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LA NUEVA | El coraje de no olvidar las tragedias personales que se dieron en tiempo de cuarentena

Reseña de La infección (2024) de Patricio Chaija. Por Nidia Burgos para La Nueva Provincia, jueves 13 de junio de 2024


Todas las actividades artísticas se basan en sistemas representacionales que intentan dar forma visible a los discursos o percepciones personales y lo hacen desde la pura realidad, o la ficción mítica o la alucinación de lo fantástico. El artista da su mensaje de manera lo más clara posible, porque finalmente quien completa el trabajo es el público. La responsabilidad de éste es intentar desafiarse a sí mismo en lo que se refiere al desarrollo de su percepción. 
Considero que el estado de ánimo de Patricio Chaija al iniciar este libro el 30 de agosto de 2020 se podría sintetizar en dos versos de Álvaro de Campos (uno de los heterónimos de Fernando Pessoa): “Hoy estoy vencido como si supiese la verdad. Hoy estoy lúcido, como si estuviera a punto de morir”. Habían pasado cinco meses desde el inicio del aislamiento del país por el Covid y era muy claro que, como bien aseveraba el filósofo Santiago Kovadloff, el proyecto del Estado por entonces, era especular con los réditos que le reportaba la vulnerabilidad a la que sometieron al pueblo con un encierro indefinido, arbitrario e inhumano, que luego descubrimos no alcanzaba a todos, sino que hubieron muchísimos privilegiados. Eso se pudo implantar en democracia porque ya existía una modalidad esencial que no se desviaba nunca de su intención autoritaria que en palabras de Kovadloff “nacía de una sustancial intolerancia a toda disidencia y el desprecio franco por aquellos principios democráticos que promueven la convivencia entre quienes no comparten una misma opinión”. El pluralismo los angustia —decía— únicamente la uniformidad encolumnada los serena. La nueva y próspera aurora que soñaron exige un dilatado escenario de silencio. Y agregó: “Ese desprecio rebasó los muros del cenáculo intelectual y se proyecta en la vida cotidiana. El rencor está en la calle. Se alimenta, al igual que Asterión, de carne humana”. Y éste podría haber sido el epígrafe de esta narración de aventuras fantásticas, atrapante, absolutamente dinámica y truculenta que no se puede soltar una vez iniciada. Se continuó a lo largo de 2020, 2021 y culminó en junio de 2022. 
Esta novela contiene una mirada personalísima conformada desde el gore y el terror sobre lo que sucedía durante los largos meses en que transcurrió la escritura de sus páginas. Se ocupa de una peste invasiva y elige expresarse desde la fragmentación y la opacidad, pues el narrador no sabe lo que pasa ni por qué, se ve arrollado por los acontecimientos y el lector lo acompaña en esa carrera disparatada, ciega, absurda y desesperada que emprende en el momento en que no puede volver a su departamento. Ahí pierde toda certeza y seguridad y el mundo se vuelve distópico. Planteado así, ya todo lo aterrador, repugnante y desquiciado puede ir apareciendo. Porque la voluntad estética de Patricio es, a través de lo literario, denunciar todas las expresiones del fanatismo. Amos Oz, el famoso escritor y periodista israelí definió con precisión e ironía Qué es un fanático y dijo: “Su esencia reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. Como carece de una personalidad segura e independiente es casi un altruista, dice con ironía, está más interesado en los demás que en sí mismo”. Por ello los infestados de la novela, buscan, mordiendo a otros, convertirlos en zombis alucinados. Volviendo al filósofo Santiago Kovadloff decía de esa época: “Están enceguecidos. Subestiman todo lo que los contradice, dispuestos a vivir sometidos a las arbitrariedades del poder sin controles [...]. “La contaminación arrasa con cuanto se le opone. Sus efectos sociales están a la luz del día” (2008: 43). Y entonces, quienes profesamos convicciones no oficialistas debimos esperar en una inacción alerta, guardado memoria. Cuando Patricio vio un twuit que decía “todo comenzó porque alguien comió un pingüino crudo en el sur”, arrancó la novela. 
Y ahí nuestro autor se enseñorea con eficacia en el manejo de los tiempos y de la geografía de un país acéfalo y desquiciado, sin noticas y sin leyes, en un recorrido desesperado que lo lleva a encontrarse, confraternizar por momentos y también huir de distintos personajes que van apareciendo. Su hijo y la búsqueda de su familia son lo esencial. 
Con coraje emprende la tarea de no olvidar las tragedias personales que se dieron en tiempo de cuarentena y que hoy están ingresando en el Registro de Violaciones en Pandemia que abrió la Comisión de Derechos Humanos de la Nación en mayo de este año. Así aparecen con su nombre de pila, Lara Arreguiz que falleció sin atención en el piso de un hospital de Santa Fe; Luis Espinoza, que apareció muerto en Catamarca con un tiro en la espalda de un arma reglamentaria de la policía tucumana; Solange Musse, enferma de cáncer, que murió sin poder despedirse de sus familiares porque les negaron el ingreso a la ciudad de Córdoba; Abigail Jiménez de 12 años que cruzó la frontera interprovincial cargada en brazos de su padre cuando regresaba de un tratamiento oncológico en el Hospital de Niños de Tucumán y la retuvieron en la frontera bajo el rayo de sol y las moscas; las mujeres embarazadas en Formosa que se escondían en el monte para que la policía de Gildo Insfrán no las llevara y las separara de sus bebés; Mauro Ezequiel Ledesma que murió ahogado en el río Bermejo cuando trató de cruzar para ir a conocer a su hijita recién nacida, Facundo Astudillo Castro que fue detenido en Villarino por viajar durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio y apareció muerto 107 días después; por la misma razón Florencia Magalí Morales en San Luis fue aprehendida también en abril de 2020 cuando salió a comprar comida para sus hijos, conduciendo una bicicleta en un día que no correspondía a la numeración de su DNI y apareció muerta en una celda de la comisaría. Y aquí la ironía trágica: Ayelén Mazzina, la secretaria del Ministerio de la Mujer, Diversidad e Igualdad del gobierno de San Luis, entre 2019 y 2022, que no hizo la mínima cosa por esclarecer aquél hecho, luego fue nombrada Ministra Nacional de esa cartera hasta 2023 cuando el cargo fue disuelto; pero se ufanaba de decir: “Lucho por la Justicia menstrual” (sic).
Vuelvo a Kovadloff: “El oficialismo capitalizó el descontento colectivo y configuró un discurso muy preciso para ganar el apoyo progresivo de buena parte de la mitad más dañada de una totalidad partida, compensando con sentimentalismo, clientelismo, maniqueísmo y mitología un formidable vacío de identidad”. ¿Zombis?
