El escritor argentino (Santa Fe, 1965) es el inaugurador de la literatura zombie contextualizada en el México prehispánico con su relato “El embuste de Oxlahontikú”. Escribe: Ricardo Rincón Huarota para Globedia de México (*)
La literatura fantástica rioplatense
En los años setenta del siglo pasado, el escritor argentino Julio Cortázar se preguntaba por qué en la zona del Río de la Plata se había desarrollado con gran fuerza la literatura del género fantástico —terror, ciencia ficción y fantasía—, mediante la pluma de excelsos escritores argentinos y uruguayos.
Después de un concienzudo análisis, Cortázar bien a bien no supo hallar la respuesta de tal florecimiento literario (inaugurado, de acuerdo con el crítico Paul Verdevoye, a finales del siglo XIX), pero apostó por dos explicaciones: una de ellas era simple y sencillamente el azar y, la otra, al gusto por lo “gótico” que tenían los escritores rioplatenses, derivado de la influencia de reconocidos autores clásicos como Edgar Allan Poe, Robert L.Stevenson, Ambrose Bierce y otros.
La proclividad por los temas fantásticos no se circunscribía a una burda imitación de esos admirados maestros, sino a una auténtica reformulación de sus cánones y enseñanzas, lo que generaría el nacimiento de una literatura fantástica típicamente rioplatense. Así, esta abrevaba de lo más granado de los autores del género a diferencia —de acuerdo con el propio Cortázar— de otras regiones donde se consumía un tipo de literatura más primaria que subyugaba a literatos y lectores.
No es este el espacio para debatir los distintos puntos de vista del llamado Gran Cronopio, pero lo que sí quisiera destacar es cuánta razón tenía cuando reconocía la existencia de una pléyade de magistrales escritores del género fantástico, tales como Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Bioy Casares, Jorge Luis Borges, entre otros muchos más y, que por fuerza, habría que añadir a Julio Cortázar a la extensa lista.
El fantástico argentino hoy
En la actualidad, hay varios escritores rioplatenses herederos de esa dinastía que he seguido de cerca ya que continúan interpretando de manera muy particular lo fantástico, pues ahora lo contextualizan con temas como el entorno político, el ambiente urbano y la vida cotidiana.
Asimismo, es de hacer notar que algunos autores argentinos sienten una fascinación especial por las grandes civilizaciones prehispánicas que florecieron en nuestro continente. Cabe destacar que el mismo Cortázar vio en el mundo azteca material susceptible para sus relatos cortos tales como la “Noche boca arriba” y “Axolotl”, obras que nos remiten respectivamente a dos elementos propios de México: a la sacralidad prehispánica y al ajolote, una especie endémica de la región lacustre del Valle de Anáhuac.
Dentro del grupo de escritores sudamericanos que he tenido la oportunidad de leer con mucho interés destaca Pablo Martínez Burkett (Santa Fe, Argentina, 1965) quien ha desplegado su actividad básicamente en la creación de ficciones breves dentro del rico filón de la literatura fantástica, además de haber incursionado, precisamente, en temas de corte prehispánico. Escribe historias donde lo cotidiano se vuelve siniestro y tiene tres libros de cuentos de su autoría: Forjador de penumbras (2011), Los ojos de la divinidad (2013) y Mondo cane (2016). Ha publicado en antologías y revistas y ha obtenido diversos premios literarios. (Al final de este texto se pueden encontrar las ligas a los cuentos que se harán referencia en esta reseña, así como a la dirección electrónica del blog del autor).
Microficciones
¿Por dónde comenzar a diseccionar el quehacer literario del autor? A mi juicio, primero que nada, hay que ir a sus microficciones, esos minúsculos relatos cargados de horrores para provocarle al lector asombro y repugnancia sin necesidad de que los personajes acaben con los intestinos de fuera; a decir del propio autor:
Prescindo bastante de la sangre y apelo más a intentar ese miedo que nos asalta cuando de noche sentimos un ruido extraño y, sin importar la edad que tengamos, nos hace taparnos con las sábanas. Mi aspiración es retratar cuando lo cotidiano se vuelve ominoso, amenazador y aterroriza. Siempre ando intentando la torsión fantástica de lo real para volverlo horroroso pero apelando a los horrores personales de cada quien. En alguna reseña alguien escribió que le pongo letra a las pesadillas.
