grabador, dejar las tazas para cerveza en la pileta de
la cocina, despedirse de Chop y seguir su acompasado caminar hasta la puerta
que nos devuelve una vez más a la
inverosímil realidad de la ciudad de Buenos Aires).
Entrevistadores
Javier Garat nació en San Antonio de Padua, mítica localidad
de la aún más mítica zona Oeste del Conurbano Bonaerense, conocida por proveer
al mundo con seres tan inenarrables y disímiles como Galimberti, Carlín Calvo y
el primo de Máximo Disfrute. Para disgusto de su madre jugó al rugby y eligió
una carrera universitaria que difícilmente reditúe lo mismo que un oscuro
puesto gerencial. De chico fue punk pero ahora, arrepentido, desearía haber
sido rolinga. Cree que Viejas Locas es el Oasis de este país.
Adela Salzmann tiene 24 años. Estudia artes visuales y vive
en una casa rodoflotante boyita.
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