Reseña de Manual sadomasoporno (ex tractat), de Alberto Laiseca (Muerde Muertos, 2017). Ilustraciones: Carlos Marcos.
Escribe Fernando Farías para La Palabra de Ezeiza
En aquella gran película titulada Guardianes de la galaxia, un personaje de nombre Rocket Raccoon —un mapache genéticamente modificado— lanza una frase contundente: “No hay nadie como yo, excepto yo”. La misma frase tranquilamente podría haber sido pronunciada por el escritor Alberto Laiseca (1941-2016). La obra de Laiseca (o, para sus discípulos, el “Conde”) brilla dentro del panorama literario argentino como una de las más singulares, originales e inclasificables. Novelas como la legendaria Los sorias —de más de 1300 páginas— o El jardín de las máquinas parlantes, o los libros de cuentos Matando enanos a garrotazos y En sueños he llorado dan cuenta de una imaginación todopoderosa que desafía los límites entre los géneros y las concepciones establecidas en el mundo de las letras. Todas esas cualidades brillan como nunca en el Manual sadomasoporno, recientemente reeditado por Muerde Muertos.
El Manual apareció por primera vez en el año 2007 bajo el sello editorial Carne Argentina. La edición original venía ilustrada con obras de Lilian Almada fotografiadas por Magalí Flaks, y dibujos de Victoria Accorinti, mientras que el diseño en formato álbum corrió por cuenta de Eugenia Herrero. La actual reedición fue diseñada por la artista visual Mica Hernández, y cuenta con ilustraciones del dibujante Carlos Marcos.
Ahora bien, ¿qué es exactamente el Manual sadomasoporno? ¿Se trata de un compendio de descripciones sádicas? ¿Es un breviario de comedia negra? ¿Un libro de consejos amorosos? ¿Burlesca poesía en prosa?
Es todo eso, y mucho más.
A través de una irónica pero respetuosa parodia delirante, el Manual se yergue como una ingeniosa y sarcástica aproximación al sadomasoquismo. El estilo preciso y directo del autor nos sumerge en un texto donde cada frase amenaza con estallar en una mezcla de humor, picaresca y el más exacerbado erotismo.
De hecho, si tomamos a Beber en rojo —otra de las obras maestras de Laiseca, también reeditada por Muerde Muertos—, encontraremos una situación similar. En esa novela, el autor toma a Drácula y lo reversiona dando vuelta los conceptos centrales de la obra se Stoker. De la misma forma, en el Manual Laiseca reversiona al mismo sadomasoquismo, y el resultado aparece desde las primerísimas líneas: “Sadismo es amor. Masoquismo es ternura. Vampirismo es protección. Por el culo no es incesto. Una sola vez no preña (licencia poética)”.
A su vez, el autor no sólo acierta en disparar sus ácidos aforismos, sino en la unión total. De esta forma, el Manual puede abandonarse y retomarse en cualquier parte, y su efecto jamás se verá disminuido.
Y como en toda obra de Laiseca, daría la impresión de que en ella podemos hallar prácticamente cualquier cosa. Y eso es, efectivamente, lo que sucede a mitad del libro, cuando el Conde anuncia que se explayará en dieciséis opiniones sobre física porque “son asuntos que he pensado durante muchos años y no tenía dónde ponerlos”.
En síntesis, nos encontramos con una obra fundamental de un autor también fundamental, un libro único para lectores de paladares inquietos, una oportunidad para descubrir —o redescubrir— la maestría, grandeza, locura y delirio del gran Alberto Laiseca.
El Marqués de Sade aplaudiría gustoso.