Para muestra de lo dicho pueden citarse sus relatos “La ciudad del silencio” y “La dosis” cuyo protagonista en ambos es el Dr. Miles Burford, un científico sin escrúpulos que a través de abominaciones varias —frase utilizada por el autor en el primer cuento y que sirvió para dar título a esta reseña— no tiene cortapisa ética alguna para la realización de sus experimentos en seres humanos. La cualidad de estas narraciones es que si bien son una unidad en sí mismas, al mismo tiempo son complementarias.
Otro mérito es que el autor aplica de manera contundente, en tan poco espacio, los requisitos que demanda el género cuentístico; esto es, los fundamentos literarios creados hace casi dos siglos por Edgar Allan Poe, referentes a suceso único, brevedad, tensión, clímax y final sorpresivo, aspecto este último que cumple casi de manera religiosa en cada una de sus creaciones. Esto nos muestra el sello del autor, un estilo claramente definido que está presente en casi todos sus cuentos, desde las microficciones hasta en los relatos más extensos.
Dentro de la misma categoría de microficciones se encuentra “El retorno de la crisálida” un cuento de vampiros que, sin caer en los clichés que han desgastado al género, logra enganchar al lector que bien a bien no sabe qué es lo que está pasando en un quirófano en la fase previa a la operación de una mujer que es acompañada por su hija. El sentimiento de desesperante incertidumbre a la que nos somete el autor es altamente recompensado en el último párrafo del cuento cuando nos asesta, a través de imágenes inesperadas y aterradoras, las verdaderas razones por las cuales era necesaria esa cirugía que se practicaría en la clandestinidad del mercado negro de órganos.
La fina repugnancia del cuento —en este caso vale el oxímoron—, me hizo recordar aquel magnífico relato de la célebre escritora británica Tanith Lee, titulado Nunc Dimittis, en que de manera elegante la autora da un interesante twist a los clásicos cuentos de vampiros.
Otro ejemplo de microficción con la indudable impronta de Martínez Burkett es “El payé” (que significa hechizo en lengua guaraní), donde una mujer acude con una curandera para la realización de un conjuro que haga regresar a su marido ausente. La narración es cerrada con broche de oro pues su final sorpresivo se nos queda en la cabeza durante horas tan sólo de imaginar los escalofriantes eventos que, sin ser mencionados por el autor, se desenvolverán cuando surta efecto el payé. En este sentido, es doblemente meritorio este relato ya que si bien el cuento tiene remate, al mismo tiempo queda abierto para que el lector fantasee conforme a sus propios terrores internos.
En “Un extraño caso de espejismo en la Laguna Epecuén”, microficción que continúa con la saga de los científicos locos —en esta ocasión, el Dr. Halibert Webber—, un hospital abandonado y un cementerio enmarcan los experimentos siniestros que realiza el galeno. Como en las ficciones anteriores, la estructura del relato cuenta con las pautas características del género y cumple con la misión de crear tensión y coronar la historia con un final inesperado que acaba descolocando al lector.
Otros casos de narraciones breves son “Perfidia circular” y “Anomalía teológica” que, a diferencia de los cuentos anteriores, nos remiten directamente a la civilización prehispánica que se desarrolló en Mesoamérica. A reserva de que más adelante trataré de manera más detallada el interés de Martínez Burkett por las culturas precolombinas, es necesario destacar que en estos dos cuentos se hace palpable el profundo conocimiento del autor por la historia y cosmovisión indígenas. Hace gala del manejo de fuentes etnohistóricas, de vocablos y conceptos de la cultura azteca y de la ritualidad inherente a los sacrificios humanos. Muy recomendables ambas microficciones que tienen además un alto vuelo literario.
