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Con los fantasmas pasa lo que con la radiación: nadie la ve pero todos le temen

Reseña de Los fantasmas siempre tienen hambre, de José María Marcos (Muerde Muertos, 2010). Escribe: Hércules Poirot para TDM

Con los fantasmas pasa lo que con la radiación, nadie la ve pero todos le temen. En TDM, como se imaginarán, creemos en los espectros. Sabíamos que por la noche recorren los pasillos de las casas desoladas, que gritan horrorosos gemidos y que usan sábanas blancas que se robaron del tender. ¡Y ahora nos desayunamos que además “siempre tienen hambre”! Así nos instruye José María Marcos en el libro de cuentos que recién terminamos de leer y cuyo título da nombre a este post (Muerde Muertos, Buenos Aires, 2010).
A lo largo de once cuentos los fantasmas de Marcos nos asustan, nos entretienen y a veces hasta nos sacan una sonrisa. Porque el autor cultiva no sólo el género de terror, sino también el de la comedia negra.
Es más, diría que incluso en los cuentos propiamente de terror —para el que sepa leer entre líneas— suele haber alguna reflexión donosa puesta como de paso, como si se hubiese caído del bolsillo del autor sin que éste se diese cuenta. Por ejemplo, en el cuento “La muerte de Rocky”, que trata sobre el espanto que causa en un hombre la historia de un niño que torturaba y asesinaba a sus víctimas luego de robarles, cuando el hijo del personaje en cuestión le pregunta por qué a la gente la ponen en un cajón cuando se muere, él contesta: “Porque es la manera de llegar al cielo. Es como tomarse un colectivo, pero con boleto de ida”. ¡Qué gracia! ¡Qué gracejo tan delicioso en medio de esa historia espeluznante! También el final del cuento (que no quiero aquí revelar para no arruinarles el suspenso) admite una lectura satírica, además de la horrorosa. La sátira funcionaría allí como censura ingeniosa o burla mordaz de la creencia en la vida después de la muerte.
Hay una idea recurrente en las historias de Marcos que me ha llamado la atención: la noción de que en el cosmos hay ciertos roles macabros y que cuando la persona que los ejecuta muere, otra, que de alguna manera estaba conectada con la anterior, se ve impelida ineludiblemente, trágicamente, a ocupar ese rol. Eso sucede, por ejemplo, en los cuentos “Ceguera” y en “Un ángel de la guarda”; además de en su anterior novela Recuerdos parásitos (en coautoría con Carlos Marcos).
No quiero terminar este post sin contarles que mi cuento preferido es uno de los de comedia negra: “Resaca”, una jocosa mirada al mundo de los aliens y las invasiones extraterrestres.
En suma, disfrute mucho leyendo Los fantasmas siempre tienen hambre. El único problema es que... ¡ahora tengo que dormir con la luz prendida!