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La mujer regresa al pueblo luego de haberse establecido durante diez años en Capital Federal. Ese exilio es consecuencia de una tragedia familiar y de fantasmas personales que la atormentan. Pero la enfermedad de su madre la obliga a volver a su pueblo y a enfrentarse a un pasado que consideraba enterrado. En ese reencuentro la protagonista sostiene: “le temo al pueblo, a su condición de cofre, a su posibilidad de encerrarme”. Releyendo sus diarios personales y los escritos de su juventud, Victoria comienza a digerir y a expulsar eso que la había mantenido en un estado de apatía depresiva durante una década. El regreso, en realidad, la conmina a superar el miedo que la atenazó siempre. Es en ese pueblo sin vida donde Victoria reconstruye su existencia, sirviéndose para eso de los fragmentos y pistas que dejó tras de sí.
Viaje al principio de la noche es un excelente debut que se ralentiza por algunos excesos en la inserción de largos exordios históricos y de algunos experimentos poéticos que no terminan de cuajar. Sin embargo, la novela mantiene en vilo y el desenlace justifica las aparentes vaguedades del comienzo del libro.