En esta novela fantástica es central el motivo del viaje del héroe, en este caso acompañado de un hijo preadolescente, lo que lo hace bucear sobre la relación padre-hijo. La figura del padre protector impera en el libro. Sabiendo que Patricio aún no es padre, llaman la atención los experimentados conocimientos que despliega sobre las dudas, temores, ternuras y disgustos que proporciona serlo. Aquí ambos deben abandonar su departamento y se nos plantea entonces a lo largo del errático viaje, qué es el hogar. Éste funciona tanto como necesidad y como sueño. Aparece claramente la necesidad física de un espacio para vivir, un refugio, una necesidad primaria para cumplir funciones básicas, descansar, comer, pasar tiempo en familia. Y en su aspecto de sueño, hogar es una construcción social, idealizada y feliz. Siempre es feliz. Y la novela arranca con una pareja en la que no todo anda muy bien y ella se va a visitar una hija de ambos en la ciudad de Córdoba, porque como dice Joaquín Sabina, a veces, “el amor es un juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño”. 
Luego durante el viaje, se suceden pueblos y ciudades abandonadas, casas vacías, donde lo horrendo puede estar acechando. Y ahí el reencuentro familiar se convierte en el hito obsesivo al que hay que llegar. Se evoca la permanente presencia del nostálgico deseo de estar protegido, de estar en casa, de tener “un final feliz”.
Esgrime con eficacia el trazado de un argumento que transcurre a lo largo de un viaje por una Argentina caótica donde cada ser está librado a su suerte. Los caminos que va tomando los trazan el azar y la suerte, también la forma de transportarse, tomar alimentos, proveerse y sobrevivir. 
En esta novela hay un modo particular de producción estética, en el que las preocupaciones por el contexto van edificando un sustrato conceptual. Aquí los protagonistas hacen suyo el axioma de Albert Camus: “Nadie se da cuenta de que algunas personas gastan una energía tremenda simplemente para ser normales”. Por ejemplo, los protagonistas deben ver que Santiago Maldonado aparece adorado por los zombis que lo ponen en un túmulo frente al que se postran. En el contexto de la batalla cultural sin duda, nuestra formación histórica y sociotemporal, afecta nuestra opinión sobre el mensaje. Pero Patricio si bien relata sobre un contexto histórico puntual, toma distancia del testimonio político porque la literatura es aquí como en El Quijote, el bien mayor, el bien al que hay que salvaguardar a toda costa. No contaminando la fantasía, la lucidez y la capacidad suprema de la observación con aderezos ideológicos. Vuelve a Platón: Traza la división Bien/Mal: El Bien es la Bondad, la Belleza, la Vida, la Salud que tiene la misma raíz que la palabra Salvación. El Mal es la infección, la peste, la maldad, el odio, la muerte. Y Valle Inclán decía: “Se puede ver el mundo estéticamente de rodillas, de pie, o desde el aire”. Y dio ejemplos. Homero, según él, lo vio de rodillas porque sus héroes son como dioses y así los trata; De pie como Shakespeare que los vio como hombres similares a él; o desde el aire Como Cervantes, Goya, Ghelderode, Valle Inclán y de ahí los esperpentos, y los zombis.
Esto me lleva a recordar la escena duodécima de Luces de bohemia de Ramón del Valle Inclán cuando dice que el sentido trágico de la vida española solo puede darse en una estética significativamente deformada y crea el Esperpento y dice por boca de un personaje: “Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable en España”. El esperpento deforma a España para evidenciar que ésta es una deformación grotesca de la civilización occidental. Mutatis mutandi, la Argentina, en uno de sus mayores momentos de desmesura, donde hay denuncias por gente que fue aprehendida, torturada y hasta fusilada por desobedecer al poder. ¿Por qué lo comparo con Valle Inclán? porque el grotesco de los textos esperpénticos se da claramente en esta novela: Una alternancia entre situaciones trágicas con otras casi cómicas, presencia de elementos carnavalescos especialmente en cuanto a la constante profanación de los valores consensuados como propios de nuestra idiosincrasia, la bipolarización de los personajes secundarios y finalmente por la reducción del ser humano a la condición de animal, títere, o como aquí zombi.
El contexto social, histórico, político y cultural no es una mera referencia, es el horizonte de significación que permite a Patricio develar ciertos mecanismos y estrategias que actúan articulando lo puramente literario y lo que viene del contexto del momento de la escritura. Por eso están muy presentes en la novela los medios de comunicación (la novela empieza y termina con la presencia una pantalla de televisión encendida; también en el relato se mencionan conocidos periodistas, instituciones y espacios de poder, que son referencias claras y constantes en la obra. 
Y en 2022 cuando concluyó el libro, no asomaba aún ninguna esperanza en el horizonte del real histórico de que las cosas cambiaran. Y lo malo de estas cosas, es que hasta que el rabo pasa, todo es toro. Y “...trasladar ese esquema de desigualdades y desentendimientos intransigentes a un nuevo modelo de organización puede significar muchas cosas, menos una integración venturosa, decía Santiago Kovadloff, entonces Patricio termina describiendo así a los infectados: “Son una colmena, había argumentado tiempo atrás. Ahora no estoy muy seguro. Son una conciencia compartida, una Gestalt diabólica que se ocupa de su propia complacencia. La solidaridad no está en sus pruritos, y si se detienen en alguien (por los que en el fondo de sus inertes corazones, no sienten más que desprecio), es para beneficiar a los suyos. [...] y como una colmena gigantesca, bullente, arracimándose unos sobre otros, [...] terminan su peregrinaje en la Plaza de Mayo, repleta como nunca se ha visto en su historia”. 
Pero insisto, aquí la Literatura fantástica se lleva la tajada del león, porque apela a numerosos recursos literarios, la forma escénica, dialogada de su relato, el registro alto y bajo del lenguaje junto a lo lírico, el uso del mise en abîme, (una historia dentro de la historia), etcétera. Las ideas cobran en Patricio un auténtico vigor teatral, y lo convierten en un notable comunicador de intensidades conceptuales y éste es precisamente el punto que permite entender la poderosa significación que tiene esta obra de Patricio Chaija para la sensibilidad de nuestro tiempo: asegurar la indeclinable vigencia de las emociones y creencias que suscita profundizar en la comprensión de la realidad, convertida en oportunidad de aprendizaje y crecimiento. 

