“Mi ego es imprescindible para escribir”. Pamela Terlizzi Prina es escritora y abogada. Junto a Agustina Bazterrica coordina el ciclo mensual “Siga al conejo blanco”. Publicó Doce dientes (Textos intrusos). En esta entrevista conversamos sobre sus textos, la fomentación de la literatura en las redes sociales, su rol como lectora y sus métodos de escritura, entre otras cosas. Por Angie Pagnotta para revista Kundra.
1. Si bien tus escritos están atravesados por una voz muy clara y notoria, ocurre que también son versátiles y no parecieran no tener una forma puramente definida, lo cual —según creo— es un buen punto a favor, porque la definición o segmentación (de algo, lo que sea) tiende a aportar más a la confusión que al panorama real de algo, en este caso, un libro, un cuento, un poema ¿a vos te parece que es así o te han encasillado en algo? ¿cómo lo ves?
—Creo que es fundamental el diálogo entre géneros y formatos. Las definiciones son académicas, dudo de que sean capaces de aportar algo a la estética. Al menos yo puedo prescindir sin ningún tipo de culpa de definiciones y calificaciones. Por otro lado, en esos límites difusos está la riqueza, me parece. Quiero decir, prefiero incomodarme e incomodar, como escritora y como lectora. Salir de la zona de confort y bancarme el vuelto de la indefinición. Mis errores y aciertos son producto de un trabajo puramente intuitivo, estético, porque mi primera búsqueda es la de forzar el lenguaje. Muy habitualmente digo que siempre quiero escribir narrativa y siempre puedo escribir poesía: bueno, el resultado de esa contradicción es lo que tengo para decir y el cómo lo digo. Tengo muchísimos textos que me resultan difíciles de encasillar y disfruto esa ambigüedad. No sé, soy abogada y en mi profesión tuve suficientes definiciones y clasificaciones para dos vidas y media. A la hora de escribir prefiero no ocuparme de eso.
2. En la contratapa de Doce dientes, justamente, Horacio Rodio Seín dice que tu escritura no hay absolutos, que es un poco la idea que venimos conversando, y lo que coincido también con Seín es en que en Doce dientes se ven tus cualidades de narradora pero también las de poeta, en la combinación para poder llevar al lector a un pequeño microclima, con precisión y con detalles agudos ¿cómo fue su escritura?
—Doce dientes dialoga con Estado de espesura. No sólo porque pertenecen a momentos cercanos, el primero es de 2012 y el segundo de 2013, sino porque tocan temas similares. De alguna manera Doce dientes trabaja para que algunos de los disparadores de Estado de espesura logren la función narrativa. Se retroalimentan, por decirlo de alguna manera. Porque las historias que dispararon poemas tienen que volver a ordenarse para funcionar como cuento. Lo más honesto sería decir que con Doce dientes intento limitarme ese regodeo, ese placer que me produce escribir poesía para darle lugar a la función narrativa, si.
3. ¿Creés que las redes sociales contribuyen a la fomentación de la literatura? ¿Cómo y de qué manera?
—Creo que fomenta la lectura breve, el vistazo. Al menos en lectores poco ortodoxos, que no tengan un profundo hábito de lectura. Como acercamiento, siempre es bueno. A los adolescentes, por ejemplo, les significa una zona amable para acercarse a la literatura. En varias oportunidades di charlas en colegios secundarios y para los chicos es genial tener al autor “a mano”. Ver sus posts, sus opiniones, el material que pueda publicar online, los humaniza, los acerca. En cambio, para los lectores más entrenados creo que las redes sirven para conocer nuevos autores, para ver en qué están nuestros contemporáneos, extender redes, organizarnos, apuntalar un poco la promoción. Pero siempre va a hacer falta el libro, la lectura, el tête-à-tête. Sí, soy de las que piensan que el papel es irremplazable.
4. Muchos escritores, editores y gente que, desde distintas ramas, participa del ambiente literario, se queja de la falta de solidaridad y compañerismo que hay (en términos generales) en este ambiente. ¿Creés que es así? ¿Te pasa algo similar? ¿Creés que hay envidia o es el ego el que domina?
—No hay que confundir soledad con falta de solidaridad. La literatura es en sí misma una actividad solitaria. Puede compartirse, por supuesto, en círculos de lectura, en talleres, en reuniones con colegas, pero la producción es solitaria. A pesar de eso, no creo que eso implique que no haya solidaridad. Tuve la suerte de conocer gente súper generosa en el ambiente. Claro que hay soretes, como en todos los ámbitos, pero honestamente creo que son los menos. Al menos yo me topé con uno o dos solamente. Fuera de esas poquísimas malas experiencias, tanto para mis textos como para el ciclo que coordino, siempre encontré colegas agradecidos y colaboradores. Quizás lo que de vez en cuando saque chispas sea el ego. Y artista y ego hacen una dupla inseparable… pero ese es otro tema.
