El fin de semana en Chaco estuvo cálido y no sólo por el sol que adelantaba la
primavera y caía vertical sobre la muy verde, uno diría subtropical pero un
poco retorcida y rugosa (como previendo inundaciones y sequías) vegetación de
Resistencia. Además, se largó la Feria del Libro y siempre es cálido
encontrarse con los colegas y, especialmente, con los lectores. De entre los
colegas, Ricardo Romero
estaba firme en el stand de Gárgola. Los Muerde Muertos , Carlos y José María Marcos , en
el propio. Y daban vueltas otros tantos: Vicente Battista, que abrió la Feria,
los locales Mempo Giardinelli, Miguel Ángel Molfino y Mariano Quiroz —que acaba
de ganar el premio del Festival Azabache de literatura Negra y Policial de Mar
del Plata— y el formoseño Orlando Van Bredan. La organización de la Feria
también tenía su stand y el libro más vendido, uno de los más vendidos de la
Feria, era, curiosamente, una antología de cuentos argentinos y cubanos, como
para agregarle otro detalle tropical al conjunto. Un momento alto fue el sábado
a la noche. Los Muerde Muertos , que
venían de presentar iluSORIAS, un
libro de ilustraciones sobre el gigantesco Los
sorias de Alberto Laiseca —con firmas de gente como, por ejemplo, Clorindo
Testa, que aportó uno de sus últimos trabajos— pasaron cortos. Uno de ellos fue
El mate amargo de Demián Rugna. Los Muerde Muertos son una
editorial de terror y erotismo y este corto es de terror, de hecho ganó el
premio del Festival Rojo Sangre 2012. El protagonista del corto es un mate
asesino. Y no se priva ni de las subjetivas del mate, que mira y ataca por la
bombilla. Las risas se deben haber escuchado hasta Corrientes. Después,
Battista, Molfino y Van Bredan llevaron adelante una mesa sobre literatura
policial. El que dio la nota fue Molfino: se preguntó, y les preguntó a sus
compañeros de mesa, por qué habían elegido escribir novela negra. Su respuesta
conmovió: “A veces pienso que esta curiosidad por la violencia —y después, por
la novela negra— nació de un episodio de mi infancia. Mi familia vivía en
Paraguay cuando el golpe de Stroessner. Yo tendría 5 años y una noche de
revueltas y tiros, me asomé al ventanal de mi casa y vi cómo un tipo le pegaba
un machetazo a un cadete militar, desplomándolo. Después escuché los lamentos
de un burrito que parecía pedir que lo dejáramos entrar. Al día siguiente,
cuando salimos de la casa, me sorprendió ver al burrito muerto, acribillado a
balazos”.