Camilo Aldao | Sala Alberto Laiseca


La Biblioteca Popular Teresa B. de Lancestremere, de Camilo Aldao, inauguró la Sala Alberto Laiseca, el sábado 15 de junio de 2024. Ubicada en Leandro N. Alem 1195 (esquina Buenos Aires, en Camilo Aldao, provincia de Córdoba) la biblioteca abrió sus puertas el 15 de junio de 1981 por iniciativa de Olga Larrosa de Zubizarreta.

Cronograma de actividades

► 15 horas: Recibimiento de autoridades, invitados especiales y público en general. Descubrimiento de placa. Referencias a su trayectoria literaria, anécdotas, lecturas. Presentación de la reedición especial de Poemas chinos (Dinamo Editorial). Actuación del Coro Municipal.
► 17:30 horas: Recorrido urbano por la cartografía biográfica y emocional de Alberto Laiseca.
► 20 horas: Noche de arte. Espacio Cultural La Sueñera (Bv. San Martín 775). Lecturas. Proyeccione. Intervenciones escénicas. Música: actuación Dúo Allpa.


Biblioteca Popular Teresa B. de Lancestremere
IG @salaalbertolaiseca @salaalbertolaiseca 

La Nueva Provincia | “La infección” de Patricio Chaija

Aplausos | Chaija y una novela crítica sobre la deshumanización en pandemia | La infección, la nueva obra del escritor bahiense, comienza cuando un padre y su hijo deben incumplir una cuarentena para reunirse con la madre de la familia en medio de una "infectadura" de zombies.

La Nueva Provincia | 06/06/2024 | Por Fernando Monacelli


El escritor bahiense Patricio Chaija presentará este viernes a las 18 en la Casa de la Cultura, Alem 925, su nueva novela La infección, de la editorial Muerde Muertos. Esta obra elabora con maestría una metáfora de la Argentina durante la pandemia a partir de una infección de zombies, volviendo al género de terror —que Chaija maneja como pocos—, pero sumándole la aventura, algo nuevo en su estilo. La novela, cuya presentación contará con la doctora Nidia Burgos, fue escrita durante la pandemia y ficciona algunos de los casos más dolorosos que se hicieron públicos durante el cuestionado aislamiento social obligatorio. De hecho, su título surgió a partir del neologismo “infectadura” y el origen de la infección novelada ocurre por un pingüino crudo que alguien comió en el Sur. “Una de las versiones era que todo había comenzado cuando alguien comió un murciélago y entonces, un usuario puso en X (Twitter por entonces) —parodiando al murciélago de Wuhan— que la pandemia empezó cuando alguien comió un pingüino en el Sur. Me encantó. Esto lo tengo que poner en la novela, me dije. Entonces puedo decir que ‘infectadura’ y el origen parodiado del covid fueron los dos puntapiés para empezar a pensar la novela”. La trama se centra en un padre, Leandro, y su hijo, Mateo, quienes deben escapar de una Bahía Blanca arrasada para reunirse con la madre de la familia, que había viajado a Córdoba antes del estallido del virus zombie. En ese viaje, padre e hijo desafían la cuarentena y enfrentan la invasión de zombies, entre otras peripecias. “Bajo estas circunstancias tienen que recorrer parte de la geografía del país. Por eso digo que es una novela de aventuras”.
—¿Qué te inspiró en tu interior a empujar esta novela hasta el final?
—La bronca, los casos terribles como el de Solange Musse, la chica de 35 años que murió de cáncer en Córdoba sin que dejaran que su padre llegara a verla, o el de Lara Arreguiz, cuya imagen muerta en el piso de una guardia dio la vuelta al mundo, y tantos otros.
—¿Y los zombies?
—Son justamente el conjunto de esas acciones de intolerancia que ocurrieron con la pandemia y que se acercan mucho a la deshumanización. Un zombie es eso, algo con cierto dejo de humano pero sin humanidad.
—¿Cómo creés que se va a leer la novela, como una obra de aventuras y terror o como una crítica social y política?
—Creo que toda obra literaria tiene varios niveles de lectura. Puede ser un entretenimiento para alguien y, para una lectura más profunda, cada nombre, cada palabra, cada dato, en realidad están apuntando a algo más.
—Vos sos un escritor muy prolífico, ¿en qué otro proyecto estás ahora?
—Actualmente estoy trabajando en otras tres novelas inéditas. Una de ellas es un policial con algo de fantástico que transcurre por completo en Bahía Blanca.

NOVEDAD 2024 | “La infección” de Patricio Chaija

 

La infección, de Patricio Chaija (Muerde Muertos, 2024). Colección: Muertos (terror). 412 páginas, 21 x 15 cm. (novela). ISBN 978-987-8400-13-6. Precio: $26000. Venta a todo el país:  IG @muerdemuertos | Email: muerdemuertos@yahoo.com.ar

Con reminiscencias a la literatura de Orwell y las películas de George Romero, La infección es una novela que entretiene, pero también es una alegoría que nos impone la reflexión. A medida que discurrimos por los vertiginosos escenarios de una Argentina caótica y acéfala, aislada del resto del mundo y dominada por seres infectos, nos preguntamos si lo que estamos leyendo se nutre y refleja hechos de la realidad, o si es la realidad la que se nutre y refleja los hechos narrados en La infección. Pero lo más aterrador de todo es que resulta imposible afirmar quién imita a quién. (Leandro Kreitz, contratapa).

NOVEDAD | “Baviano” de Luis Alexis Leiva

 

Baviano, de Luis Alexis Leiva (Muerde Muertos, 2023). Colección: Muertos (terror). 208 páginas, 21 x 15 cm. (novela). Arte de tapa e ilustraciones: Marcelo Marchese. ISBN 978-987-8400-12-9Precio: $15000. Venta a todo el país:  IG @muerdemuertos | Email: muerdemuertos@yahoo.com.ar

Ignacio Bustos ha muerto. Solo, en una clínica cualquiera, sin que nadie lo llorara. Sin embargo, el hallazgo de sus archivos revela una historia de magia, decadencia y leyendas. ¿Qué papel cumple Joan Xoares, quien, en el siglo XVII, dejó hasta parte de su cuerpo para huir? ¿De qué huye? ¿Qué es La Compañía? ¿Qué relación tienen entre sí la provincia de Catamarca, un evento de combustión espontánea y una ola de suicidios? Como si recorrieran un laberinto construido en embudo, las respuestas convergerán en un único punto: el pueblo de Baviano. Luis Alexis Leiva (Buenos Aires, 1979) construye una historia desdoblada en el tiempo y en el espacio que recorre cuatro siglos de cultura. Marcelo Marchese (Mendoza, 1967), con trazo magistral, pone en imágenes las situaciones y personajes que se van sucediendo a lo largo del relato. Baviano es una sólida novela de ritmo sincopado, como una chacarera que une a Cervantes con Bowie y a Di Fulvio con la nigromancia. (Leandro Arias, contratapa).

Zona Futuro | Propósitos: leer, escribir, vivir


En el marco de la 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el sello Muerde Muertos presentó la charla “Propósitos: leer, escribir, vivir” el sábado 4 de mayo de 2024, en el espacio Zona Futuro (Pabellón Amarillo), dentro del predio ferial La Rural. Entrevistados por José María Marcos, compartieron sus experiencias Luis Alexis Leiva (autor de Baviano), Patricio Chaija (autor de La infección) y Agustina Marcos (instagramer en Reina Lectora y vicedirectora en Creativa Servicios). A su vez, Alejandra Tenaglia (autora de Viaje al principio de la noche) y Enrique Medina (autor de Las tumbasPropósitos) brindaron sus testimonios a través de un video. Los invitados contaron cuáles fueron los libros, los autores y los acontecimientos que los constituyeron en lectores. Luego contaron cómo se produjo el pasaje hacia la escritura y las formas que encontraron para desarrollar esta vocación. Acompañaron el evento Carlos Marcos (organizador del encuentro junto a su hermano José María), María Sola, Marcelo Rubio, Fernando Farías, Lucrecia Rago, Raquel Buela, Leonardo Oyola, Nicolás Nucciarone y Antonio Las Heras, entre otros. Agradecemos a todo el equipo de Zona Futuro y la Fundación El Libro por incluirnos un año más en la grilla de actividades. Muchísimas gracias a lectores, amistades y colegas que se acercaron a compartir esta actividad. 


