Genial y divertido. No puedo decir otra cosa del maravilloso
bigotudo que escribiera esa obra descomunal y compleja como Los sorias.
Tampoco está demás decir que no creo que se lo pueda
comparar con nadie, por lo menos yo no puedo, y eso para mí ya es importante.
Ya lo había disfrutado en ese hermoso y por momentos disparatado Cuentos completos, conseguido en unos de
mis viajes a Córdoba.
En este caso, en mis recientes vacaciones en la provincia de
Salta, buscando algo para leer, me encuentro con un compilado de historias de
terror, en donde entre Laiseca y otros, aparecía G. Rolón... y me dije, “ni en
pedo compro el libro donde Laiseca comparte con Rolón”. Obviamente no me gusta
para nada este último.
Por lo tanto, a buscar otra cosa, y estaba este Beber en rojo, una especie de relectura de
esa obra clásica de Stoker, Drácula.
En este caso, Jonathan Harker es contratado por un Conde en
los Cárpatos para que le organice una descomunal biblioteca de un millón de
ejemplares aproximadamente, mientras que Jonathan acepta el trabajo, sabiendo
de antemano lo que debe hacer (por supuesto, tiene que...) —¡epa, no
spoilers!
Pero, con el correr de los días, entre charlas, bebidas y
lecturas, la relación entre este ser inmortal y el supuesto bibliotecario
comienza a cambiar, y aparece la admiración, el respeto y los matices que
emergen entre un Maestro y su Discípulo (¿quién elige a quién?).
Así, la idea-plan de Jonathan cambia, y con ello lo hace la
comprensión de Drácula, un tipo que sabe de muchas cosas (bebidas, mujeres,
libros, astrología, etc.). Con el tiempo llega Lucy Humboldt (esposa de
Harker), fundamental para el cambio tanto en el Conde como en la niña que
vive en el castillo
desde hace mucho tiempo y forma parte de la servidumbre de aquel.
También, a instancias del Conde, Harker escribe un ensayo
acerca de los monstruos y su importancia en el arte , repasando monstruos históricos de una variedad
de películas e historias que nos muestra realmente el amor de Laiseca por
ellos, y el profundo conocimiento en la materia que posee, y del que se nutre.
Para terminar, no se puede dejar de señalar la importancia
no sólo de lo monstruoso sino de lo erótico (y por momentos pornográfico —¿dónde
está la frontera entre ellos?—) en esta obra, que se termina más rápido que un
breve vaso de coñac... llenado con sangre fresca extraída de nuestro hemobanco
amigo.
Un libro que hay que leer.
(*) Publicada el
2 de febrero de 2013.