5. Y cómo es esa dupla, entonces, ¿cómo te llevás con tu ego y la escritura?
—¿Escritores y ego? Y… es una dupla feroz (risas). Bueno, quizás no tanto como feroz, pero casi. Es que cierta elocuencia para decir y esa misma soledad creativa de la hablaba al principio nos hace pensar a veces que los escritores debemos tener algo para decir sobre todas las cosas. Y la realidad es que no siempre tenemos algo para decir, o quizás lo que tenemos para decir son dudas y ambigüedades y contradicciones como cualquier ñato de a pie. A pesar de eso tengo la sensación de que muchas veces se espera que los escritores nos pronunciemos sobre todo y así, circularmente, el huevo y la gallina, en una carrera por encontrarnos la cola, para morderla o chuparla, pero para encontrarla al fin. En cuanto a la relación con mi ego es imprescindible para escribir, al menos para mí. Pelarme conmigo es una fuente inagotable de conflictos. Busco mi propia mierda para escribir. Después es ficción, claro, siempre es ficción, pero es imposible no estar un poco en la propia obra. Igual hay que hacer el ejercicio de correrse para que el ombligo no crezca hasta taparnos los pies.
6. ¿Y con la crítica?
—Súper bien. Me interesan mucho más las críticas negativas que las positivas. Claro que los halagos gustan, pero la verdad es que cuando alguien se plantea una lectura atenta, siempre hay preguntas para hacer. En general soy receptiva con sugerencias y comentarios. Incluso hay un par de personas en la que confío a la hora de mostrar un texto o pedir una devolución.
7. Muchas veces, para algunos medios, te pusiste en el rol de reseñar y escribir sobre libros que escribieron otros ¿cómo te preparás para hacer una reseña? ¿cómo es tu vinculación con tu lado crítico, cuando la crítica va hacia los demás?
—La verdad es que escribo sobre los libros que me han gustado, que me han atravesado de alguna manera, es decir, escribo sobre las obras de las que tengo algo para decir. Frente a un texto que me disgustó prefiero guardar silencio. No sé, la crítica no es sólo decir que algo nos gusta o no nos gusta, es pensar un concepto integral, que trascienda la obra, es un hecho artístico también y deberían ser líneas escritas con compromiso. Lo que me ocurre generalmente es que sobre las obras que no me produjeron nada, no tengo nada para decirle a otro lector. Y si hay algo que jamás diría es “no lean tal o cual libro”.
8. ¿Cuáles creés que son hoy los escritores contemporáneos fundamentales? Me gustaría que acá evitemos pensar en amigos y tratemos de ir por las figuras que admirás por su escritura o sus temáticas ¿qué se esconde detrás de estas elecciones?
—Estas elecciones siempre son injustas, pero reconozco que no soy una lectora de “grandes historias”. Quiero decir, me parten la cabeza las historias chiquitas contadas de modo desafiante, inesperado. En ese sentido, creo que Ariana Harwicz es fundamental. Y de hecho es un ejemplo para conectar con tu primera pregunta: lo que hace Ariana con el lenguaje es brutal y resulta una amalgama de poesía, cuento y novela que me provoca un morbo infinito. Lo mismo me ocurre con Carlos Marcos; en sus textos se repite este límite difuso entre poesía y narrativa, y no para de jugar con la palabra ni un segundo. Y Gabriela Cabezón Cámara, sin dudas. Gabriela me impacta en el cuerpo. Son tres escritores vertiginosos, desgarradores en muchos sentidos, que usan el lenguaje para mucho más que para contar historias.
9. ¿Cómo elegiste las editoriales con las que publicaste y cómo fue el camino hasta ellos?
—En el caso de Ruinas circulares, que es la editorial que publicó Estado de espesura, que es de poesía, la definición tuvo que ver con un ofrecimiento de Patricia Bence Castilla después de haber participado en uno de sus concursos. Además, siendo mi primer libro, me sentí segura con el apoyo de Liliana Díaz Mindurry, a quien admiro profundamente y quién es parte de su consejo editorial. En el caso de Doce dientes, que es de cuentos, consideré que el valor de Textos intrusos era, justamente, acercar a más escritores nóveles la posibilidad de publicar. Probablemente eso produzca un catálogo dispar, pero Hernán Casabella le dio la oportunidad de publicar a escritores que con el tiempo resultaron extraordinarios. Eso es enorme valor.
10. Todos los procesos creativos conllevan algún tipo método y me parece interesante que el lector que te sigue o el que llega a vos por primera vez, pueda conocer tu rutina de escritura, tu momento del día en el que escribís y también cómo encaras esa tarea:
—Soy tremendamente caótica para escribir. Y soy una poco hija del rigor. Me sirven los deadlines, el objetivo claro, sino me voy copando con cosas nuevas. Soy cortoplacista, y en un punto odio eso de mi, porque es el resultado de la falta de disciplina. Laburar con mi profesión durante gran parte del día, llegar a casa y pensar en Amparo, en la casa, en el Turco, en general siento que todo me queda un poco grande, pero igual el impulso de hace camino, de alguna manera llega, se subleva. Cuando pasa, es glorioso.
11 ¿Qué estás escribiendo en este momento?
—Para el corto o mediano plazo, estoy en el armado de un nuevo libro de cuentos. Para más adelante, espero, terminaré la agotadora corrección de una novela.