Relatos
Ahora, abordaré tres cuentos con mayor extensión que me parecen significativos en la obra del autor. El primero de ellos “Regreso a Los Perales” da cuenta de un episodio militar de la historia argentina, cuyos protagonistas fluctúan entre personajes históricos y seres ficticios. Este relato muestra la habilidad del autor no sólo como contador de historias sino como un avispado explorador que sabe escudriñar en eventos históricos para transformarlos en ficciones creíbles. Lo interesante es que la extrañeza de este texto radica en que el autor nos va llevando por una senda que en primera instancia parece ser una historia lineal de tipo costumbrista pero que a mitad del relato, sin apenas darse uno cuenta, pasa a ser una trama onírica. Es decir, existe una línea divisoria imperceptible que separa la realidad del sueño y lo fantástico.
Martínez Burkett, hace gala del manejo de fuentes etnohistóricas, de vocablos y conceptos de la cultura azteca y de la ritualidad inherente a los sacrificios humanos
“El Dios de Piedra Negra” es un relato más extenso que forma parte del primer libro de cuentos del autor, Forjador de penumbras (2011), cuyo protagonista es Johann Nepomuceno Sepúlveda, un reputado pero afligido catedrático de una universidad ficticia. Como ya fue mencionado, encontramos en este relato de Martínez Burkett su interés por las culturas mesoamericanas (específicamente por la azteca y la maya) y diversos guiños con un buen número de episodios de la historia oficial sobre los estudios del México prehispánico.
Por ejemplo, durante el relato alcanzo a vislumbrar, evidentemente reformulados, ecos de la infructuosa búsqueda de los restos del último emperador azteca, Cuauhtémoc, por parte de una comisión investigadora nombrada en 1949 por el gobierno del presidente Miguel Alemán. Este hecho —que resultó ser un auténtico fraude dado que los supuestos huesos del Huey Tlatoani mexica encontrados en Ixcateopan eran en realidad los de ocho personas, incluidos los de una mujer—, forma parte del anecdotario de nuestra historia patria que intentaba, por decreto, dar un uso político a investigaciones pseudo científicas y arqueológicas. La historia de Martínez Burkett gravita en estos términos pues el uso ideológico de un numen prehispánico, el Dios de Piedra Negra, será la clave que determine el destino del protagonista del cuento.
Asimismo, observo que el autor pone al servicio de la narración su competencia y entendimiento de la mitología mesoamericana. En efecto, en la escena central de la historia, al atribulado profesor Nepomuceno le entregan un paquete de materiales que ponen en entredicho las teorías acerca de “El Dios de Piedra Negra”, que por tantas décadas ha defendido y que forman parte de la historia oficial. A través de una serie de fotografías, el erudito (alter ego del autor) logra desentrañar una historia distinta a la conocida, misma que es explicada desde las concepciones míticas mesoamericanas, de entre las cuales detecto la del ciclo mítico de Quetzalcóatl. No quiero espoilear el cuento de Martínez Burkett por lo que dejo al lector sumergirse en esa trama que tiene una buena carga de misterio, suspenso, tensión y, sobre todo, un final intrigante.
Dejé para el final el análisis del cuento “El embuste de Oxlahuntikú”, publicado en la colección El libro de los muertos vivos. Cuentos de zombies (Argentina, 2013), en virtud de que a mi juicio contiene una importancia capital: sin temor a equivocarme, es la obra literaria que inaugura los relatos de zombies contextualizados en el México prehispánico.
Literatura sobre muertos renacidos que infectan a seres vivos y se alimentan de carne humana hay por montones y esto ha llevado al género a que se ridiculice a sí mismo con historias disparatadas. En su cuento, Martínez Burkett se aleja de la superficialidad y la trivialización y construye un andamiaje argumentativo con base en sus conocimientos en la historia y la religión mesoamericanas, el manejo de fuentes etnohistóricas de primera mano y, por supuesto, en su buen quehacer literario.
El autor aplica la técnica literaria de la caja china, pues en realidad la narración contiene tres cuentos relativos a tres temas que al final se entrecruzan, a saber:
1) El interés obsesivo del científico Lorenzo Aguirre o Larry of Burghley (otro alter ego del autor y acrónimo de Harry Burkett), por una pandemia que quedó registrada en un manuscrito maya.