Muerde Muertos tuvo sus libros en el Stand 437 (Pabellón Azul), atendido por Máximo Morales y Noelia Cabezas.


Muerde Muertos también formó parte del stand colectivo del gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

Insomnia | El mundo de Luis Alexis Leiva

Una travesía desde el entierro prematuro de Poe a la Salamanca y la Cueva del Diablo

Por José María Marcos | Especial para Insomnia | Edición 201 (Mayo de 2024)



Un chico observa un libro abierto, voluminoso, tapa dura. Lo abre despacio, con cierta reverencia. Está recostado boca abajo sobre una alfombra pequeña, cuadrada y mullida, color crudo, que está a punto de trasladarlo desde la seguridad del ámbito familiar a una región desconocida, deslumbrante, repleta de peligros. Sus ojos casi no parpadean cuando entran en contacto con las hojas amarillentas. Cauteloso avanza en la lectura, y mientras descifra el sentido de cada palabra, escucha el susurro de un narrador hablando de las formas del miedo. Menciona un espanto que no lo deja dormir. La casa se transforma en una cueva. A su alrededor se acumulan sombras. El extraño dice “catalepsia”, menciona ciudades lejanas, nombres de libros rarísimos, comenta un sueño de un demonio que le muestra una visión con infinidad de personas retorciéndose bajo la tierra, y lo más estremecedor: reseña “casos reales” de mujeres y hombres que fueron sepultados y nadie se dio cuenta de que aún estaban con vida. La postal infantil le pertenece al escritor Luis Alexis Leiva, quien en diálogo con INSOMNIA evocó el impacto que tuvo la primera lectura de “El entierro prematuro” (1844) de Edgar Allan Poe (1809-1849): “Yo tendría ocho años. Con mi primo le habíamos robado a su padre un libro que parecía que tenía historias de terror. No teníamos permitido leerlo. Lo tomamos a escondidas. El momento de la alfombra es de cuando me tocaba tenerlo a mí. El libro se llamaba Narraciones extraordinarias. La lectura me provocó fascinación, placer, excitación. Tengo un sentimiento de entrar en lo prohibido, en una zona de tinieblas. El mundo exterior le transparentaba a mis sentidos su aterradora presencia. Incluso recuerdo el cuento de ese instante: ‘El entierro prematuro’. En ese momento descubrí un placer que no sabía cómo procesar bien, ni de dónde salía, ni nada, pero lo quería todo. En mi casa no había biblioteca. Mis padres ni siquiera habían terminado la primaria. Éramos muy pobres. Pero algo ahí, en esas páginas, lo había cambiado todo y desde entonces nada fue igual”. Tras aquel momento iniciático, la lectura y la escritura nunca abandonaron a Leiva: “El placer de leer me llevó a la escritura, y durante la adolescencia me zambullí de lleno a los intentos con el lenguaje —contó—. Obvio que empecé con poesía. Dado que escuchaba mucho rock, mi enlace más directo fue con la poesía. Ojalá nunca se encuentren esos primeros intentos de historias versificadas”. Más de treinta años después, Leiva acaba de publicar Baviano (2023), novela que forma parte de la Colección Muertos (terror) del sello Muerde Muertos. Allí propone una historia de horror, fantasía y misterio en un viaje desde el Medioevo al siglo XXI, con conexiones entre la región de Salamanca y el pueblo catamarqueño de Baviano. Aborda el mito de la Salamanca (espacio en el que brujas y demonios imparten sus enseñanzas y celebran aquelarres) y lo cruza con la leyenda de la Cueva del Diablo (donde el demonio recibía a sus discípulos). Nacido el 25 de agosto de 1979 en Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, su familia proviene de Baviano, pueblito de Catamarca, donde se sitúa gran parte de la trama de la nueva novela. Es autor además de Grietas (2007), Cuentos new age (2013) y Un barrio silencioso (2019). En esta entrevista nos habló de sus primeras lecturas, el origen de Baviano, su relación con los medios audiovisuales y los proyectos en marcha.


CERVANTES, EL MEJOR DE TODOS

Luis Alexis Leiva estudió el profesorado de Lengua y Literatura en el ISP Joaquín V. González y brinda talleres literarios. Es columnista de radio, podcaster, streamer y productor. Está iniciando la décima temporada del podcast El Sonido y la Furia (junto a Matías Pertini), lleva adelante el streaming #CebadoXLibros (por Youtube) y espera volver pronto a Radio Provincia con Narraciones Extraordinarias (programa que él produce , con la conducción de Enzo Maqueira). “En cuanto a la escritura —señaló—, tengo tres novelas cortas terminadas. Un libro de ensayos sobre escritura en proceso de terminar, muy avanzado. También una novela pseudopolicial. Hay bastante aún por publicar y algunas cosas para terminar”.
—Al hablar de lecturas que te marcaron, ¿a quiénes nombrarías como fundamentales?
—Arrancar por Poe ya lo pone en uno de los primeros puestos. Pero también tengo que nombrar a Cortázar, a Borges por supuesto. Para mí el mejor de toda la humanidad es Cervantes. Pero para no ir con los clásicos te voy a nombrar esos autores que me gustaron mucho, mucho, que los leí con pasión e instinto coleccionista en mi temprana juventud pero que no son los obvios: Enrique Symns, Dalmiro Sáenz, José Sbarra, Antonio Muñoz Molina, claro que Stephen King está dentro de mis amores, los dos primeros libros de Marcos Aguinis, Oliverio Girondo, William Burroughs, Truman Capote. 
—¿Das este material en tus talleres?
—En cuanto a mis talleres literarios uso todo material que sirva para aprender herramientas de escritura. La idea del taller es adquirir lo que yo llamo “ojo de escritor”, que consiste en leer para aprender a escribir. No nos centramos en el qué sino en el cómo. Vemos cómo los escritores y escritoras hacen lo que hacen para poder aprehender esa herramienta. Leemos buscando los mecanismos, las formas. En cuanto a la relectura, sí, soy de releer mucho. Sobre todo para usarlo en los talleres. Recuerdo algún recurso y lo busco, releo, voy y vuelvo sobre ciertas lecturas de la que aprendí mucho. Por ejemplo: Fredric Brown, Capote, Faulkner, Cortázar.
—En todos los espacios de difusión le prestás especial atención al trabajo de los contemporáneos. ¿Cómo fuiste cultivando esta relación con la literatura?
—La radio es una de mis pasiones, de modo que hacer radio sobre libros resulta la unión perfecta para mí. La relación con la literatura contemporánea fue de la mano de participar de lecturas, de presentaciones, de leer publicaciones independientes o under. Para cualquier autor que arranque queriendo publicar o aprender a escribir mejor, conocer gente es fundamental. Así como me ayudaron a mí, quiero compartir los espacios para la difusión de autores y autoras que no muchos conocen. Hay que participar de los grupos, de los eventos. Para que te lean tenés que leer a otros, para que vayan a tu evento tenés que ir a otros eventos. Tanto en el taller como en el stream como en el podcast siempre sostenemos que la literatura no es una tarea solitaria, siempre es social, comunitaria. Leer y escribir no son actividades que hacemos aisladamente, son una manifestación de lo humano en sociedad.


