Reseña de Árboles de
tronco rojo, de Marcelo Guerrieri (Muerde Muertos , 2012), por Fernando Figueras para
Los Asesinos Tímidos (*)
Está claro que ningún autor, por esmerado que sea su
trabajo, podrá describir jamás todos los elementos que intervienen en una
escena. Mucho menos podrá alguien reflejar con palabras irrefutables lo que los
personajes sienten. Sólo se pueden elegir detalles, recortes de un todo
abrumador, que sirvan para transmitir lo que ocurre en una historia.
En Árboles de tronco
rojo (Muerde Muertos. 2012), Marcelo Guerrieri nos ofrece catorce cuentos
que nos llevan a centrar la atención en un instante de la vida de los
protagonistas, lapso en el cual tendrá lugar algún desequilibrio que hará que la historia se mueva
suavemente y continúe vibrando aún después de la lectura.
Si bien la temática es variada, el amor ocupa un lugar
preponderante en los relatos. Una prueba de esto es “La inundación”, donde se
cuenta la crecida de un río cuyas aguas se instalan en un barrio cambiando el
entorno y la vida de sus habitantes. Cuando dichas aguas bajen, se llevarán
consigo algo más que los restos materiales de la catástrofe.
En el texto que da título al volumen, Analía y Lichi
comparten el amor y la alegría de un embarazo, pero un simple gesto —un
detalle— pondrá en dudas todos los sentimientos.
“El zumbido” nos habla de un amor furtivo, un instante
compartido en el que hay tiempo para un pequeño engaño. “Cada tanto Normita”
contiene una de las imágenes más bellas del libro: “La luz que sale de la
casucha le da de lleno en el vestido. Los barrotes de la reja se le pintan en el
cuerpo. Barrotes de sombra. Basta con apagar la luz para sacarla de esa cárcel”.
Y al lector le bastan estas palabras para imaginar la escena, para estar allí y
verlo todo.
El mundo de la infancia también está presente con el niño
terrible de “Vos sos Pin”, que disfruta haciendo sufrir al abnegado
protagonista, o el pibe de “Solo en la escuela”, que no puede creer que sus
padres vayan a dejarlo allí, entre desconocidos, librado a su suerte, al punto
de que considera que se trata de un castigo.
“El ciclista serial” tiene un tono diferente dentro del
libro, ya que está relatado por Aristóbulo García, un jefe de investigaciones
mediocre con delirios de grandeza que intenta resolver un extraño caso.
Guerrieri relata con imágenes potentes y un manejo sutil del
lenguaje, recursos más que suficientes para meternos en su mundo y devolvernos
al nuestro con la esperanza de captar algún guiño dentro de la vida cotidiana,
un pequeño rasgo que merezca ser contado.
(*) Edición Nº 128
(Julio de 2013)