César Cruz Ortega (Pigüe, 1980) integra Osario común. Summa de fantasía y horror (Muerde Muertos, 2013) con
el cuento “Solución de continuidad”, donde la memoria del protagonista se asemeja a un embravecido mar en el que apenas puede mantenerse a flote, mientras naufraga su cordura.
OSARIO COMÚN
La summa de fantasía y horror está compuesta por diecisiete
autores contemporáneos que frecuentan la literatura de terror, con selección,
introducción y notas de Patricio Chaija, además de un epílogo de los hermanos
Carlos y José María Marcos. Integran el libro cuentos de Fabio Ferreras,
Mariana Enriquez, Pablo Schuff, Pablo Tolosa, Jorge Baradit, José María Marcos,
Walter Iannelli, Alejandra Zina, Claudia Cortalezzi, Ignacio Román González,
Gerardo Quiroga, Ricardo Giorno, Sebastián Chilano, Gustavo Nielsen, César Cruz
Ortega, Alberto Ramponelli y Emiliano Vuela.
Venta en Librerías: Galernas, Cúspide y Yenny
Venta directa: malpascal@yahoo.com.ar - Valor: $150.-
—¿Qué escritores
reconocés entre tus influencias? ¿Qué libros en particular? ¿En qué sentido te
han marcado?
—Dividiría mis influencias en tres etapas. En la primera de
ellas: la colección de “Elige tu propia aventura”, con autores como London, Twain, Dickens, Verne, Salgari,
Conan Doyle, Stevenson, Quiroga, José Hernández, Cervantes. Más entrado en la
adolescencia: King, Koontz, Homero, Tolkien, Bradbury, Lovecraft, Poe, García
Márquez. En la adultez (si tal cosa fuera alcanzable): Hemingway, Eco, Orwell, Cortázar,
McCarthy, Hornby y múltiples autores de historia, filosofía y ciencias
sociales. Siendo arbitrario y probablemente injusto, citaré por orden de
lectura: El capitán del Djumna, de
Salgari (reforzó mi sentido de la aventura); Astas y colmillos, de Grignaschi (la naturaleza, el hombre y la
caza); Alguien voló sobre el nido del
cuco, de Kesey (el sistema, la locura y la rebeldía); Desesperación, de King (el libro que me impulsó a escribir); El señor de los anillos, de Tolkien (el
pasaje literario hacia un paraíso fantástico); y París era una fiesta, de Hemingway (me tocó el alma con su
concepción del mundo).
—¿Qué obsesiones,
preocupaciones y problemáticas aparecen en tus textos?
—Podría decirse que las ideologías, la fe, el poder, la
violencia, el miedo, el éxito y las relaciones humanas, todo ello operando
entrelazado como una suerte de metáfora universal de los tres grandes ejes
temáticos: el amor, la vida y la muerte.
—¿Cómo nacen tus
historias? ¿Podés dar algún ejemplo?
—De las más variadas formas: a partir de un sueño o un
recuerdo repentino, producto de alguna imagen o diálogo observados en una
película o en algún programa de tevé, sugestionado por la evocación que genera
la lectura de un texto, o simplemente usufructuando disparadores de la
cotidianidad. En ocasiones me viene a la mente una frase suelta, y a partir de
ella diseño un relato. En otras se me ocurre cómo debería finalizar una novela,
y desde esa premisa retomo el camino que conduce al desenlace. Pero la mayoría
de las veces me voy saltando porciones de la trama, y construyo hacia atrás y
hacia adelante la carnadura que le falta a ese esqueleto prometedor.
—¿Por qué te interesa
el horror y la fantasía como campo de expresión?
—Porque carecen de límites. Son géneros que nos permiten
atravesar todos los temas, sin excepción, desde una perspectiva superadora o
alternativa. Nos autorizan a indagar en aquellos lugares que tanto nosotros
como los demás a menudo pareciéramos no atrevernos a explorar, o incluso, a no
reconocer como propios, como una parte constituyente de la naturaleza humana. Y
desde luego, ¡porque soy consumidor de ellos!
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