DEL CROSSROAD A LA SALAMANCA

—El antropólogo Daniel Granada, en Supersticiones del Río de la Plata, señala las relaciones entre la Cueva del Diablo (Salamanca) y la leyenda de la Salamanca (muy presente en el norte argentino). Baviano se hace cargo de estas conexiones. ¿Cuál fue el impulso para su escritura?
—Fueron varios. El primero es puramente teórico. Para un congreso de estudios americanos, con un amigo hicimos la comparación entre dos leyendas:  la Salamanca (como escuela del inframundo en Argentina) con el Crossroads (donde el demonio es proveedor de habilidades musicales, en EEUU). En ambos casos, el diablo es dador de cultura. A partir de este artículo, y en la misma línea, se me ocurrió que podía escribir una novela sobre las relaciones entre la Salamanca, de Argentina, y la Cueva del Diablo, de España. A esto se le sumó una historia personal. Mi familia viene de Baviano, un pueblito que está monte adentro, a muchos kilómetros de cualquier ciudad. Esa conexión personal, sentimental, familiar y amorosa latía en mi buscando salir. Buscar una voz literaria, un estilo, una forma propia, fue volver a los raíces, abrevar de esa fuente familiar para encontrar “mi tema”. Ya había escrito sobre el barrio, sobre mis lecturas, sobre Borges y Faulkner. Era hora de hablar de algo realmente propio, mío y original, en el sentido de “origen”. Entonces, el impulso podría decirse que fue ponerle al texto todo lo de mi posible. Eso no quiere decir que sea autobiográfico ni mucho menos. Qué más quisiera que ser un mago del siglo XVII y conocer a Cervantes.
—La familia de tu abuela vivía en Baviano, pueblo que es central en el relato. En una nota para la sección “Mundos íntimos” (Clarín, 13/11/2020) decís que “era y es un pueblito extremadamente pobre, rodeado de ríos, cerros y montes. Queda en el Departamento de la Paz, provincia de Catamarca. La ciudad más cercana está a 16 kilómetros de distancia por rutas sin asfaltar ni transporte público”. A la hora de hablar de la localidad, ¿cuánto hay de histórico, de invención, de leyenda, de evocar viejas voces familiares?
—Hay todo. Y de todo. Hay historias familiares camufladas con ficción. El ambiente, la naturaleza, todo eso, busco que sea lo más fiel posible a lo que percibo y siento cuando voy. Incluso, en lo referente al origen del pueblo, hice una investigación de la que salen ciertos nombres, y ciertos datos históricos. Lo fantástico hace que todo sea más digerible y divertido. Incluso reparador. Por ejemplo: que aparezca una entidad sobrenatural que vengue una injusticia criminal es mejor que la realidad cruda y terrible en la que no hubo justicia alguna, sólo daño y miseria.
—¿Investigaste mucho para la creación de esta novela?
—Como te dije antes, la investigación es la de la ponencia. Por lo tanto, El imaginario del diablo, de Ricardo Santillán Güemes, me sirvió muchísimo. Luego recurrí a archivos online sobre los orígenes del pueblo de Baviano. Todos datos oficiales, líneas de tiempo, nombres fundadores. Las fuentes que consulté fueron muchas, antes de escribir y mientras.
—Mezclás la historia y la literatura universal con menciones a Lady Gaga, comedias argentinas de los 2000, canciones de rock, tango, rancheras, milongas. Leandro Arias, en la contratapa, dice: “Baviano es una sólida novela de ritmo sincopado, como una chacarera que une a Cervantes con Bowie y a Di Fulvio con la nigromancia”. ¿Qué podés decirnos de estas mixturas?
—Puedo darte una respuesta serie y otra jocosa, ambas verdaderas y simultáneas. La respuesta seria: pensando en Sandman, de Neil Gaiman, quise hacer esos cruces en los que los personajes estén atrás de cada cosa que conozcamos, hasta la más superflua. Como que Joan Xuárez haya pensado en la letra “Volver” y que especule en dársela en sueños a algún cantor. Creo que la realidad es lenguaje y la literatura moldea de forma estética esa materia, puede jugar y recrear sobre lo no demostrado, los huecos de la historia, lo espacios en blanco de la historia oficial. La respuesta jocosa: lo hice porque me pareció divertidísimo. Incluso hay una letra de The Smith que sirve como final de una historia. Hay frases de los Redondos, canciones mexicanas, insultos fuera de registro. Lleno de giladas para divertirse.
—La edición cuenta con ilustraciones de Marcelo Marchese que proponen una imaginería visual. ¿Cómo trabajaron?
—Siempre es un placer trabajar con profesionales como él. Le gustó tanto la novela y se comprometió tanto con el proyecto que su trabajo fue mucho más allá de lo requerido. No puedo más que estar agradecido con su trabajo y su generosidad. Cuando pensé en él para incorporarlo, le pasé el texto. Lo leyó con tanta pasión que hasta deseaba una versión ilustrada punto por punto. Luego me fue presentando algunos bocetos y así se fue definiendo su lectura visual de la novela.
Baviano incluye la antología Cuentos montaraces, que puede bajarse a través de un código QR (incluido en la publicación de Muerde Muertos). El prólogo y la edición está a cargo de Emanuel Rosso (director de la revista Gualicho) y cuenta con relatos tuyos y otros de Pablo Martínez Burkett, María Negro, Matías Castro Sahilices, Leandro Arias, José María Marcos, Marcelo Rubio, Fernando Farías y Ludmila Ana Ludueña. ¿Cómo surgió esta antología de fantasía y terror rural?
—Como todas las cosas tiene más de un origen. En una charla, hablando sobre la salida de Baviano, un amigo editor y escritor nos contó a mí y a Leandro Arias que alguna vez evaluó impulsar una antología de cuentos weird gaucho y que mi relato “Doña Dominga”, del libro Cuentos new age (2013), estaba en la mira. Yo me quedé repasando el asunto y se me ocurrió que podíamos hacer algo en esa dirección. Dentro de la novela aparece la mención a un antología titulada Cuentos montaraces. Hablé con Emanuel Rosso para hacer real esa antología ficticia y todo cobró cuerpo. Un lujo y un placer que tantos buenos escritores participen y se hayan copado con esta locura.