Como en “El Dios de Piedra Negra”, en este cuento Martínez Burkett nuevamente le otorga el protagonismo a una autoridad en el campo científico, quien se adentra en el conocimiento de una rara enfermedad sucedida en tiempos precolombinos y cuyo registro quedó plasmado en un manuscrito maya, el conocido Códice Grolier. El interés de Aguirre por este suceso es lo que empuja la historia hacia adelante.
2) El hallazgo, en el fondo falso de un baúl del siglo XVI, de la carta de relación de un fraile franciscano dirigida al rey de España, en la que daba cuenta de eventos escalofriantes provocados por un aparente brote epidémico en tiempos de la conquista en el área maya.
El contenido de la carta del fraile encontrada en el arcón es, en sí mismo, el cuento de zombies, pues describe escenas claramente identificadas dentro del canon literario y cinematográfico de los muertos vivos, en donde las infecciones de las hordas zombies —indígenas mayas—, son transmitidas a los humanos —conquistadores españoles e indios aliados—, a través de mordeduras, mutilaciones y ataques en jauría, que se suceden en una ciudad maya de lo que es hoy la Península de Yucatán.
Debo señalar al calce que mi campo de estudio es la historia y la arqueología por lo que inevitablemente estoy habituado a la consulta de fuentes históricas de primera mano. Al leer las descripciones de la carta del religioso (que evidentemente son un constructo literario de Martínez Burkett), confieso que por momentos perdía la noción de si se trataba de un documento ficticio o real pues guarda gran semejanza con el vocabulario, los modismos y el tipo de redacción correspondientes al siglo XVI y que utilizaban frailes como Diego Durán, Bernardino de Sahagún o Diego de Landa en sus crónicas de evangelización, así como militares tales como Bernal Díaz del Castillo y Hernán Cortés en sus testimonios escritos sobre la conquista de México. En otras palabras, la información contenida en la carta del fraile, y que propiamente es el cuento de muertos vivientes, es una creación del autor quien de esa manera, con el estilo en que se redactaban las cartas en el siglo XVI, se provee a sí mismo de un testimonio documental (ficticio) que soporta y da vida a su historia de zombies.
3) Las visiones alucinatorias del científico bajo los efectos de sustancias psicotrópicas.
Esta parte del relato opera como un reflejo de la crónica descrita en la carta de relación del franciscano ya que el protagonista, Aguirre, de manera onírica reproduce los sangrientos enfrentamientos entre conquistadores e indígenas zombies en las selváticas tierras mayas, pero vistos desde la perspectiva de un “viaje” fantasmagórico al que es inducido de manera subrepticia. Es decir, es un efecto espejo de lo sucedido por lo relatado en la carta.
Para finalizar, considero que este cuento abre nuevas perspectivas al género de zombies, pues la historia y la cultura mesoamericanas han sido poco exploradas por los literatos interesados en esta temática. Asimismo, es posible encontrar en este relato un sinnúmero de pequeños homenajes a los creadores y realizadores del fenómeno zombie, tanto en la literatura como en el cine, que sin lugar a dudas el lector descubrirá a medida que se adentre en los pormenores de la narración.
Por último, como mencioné al principio, diversos autores argentinos contemporáneos han incursionado de manera muy significativa en temas propios de nuestro pasado precolombino y otro de esos orfebres de las letras es un joven y prolífico escritor residente de Bahía Blanca, Patricio Chaija, a quien se dedicará la próxima entrega de esta serie de reseñas.
Referencias:
Cuentos
“La ciudad del silencio”
“La dosis”
“El retorno de la crisálida”
“El payé”
“Un extraño caso de espejismo en la Laguna Epecuén”
“Perfidia circular”
“Anomalía teológica”
Blog
Pablo Martínez Burkett
(*) Ricardo Rincón Huarota (ciudad de México, 7 de noviembre de 1963). Arqueólogo especializado en religión prehispánica y escritor. Ganador del Premio Nacional de Ensayo sobre la Huaxteca (2016), con la obra Presencia de Tlazoltéotl-Ixcuina en la Huaxteca prehispánica, organizado por el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes y la Secretaría de Cultura Federal.