A Marcelo
Guerrieri le bastan pocos trazos para definir con claridad una situación
narrativa. Es decir, fabrica personajes rápidamente visibles, con una prosa
cristalina. Y, a su vez, instala un conflicto —como, por ejemplo, en el cuento
“La inundación”— que hunde al lector en un clima de deriva y espera. La deriva
del disfrute. Y la espera por la resolución. Pero, ¿cómo resolver, hoy en día,
un relato? ¿Cómo salir de la encrucijada; la encrucijada, incluso, de la pesada
herencia? Guerrieri lo hace con un trabajo sólido sobre la lengua. Y con la
sutileza de una voz que tiene cosas para decir. En definitiva, las historias de
Árboles de tronco rojo suceden
sostenidas por personajes potentes que, entre la mundanidad absurda de la vida
cotidiana y la desesperación, entran en combate para descubrir lo
extraordinario del mundo. Y, con el fuego de esas pequeñas furias, finalmente,
nos alumbran.
Hernán Ronsino