UN SALTO, EL CINE Y LA SALAMANCA

—Además de Baviano, publicaste Grietas (2007), Cuentos new age (2013) y Un barrio silencioso (2019). En lo personal, ¿qué continuidades y qué diferencias encontrás en relación a la nueva novela?
—No sé si hay una continuidad. Lo que hay es un salto. Esta novela para mí marca un cambio de rumbo en mi escritura. Es muy importante para mí. Por eso también es que lleva el título que lleva. Me habían recomendado mucho cambiarlo, para que sea más descriptivo o directo. Pero no pude hacerlo. Es una revancha personal que el pueblo de mi familia aparezca en la tapa de un libro y sea fundamental en la historia. Hay que hacerse cargo de lo que uno es, de dónde viene, y este es mi homenaje a todo eso. Creo que en los libros anteriores estaba experimentando, jugando con las cosas que había aprendido, probando herramientas del lenguaje, aprendiendo a escribir decentemente. En Baviano quise ir por más: ya los juegos estaban hechos, las herramientas básicas aprendidas, algunos firuletes más, y era hora de escribir realmente bien; y si fuera posible, tal vez, en algún momento, tocar aunque fuera apenas al verdadero arte. 
—Te propongo un juego: si Baviano llegara a lo audiovisual, ¿con qué director/a te gustaría que sucediese? ¿Por qué? ¿Con qué elenco?
—¡Me encanta! Y como todo juego hay que jugarlo en serio. Por renombre y visión, podría pensar en Lucrecia Martel para la dirección. Sería lindo verla dirigir algo con tanto nivel de fantástico. Pero, si lo pienso en ese sentido, Andrés Muschietti y Nicanor Loreti lo entenderían más. Incluso Nicanor le pondría ese tono divertido suyo que me gusta. Otros directores podrían ser Demián Rugna, Alejandro Fadel o Marcelo Schapses. Con los actores me resulta más fácil: de Joan Xuárez pondría a Leonardo Sbaraglia y de Ignacio Bustos a Rodrigo De la Serna. De Maestro Supremo me hubiera gustado Alberto Laiseca, pero Juan Palomino estaría muy bien. Como Julieta, pondría a Julieta Díaz. Como Lucién, a Jean Pierre Noher. Podría seguir así hasta aburrirlos.
—La Salamanca es como una universidad donde el diablo y sus secuaces dictan cátedra. ¿Qué destreza te gustaría aprender o perfeccionar en este ámbito?
—Cantar. Definitivamente, me gustaría cantar bien, tener buena voz y expresión, embrujar con la voz.

MISERY ES UNA OBRA MAESTRA”

Al hablar de su relación con Stephen King, Luis Alexis Leiva contó: “En mi stream lo tengo en una imagen al lado mío cuando transmito. Está tomando su mate de Independiente. Leí muchos libros de él, sobre todo los de los 80, su mejor época. Siempre destaco The Green Mile por su gran capacidad dramática y la construcción de personajes populares. Luego recomiendo fervorosamente Misery, que es una obra maestra, sin dudas. Cementerio de animales, traducido de mala gana por César Aira, es muy divertido y profundo. Hay más, claro. Lo que destaco de la literatura de King es su característica más fundamental: escribe novelas realistas disfrazadas de fantástico. El fantástico para él es apenas una metáfora para hablar de problemas reales, profundos, de gente común, trabajadores, pobres, niños, adolescentes. Incluso lo que menos me atrae de él es cuando ‘aparece el mostro’. Otra cosa que siempre destaco es su desparpajo para experimentar en la narración. No importa cuán bien quede o no, se nota que intenta hacer cosas raras para divertirse y lo logra. Se aprende mucho leyéndolo bien”. 

Cuento | Doña Dominga (*)

Por Luis Alexis Leiva

Abajito de un tala la vi,
por ser montaraza.

