Por Fernando Figueras
Ella insiste: “Lo nuestro no prosperará. En poco tiempo mi deformidad te resultará intolerable”.
¿Deformidad? ¡Qué disparate! Es, a lo sumo, desbelleza. Enuncio, entonces, los postulados de una neoestética que resalten su ultraoriginalidad facial.
Le declaro mi amor. Proclamo la llegada de la plusfelicidad.
Ella, incrédula, pronostica que —en caso de no abandonarla—, le seré infiel. Combato su infraconfianza. Prometo no valerme de un viceamor, ironizando incluso con la posibilidad de ingerir una archidosis de comprimidos antitraición, infalibles ante superpasiones rupturistas.
Aplicaré la micropercepción, la antinitidez, la subvisión de lo real. Todo, con tal de escaparle a esta soledad.