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Walter Iannelli, autor de “Metano”

Walter Iannelli (Buenos Aires, 1962-2014) integra Osario común. Summa de fantasía y horror (Muerde Muertos, 2013) con el cuento “Metano”, que recrea una extraña sociedad donde las personas explotan a causa del metano. Un niño comienza a familiarizarse con la finitud a partir de la muerte de sus seres queridos. Su mirada es la clave del relato.

OSARIO COMÚN

La summa de fantasía y horror está compuesta por diecisiete autores contemporáneos, con selección, introducción y notas de Patricio Chaija, además de un epílogo de los hermanos Carlos y José María Marcos. Integran el libro cuentos de Fabio Ferreras, Mariana Enriquez, Pablo Schuff, Pablo Tolosa, Jorge Baradit, José María Marcos, Walter Iannelli, Alejandra Zina, Claudia Cortalezzi, Ignacio Román González, Gerardo Quiroga, Ricardo Giorno, Sebastián Chilano, Gustavo Nielsen, César Cruz Ortega, Alberto Ramponelli y Emiliano Vuela.

Venta en Librerías: Galernas, Cúspide y Yenny
Venta directa: malpascal@yahoo.com.ar. Valor: $150.-

ESCRITOR, DOCENTE Y PERIODISTA

Walter Iannelli era escritor, docente y periodista cultural. Falleció el 14 de marzo de 2014. Antes de partir, brindó esta entrevista con motivo de la salida de Osario común. Summa de fantasía y horror (Muerde Muertos, 2013).

UNA VOZ MUY ORIGINAL

Publicó Alguien está esperando (1996, cuentos), Sanpaku (2002, novela), Zumatra y la mecánica de tu corpiño (2005, poesía), Metano (2008, cuentos), La invención de lo real (2011, novela) y Paradojas modernas (2013, poesía), entre otros títulos. Participó de las antologías Animales distintos (Fondo de Cultura México, 2008), Cuentos de cancha (Garófalo, Iannelli, Marianidis y Sacheri. Arte y Cultura, Morón, 2008); Grageas II (Microficciones. Desde La Gente, IMFC, autores de Argentina, Chile, Colombia, Cuba, España, México, Perú, Uruguay y Venezuela) y Narradores de Morón (Fondo Editorial Municipal “Pluma ‘e Gallo”, 2006). Fue premiado en seis oportunidades por el Fondo Nacional de las Artes de Argentina, que también le otorgó la Beca Nacional de Creación en 2008. En 2007 obtuvo el 2° Premio Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires a Novela editada bienio 2002/3. En 2011 le fue otorgado el Premio Internacional Juan José Manauta a libro de cuento édito entre 498 títulos provenientes de 29 países.
—¿Qué escritores reconocés entre tus influencias? ¿Qué libros en particular? ¿En qué sentido te han marcado?
—Algunos de los tantos: Rayuela, de Julio Cortázar; Mi pueblo, de Conrado Nalé Roxlo; Nueve cuentos, de J. D. Salinger; Este domingo, de José Donoso; Relatos de diez mundos, de Arthur Clarke, El hombre en el castillo, de Philip Dick; Las maquinarias de la alegría, de Ray Bradbury; los autores de la revista El Péndulo: R. A. Lafferty, Philip Farmer, Sam Lundwall sobre todo; toda la poesía, especialmente la de Joaquín Giannuzzi y Miguel Hernández; y entre mis conocidos contemporáneos los libros En los límites del aire, de Heraldo Cuevas, de Rogelio Ramos Signes; El último fuego, de Alberto Ramponelli e Insomnio de Marcelo Cohen. Y muchísimos más, la lista sería interminable. Todos me han marcado en muchos sentidos, a todos quise copiar deliberadamente (lo digo así, aunque parezca una redundancia, pero para que no queden dudas). Me gusta pensar que soy todos en uno, o que soy lo que cada uno ha dejado en mí, con mis propias limitaciones, por supuesto. Pero, aunque las influencias dejen marcas indelebles, lo único inevitable es ser uno mismo a la hora de escribir, con defectos y virtudes propias.

“ESCRIBO PARA SACARME EL MIEDO
DE ENCIMA, PARA ENFRENTARLO, QUIZÁ”

—¿Qué obsesiones, preocupaciones y problemáticas aparecen en tus textos?
—En un nivel casi consciente, aparecen los miedos. Y entonces escribo para sacarme el miedo de encima, para enfrentarlo, quizá. En un nivel casi inconsciente, tal como fui descubriendo, escribir me ha ayudado a acomodar ciertas cosas, a cerrar ciertas heridas que tienen que ver con la muerte, el dolor, la extrañeza de estar en este mundo. En ambos casos esto funciona sólo como disparador. En el camino de la exploración, la repregunta o el aprendizaje, me encuentro a veces con vueltas de tuerca que convierten ese material en otra cosa. A veces en una nueva pregunta, otras en una respuesta sugerida.
—¿Cómo nacen tus historias? ¿Podés dar algún ejemplo?
—No siempre del mismo modo. Alguna vez siguiendo el hilo de una situación que me interesa, otras siguiendo algo que sólo después de terminar de escribir o a veces mucho después descubro qué era. Conté en una ocasión en una entrevista de la revista “Esperando a Godot” que cuando publiqué el libro de cuentos Metano, el editor me dio las galeras para corregir y descubrí que el cuento que le da el título al libro (Metano, el que casualmente se publica en esta antología) estaba dedicado a mi madre. Sólo ahí noté que también y especialmente debía dedicarle el cuento a mi padre, dado que es una historia que transcurre en un mundo en donde la gente explora en vez de morir de la manera en que sucede en éste mundo en el que vivimos. Mi padre había muerto en una explosión, y yo seguramente estaba asumiendo su muerte treinta años después, escribiendo ese cuento. Pero de eso me daría cuenta aún bastante tiempo después de escribirlo. De alguna forma, pienso ahora, con el tiempo transformé una tragedia y el dolor que ésta provocó en un motor que se fue haciendo a sí mismo: en herramientas para poder entender que la muerte era parte del asunto de la vida.

“EL HORROR DE NUESTRA PROPIA CONDICIÓN”

—¿Por qué te interesa el horror y la fantasía como campo de expresión?
—No me interesa particularmente el horror de los monstruos o los asesinos con motosierra, sí la fantasía o la posibilidad de estirar la realidad sin modificar sus genes (como intenté en mis dos novelas o algunos cuentos) o a lo sumo la de introducir un genoma extraño en lo cotidiano que altere nuestro registro de lo real y nos despoje de nuestra costra cultural: en otras palabras, que nos deje un poco en bolas ante nuestra condición de seres humanos. No digo con esto que mis historias no se acerquen al horror. Me interesa el horror de nuestra propia condición en todo caso, que ya me parece bastante.