Carlos Di Fulvio, Campo afuera

I

Agradeció despertar de la pesadilla de todas las mañanas.
Al abrir los ojos húmedos, lo primero que vio fue el viejo horcón que sostenía añoso el techo del rancho desde aquella mañana en que el padre lo levantó y afirmó por primera vez.
Levantó de la cama su cuerpo y la pesadez; la cabeza gacha, cerrando los ojos cansados, frotándose los brazos; y si bien el aire estaba frío, salió en camisón al patio. Aún no había salido el sol.
Se quedó un momento parada en la intemperie, respirando hondo, y cerrando los ojos; tratando de borrar las imágenes del sueño de esa noche. Si ella no supiera lo que sabía, le hubiera sido increíble y digno de plantear en un médico: todas las noches, durante muchos años ya, soñaba los mismos sueños. Todas las noches, todos los días, todas las veces; turnándose las pesadillas una con otra, pero siempre las mismas. Unas veces, como la de hoy, soñaba con su padre; ese hombre al que había admirado y odiado en proporciones iguales.
Don Hugo era un gaucho verdadero: recio, valiente, pendenciero, bruto; como debieran ser los hombres. No sabía ni leer ni escribir, pero se sabía el Martín Fierro de memoria. Por lo menos la primera parte. Decía que La vuelta era para “viejos flojos”. Sin embargo ella lo escuchó recitar varios versos del viejo Vizcacha. Además, sabía domar, cortar leña tan rápido que daba miedo, beber toda la noche sin caerse, tocar en la guitarra las zambas más lindas, las viejas, las criollas de verdad. Su voz era ronca, aguardentosa. Tenía todas las mujeres que quería, incluida a Ramona, la que luego sería madre de Dominga. Por su madre, en cambio, Dominga sentía lástima, pena, desprecio.
A su padre nunca lo soñaba en la versión que le gustaba... Siempre soñaba en detalle, la noche en que él entró en su cama cuando niña. Su madre dormía en el otro rancho, sola, cerca de la heladera.
En el sueño revivía la vergüenza, el dolor, el llanto. Para las demás veces ya se había acostumbrado; casi lo esperaba como a una rutina. Pero por eso soñaba la primera vez, la peor.
La joven Judith, al verla desabrigada y quieta bajo el frío matinal, corrió a taparla con una chalina de lana, tejida por ella misma.
—Tranquila, m’ija... Tomaba aire nomás.
—Se me va a enfermar, abuela.
—Vaya a poner la pava, vaya. Yo me lavo y voy pa’ lla.
Puso agua fría en una vieja palangana de aluminio. La apoyó sobre el ladrillo de cemento (el jabón chorreaba por el costado gris y poroso) y se lavó la cara, los brazos.
Cruzó el patio de tierra hacia la cocina que emanaba humo del fogón. Su caminar era lento y dificultoso. Los perros se le cruzaban en el camino, y las gallinas comenzaban a bajar de su árbol al canto de gallo.
Entró encorvada y sonriente a la cocina, tiznada por dentro. Judith ya la esperaba con el primer mate.
Mientras Dominga, sentada en la silla de lona, tomaba el mate, Judith le hacía una trenza en el pelo gris y largo, largo hasta la cintura.
—¿Qué le pasa, abuela hoy?
—Nada m’ija, sólo pienso. Recuerdo. Las viejas sólo tenemos recuerdos a esta edad. 
—Usted me tiene a mí también.
—Sí, pero no es mi nieta uste’, y ya sabe m’ija que no me gusta que me diga “abuela”.
—Es que yo la siento así, Doña Dominga.
—Sí, pero a esta edad, ya nos pesa la soledad. No es que no le agradezca lo que hace por mí. Sólo Mandinga sabe lo que le agradezco...
Judith se persigna.
—No hable así, Dominga, sabe que no me gusta.
—Pero cuando yo me muera, se lo pagaré bien —continuó la anciana sin prestar atención a las súplicas de Judith—. Uste’ es joven, debería buscarse un buen hombre pa’ hacer su familia. No es bueno que una chinita como uste’ viva tanto tiempo con una vieja como yo.
—A mí me gusta estar con uste’.
—Sí, ya lo sé —contestó sonriendo. Se acordó de otra joven que antes ocupaba el lugar de Judith: la Zamira. Recordó una conversación similar pero en otro tiempo. Ella también era joven, aunque bastante mayor que la Zamira. En realidad, la relación era distinta porque Zamira iba a su casa para aprender los quehaceres. No tenía madre, y su padre trabajaba en el monte todo el día. Dominga le enseñaba a cocinar, a montar a caballo, a cuidar las cabras, a prender un buen fuego; a bailar la chacarera. Una mañana charlaron de lo mismo: los sueños de Dominga. Nunca contó qué soñaba ni por qué. Cada mate que pasaba de mano provocaba un roce tibio y tembloroso de los dedos. Dominga era la que armaba las trenzas aquella vez, y a cada pausa le acariciaba el cuello, le respiraba cerca de la oreja. Se confiaron secretos. Se miraron a los ojos palpitantes. El olor a humo del fogón, el calor del brasero, la pava tiznada que calentaba el mate que ya tenían olvidado en caricias secretas, en las miradas primitivas y deseosas. Sólo fueron testigos de su primer beso las paredes de adobe y el piso de tierra. Un perro que estaba echado cerca del fuego las miró impasible. Sus cuerpos maltratados por las tareas del campo, se desnudaron y se entregaron.
Pero ahora no tenía edad para seducir a nadie. Judith era joven, hermosa y tímida. Se notaba que la quería. Si lo intentaba, sabía que podría lograrlo. Pero ya ni fuerzas ni interés le quedaba para esas cosas.
—¿Por qué nunca se casó, abuela?
—Nunca encontré a ningún hombre como mi padre.
—Debe haber sido un buen hombre.
—No, era un viejo hijo de puta.
Judith quedó asombrada y perpleja por la respuesta, pero no se atrevió a preguntar más.
La mañana pasó en silencio, las dos trajinaban en las tareas del rancho. Judith buscaba agua con la zorra, daba de mamar a los cabritos, cortaba leña, preparaba el pan en el horno de barro, ordeñaba las cabras, limpiaba los chiqueros. Doña Dominga daba de comer a las gallinas, cosechaba tunas, preparaba el arrope, barría el patio con la escoba de jarilla, cocinaba el puchero.
Judith fue a buscar vino y algunas otras cosas al almacén de doña Felipa. Al volver tenía una sonrisa amplia y emocionada.
—¿Por qué venís con esa cara de zonza? ¡Ni que te hubieran hecho parar las patas en el monte!
—¡No, abuela! Le tengo una buena noticia. ¿No adivina?
—¡Al Augusto se lo culiaron los changos cuando estaba machao’! Porque un día lo van a hacer en cuanto siga jodiendo. Se pone de pesao’ cuando toma.
—¡No! —contestó Judith, casi ofendida—. Me dijo doña Felipa que hoy a la oración viene un guitarrero que canta en la radio.
—No ha de ser en la radio, será en las peñas.
—No, en la radio. Es amigo de Don Vicente.
—Ah, qué buen hombre es Don Vicente. Todos los inviernos nos trae leña. Me hubiera casado con él si no fuera que es tan blandito. No sabe cantar ni tocar la guitarra. Pero él sí que se hubiera casado conmigo. Una vez me vio bailar y ya lo tuve acá en el racho arrastrándome el ala todos los días. Peor que cusco alzao’.
—¿Y por qué no se casó con él, si es tan bueno y la quiere tanto?
—Ya te dije, chinita zonza, que no sabe tocar la guitarra ¿Cómo quiere que baile si no sabe tocar la guitarra? Tendría que bailar para otro siempre — contestó Dominga casi ofendida.
Con la olla de puchero humeante en el medio de la mesa, Dominga se dispuso a hablar.
—Ayer fui a buscar la plata al pueblo. Hoy te voy a pagar lo de este mes ¿sabés?
—No, abuela, quedesé tranquila. Guarde su platita pa’ cuando quiera algo pa’ uste’.
—Yo ya no necesito la plata, estoy vieja y cansada. Mandinga va a venir a llevarme un día y no lo voy a convencer con plata. Así que ¡pa’ qué mierda la quiero!
Judith se persignó y rezó algo rápido en voz bajita, horrorizada por lo que escuchaba.
—¡Ay abuela! ¡Callesé!
—Además vas a necesitar plata pa’ cuando yo me vaya a dormir y vos te quedes en la fiesta de esta tarde.
—¿Vamos a ir? —preguntó Judith, sin disimular la alegría.
—Ahá...
—¡Sí! ¡Le va a hacer tan bien salir un poco! Además se la ve tan linda cuando baila. ¡¡¡Quiero verla otra vez!!! —y se paró para ir a besarle las mejillas y a abrazarla.
—¡Estate con juicio, estate con Juicio que estamos en la mesa! —decía Dominga mientras trataba de sacarse de encima a la joven impulsiva.
—Sí, perdón, perdón —dijo Judith sentándose otra vez. Pero no podía borrar la sonrisa morena y feliz.
La anciana, luego de almorzar, se fue a dormir la siesta. Sabía lo que le esperaba, pero ya estaba tan acostumbrada que no intentaba retrasar para nada el encuentro con los sueños. Más que costumbre, lo que sentía era una resignación de pena cumplida. Sabía lo que iba a soñar a esa hora. Por las noches era su padre, por las tardes era lo otro.
Una vez dentro del rancho, se desvistió a medias, se recostó sobre la cama desvencijada y cerró los ojos con miedo.

II

—Bienvenido Don Carlos, pase, pase. ¡Gracias por venir!
—Gracias. Cómo no iba a venir, habiendo acá gente tan linda.
—¡Es que usted debe estar de ocupado! entre la radio, la tele y los festivales.
—No se crea. No soy tan solicita’o.
Carlos se sentó en un banco de troncos, hecho para estar en el patio. Afirmó la guitarra enfundada en la pared del rancho. Se dispuso a recibir unos mates.
Don Vivas se le acercó y le avisó que más tarde iba a empezar a preparar el asado.
Tomaron un par de mates, charlando de todo un poco. Las gallinas ya estaban enfilando para el gallinero. Los perros corrían y daban vueltas moviendo la cola al ver llegar a la gente.
Carlos comenzó a templar la guitarra.
Risueño y misterioso les hablaba a los nenes que todavía andaban por ahí.
—Dicen que el diablo afina al aire —mientras él mismo tensaba las cuerdas sin tocar los trastes del cuello.
Los ojos infantiles esperaban que la mirada del guitarrero se convirtiera en fuego.
—Yo escuché la otra noche, a la salamanca —contó uno de los niños muy, muy serio —estaba ahísito, parado en la puerta’ el sitio y la escuché para allá, pal monte.
—Te creo —contestó Carlos en tono confidencial—, yo también la escuché varias veces. Y más que eso, también —comenzó a arpegiar las cuerdas.
Doña Elvira, que estaba cebando los mates, le reprochó en broma.
—Como le gusta asustar a las criaturas. Pobres changuitos, después no los puedo hacer dormir. 
—¿Se imagina? Si yo hubiera ido a la Salamanca, no estaría viviendo donde vivo. Me hubiera ido a Europa, o a la capital, enyenos los bolsillos e’ plata.
Doña Elvira lo miró como sin decidirse en contar algo terrible. Pero sólo se limitó a decir:
—No necesariamente.
Carlos la miró sorprendido y entre risas dijo:
—¡No me va a decir que uste’ cree en esos cuentos de chicos!
—No hace falta creer, sólo ver —y tratando de cambiar de tema—, ¡pero tóquese algo nomás!
Carlos templó la guitarra un poco más y cuando estaba dispuesto a tocar, los perros ladraron de una manera terrible, asustados. 
Entrando por el portón, venía Doña Dominga con Judith en las ancas del caballo zaino.
Doña Elvira, habiéndolo escuchado, le dijo en voz baja.
—No le mencione nada sobre la canción que le compuso uste’, a ella no le gusta mucho.
Dominga caminó con paso firme y seguro hacia la dueña de casa. Sus ojos parecían brillantes y hermosos, totalmente diferentes a los de esa misma mañana: llameantes. Judith iba prendida a su brazo, como protegiéndose más que protegiéndola. La postura encorvada de Dominga, era una huella casi imperceptible de otras épocas, otros sueños, otras vidas.
Luego de saludar a todo el mundo con una sonrisa preciosa, se acercó a Carlos y con firmeza le preguntó.
—¿Uste’ es el que canta en la radio?
—A veces —contestó tímidamente Carlos sin poder evitar el de’javú, como si Dominga no lo conociera.
—¿Y cuándo empieza el baile? —preguntó la anciana.
—Cuando uste’ guste.
Y ahí nomás empezó el baile. Ella se movía a su antojo. No podía decirse que bailara bien, ni correctamente. Era casi un estilo libre. Algo tosco y rústico. Pero nadie podía sacarle la vista de encima. 
Arrastrando las alpargatas en el patio de tierra, con el pañuelo al viento, la mano en la cintura, zarandeando la pollera yuta, la trenza era una mariposa pululando la flor.
Carlos no podía dejar de tocar, la miraba y casi temblaba. Pero sonreía y seguía meta tocar la guitarra, meta chacarera, meta zamba, estilo y copla.
Se hizo una pausa para que el pobre guitarrero cansado vaya al baño.
Judith no le sacaba los ojos de encima a su Dominga. La veía tan hermosa en las noches de baile. Era tan distinta, tan fuerte. Le daba pudor hablar de ella así.
—¿Vos no bailás?
—No me saca nadie, pero me divierto mirándola.
—¿Te acordás que te dije hoy que yo tengo sólo dos sueños?
—Sí: uno era sobre su tata. Del otro no me habló a la final.
—Es que el otro es muy complicado. En el sueño hay sapos cantando, pero cantando como cristianos. Y un quirquincho que toca el violín. Es como un baile. Mucha gente. Algunos conocidos, otros no. Animales que imitan a los hombres. Y hombres que imitan a los animales. Y yo voy monte adentro, derechito hacia donde están. Y siempre es lo mismo: yo escupo y entro. Y no me cuesta nada. Es tan fácil, tan simple. Después es todo un desorden. Y algo que está acá adentro sufre. Nunca la paso bien soñando. Hay un zorrino que me mea cada vez que pasa y yo le beso el culo. Es terrible, pero no puedo evitar hacerlo. Y ¿sabés qué es lo peor de todo?
—¿Qué, abuela? —preguntó Judith con ternura.
—Que en realidad yo nunca sueño. Yo recuerdo.
Entonces, llegó otra vez el guitarrero. Doña Dominga se paró, se le acercó a Judith y besándole los labios le dijo.
—Gracias mi’hijita. Gracias por todo.
Y se fue a “la pista”.
Pero esta vez el baile era distinto. Había algo en ella que la hacía terriblemente atractiva. Sus movimientos eran gráciles. Era un ser sin edad. Ya no necesitaba pareja de baile. El guitarrero tocaba una chacarera pero sin cantarla. En su mente sólo resonaban las palabras “no hay que creer, sólo hay que ver”.
Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo. Sólo la miraban. Ella sola bailando en el patio. La tierra volaba como nube o niebla. Y la luna la iluminaba tan mágica que parecía mentira.
Todos: hombres, mujeres, niños, perros, gallinas, estrellas. Todos la miraban extasiados, a punto de desmayarse. Los ojos imposiblemente abiertos, las bocas ya babeando. Y ella bailaba, bailaba, brillaba. Los hombres eyaculaban en sus pantalones, las mujeres se orinaban en las enaguas. Y luego los perros lloraron, y las lechuzas gritaron, y las estrellas parpadearon más cercanas. Los oídos empezaron a sangrar. Las narices también. La guitarra sonaba sola. Los ojos de Carlos lloraban sangre. Los demás ojos también sangraban. Y como en un giro final, Dominga brilló como una nova. Y desapareció.
A la mañana siguiente, todos amanecieron muertos. Los caranchos revoloteaban el patio. Algún perro dormilón daba vueltas sin rumbo. 
Hacia el mediodía las moscas ya hacían su paseo hambriento. Durante la noche siguiente al baile, no dejó de sentirse una música preciosamente encantadora, a lo lejos, en el monte. Pero nadie puede encontrarla si no está dispuesto a dejarlo todo. Dejarlo todo por obtener algo que se desea de verdad. Tal vez lo encontremos, tal vez no. Pero perder, perdemos seguro. Y si encontramos lo que queremos. ¡Ah, cuán felices podemos ser!

(*) Integra el libro Cuentos new age (2013) de Luis Alexis Leiva y la antología Cuentos montaraces (2023), con autores varios, que forma parte del universo de la novela Baviano (2023).