Palabras de Carlos Marcos durante la
presentación de iluSORIAS, el sábado
8 de junio de 2013, en la Biblioteca Nacional
Mariano Moreno.
Buenas tardes. La editorial Muerde
Muertos les da la
bienvenida a todos los artistas ilusorios, al público en
general y a los fanáticos de Lai en particular. Hoy nos acompañan para este
homenaje: Julieta Laiseca, hija de Alberto Laiseca y artista ilusoria 165; Mica
Hernández co-editora de iluSORIAS y
artista ilusoria 33; y por supuesto, Alberto Laiseca, maestro de escritores y
narradores, artista ilusorio 32.
Mi nombre es Carlos Marcos , editor de iluSORIAS, artista ilusorio 69 y codirector de la editorial con mi
hermano José María. Esto es como una especie de convención ultrasecreta del
recontraespionaje, creo que también están el 86, la 99 y en cualquier momento
nos sorprende el agente 13 saliendo del lugar menos pensado.
VINIERON A ESCUCHAR
AL MAESTRO, PERO...
Seguramente, ustedes vinieron a escuchar al maestro Alberto
Laiseca hoy. Pero, hecho lamentable, tendrán que escucharnos previa y
brevemente a nosotros. Un poco para no
aburrir a quienes participaron de la presentación de iluSORIAS en Mar del Plata y otro poco para no aburrirme a mí mismo,
voy a intentar decir lo mismo que en aquella ocasión pero de alguno otra
manera. Me cansa repetirme, entonces, trataré de repetirme novedosamente.
Parafraseando una vieja frase: lo que ocurrió en Mar del Plata queda en Mar del
Plata. Aquella noche intenté llamarles la atención sobre tres cuestiones en
relación a iluSORIAS. Lo colectivo
del hecho, el carácter de lo inclasificable y la condición de homenaje de este
libro. Algunas de las cuestiones se desgranan del prólogo de la obra, no en ese
orden necesariamente, pero cuestiones fundamentales al momento de pensar y
compartir iluSORIAS.
LO COLECTIVO
El día que fuimos a pedirle su colaboración para iluSORIAS a Carlos Regazzoni en su taller
de Retiro, él arrojó dos frases, sin mucha conciencia creo, una que consta en
el índice de artistas, al final del libro: “¡Esto es arte, las viejas de mierda
no entienden nada!”. Y una previa que guardé para esta tarde. Parte del equipo
editorial (Cecilia Cafiero, Raquel
Buela , mi hermano y yo) nos presentamos en el taller “El gato viejo” a comer un locro
ferroviario cocinado por el artista en persona, ese era el plan. En el momento
que juzgamos adecuado, me presento con Regazzoni y comienzo a presentar la
editorial, como una editorial pequeña, etcétera, etcétera, e inmediatamente me
corta el slogan publicitario diciendo —y esta es la segunda frase—: “¡No hay
editoriales chicas ni grandes, hay ideas buenas o malas! Vamos, nene, contá”, y
me cerró el espacio para explicaciones más o menos banales.
¡No hay editoriales chicas ni grandes, hay ideas buenas o
malas! Cuando uno tiene una buena idea, cuando uno cree que tiene una buena
idea, lo cree imaginariamente por supuesto, cree también que posee la
sabiduría, la fuerza y la madurez para llevarla adelante. Muchas veces ocurre
que te bajan de un hondazo y la buena idea que parecía muy requetebuenísima
queda ahí aleteando en el piso. Ahora que iluSORIAS
está en marcha, que ustedes lo tienen en las manos y estamos presentándolo, es
sencillo decir que quienes me alentaron en un principio (José María, Mica, Cafiero,
los nombro a ellos, porque ellos mismos lo confesaron a posteriori), creyeron
que estaba completamente loco, que era una idea irrealizable, que era
imposible, que la idea era desaforada... ellos mismos en principio alentaron,
pero confesaron después por supuesto, luego de que llegaran los primeros cincuenta
dibujos más o menos, y ahí, sí, se hallaron más entusiasmados que yo mismo y
empujaron y empujan como todos y cada uno de los que se han sumado. Ahí
entendí: todos comprendimos que la fuerza de lo colectivo nos pasó por encima,
en tiempos donde la energía colectiva se ve constantemente malograda o es
fugazmente evanescente, encontramos –y esto no es novedoso, sino simplemente
que a veces no nos damos cuenta... y quería reafirmarlo esta tarde... encontramos
que la sabiduría, la fuerza y la madurez para llevar adelante una idea,
justamente, está en lo colectivo, ahí prospera, ahí está la papa. A veces somos tan
arrogantes que creemos que las buenas ideas se sostienen solitas y esta tarde
es el claro ejemplo de lo que decía antes. Hay mucha gente, tanta gente, a
quienes debemos agradecer que esperemos no nos olvidemos de nadie.
LO INCLASIFICABLE
Vamos con lo inclasificable. Clasificar es pensar, pensar en
categorías, claro. Lo hacemos todos, a cualquier edad, sin distinción de sexo, a diario y constantemente.
Justo en la Biblioteca Nacional vengo hablar de esto y espero no me excomulguen
del colegio de bibliotecarios por hablar de bibliotecología, casi para niños...
clasificar es pensar y pensar es clasificar, pero hay un cierto límite en esto.
Cuando la clasificación nos ahorra la tarea de pensar, ya no clasificamos ni
pensamos, el sujeto queda cautivo de un sistema vacío, alienado, perdido. Yo
ponía el ejemplo en Mar del Plata de un par de zapatos que bien podría
guardarse en un placard y un sachet de leche en la heladera, es lo que hacemos
habitualmente. Pero cuando nos enfrentamos a un zapato dentro de la heladera,
estamos en problemas o estamos obligados a pensar mínimamente como llegó eso
ahí.
Las bibliotecas, las librerías, las editoriales, etcétera, siempre
compartieron y comparten estos derroteros, aunque ahora es obligatorio el uso
de la ficha catalográfica y eso facilita un poco las cosas. Yo trabajé en una biblioteca
(no voy a nombrar cuál) donde caían libros que no encajaban en ciertas
categorías y volaban; eso lo complicaba todo... te encontrabas con obras que
alteraban cierta placidez diagnóstica... como decir: puse las sábanas en su
jaula y al loro en el lavarropas. Ese tipo de libros han creado maravillosas
categorías: misceláneas, varios, otros, etcétera (en los listados yo siempre
miro el “misceláneas”, no sé ustedes). Categorías maravillosas por cierto y que
plantean un más allá, un paso más, eso que nos permite pensar, dudar,
interrogarnos, llegando a forjar nuevas categorías, como el “realismo
delirante” para definir una obra.
La obra de Lai, Los
sorias y la persona misma de Lai se han ganado este apelativo de
inclasificable que es lo que permite, a mi entender, avanzar un poco más allá.
Esta es su función, la función de lo inclasificable. Esa es una de sus
riquezas.
EL HOMENAJE
Esto nos mete de lleno en el último punto: el homenaje.
Cuando se concibe un homenaje, cualquier homenaje, se debe asumir y nosotros lo
estamos haciendo hoy, que estamos intentando poner de manifiesto cierta
generosidad de parte del homenajeado e intentando, en un mismo acto, retribuir
algo de esa perseverancia brindada.
IluSORIAS es
varias cosas. Es un libro, claramente. Y un homenaje a su vez.
—Es un libro-homenaje a la generosidad de una obra, la de Alberto Laiseca, una
obra riquísima que nos ha alimentado y nos alimenta cada vez que tenemos la
valentía de arrimamos a ella.
—Es un libro-homenaje a la generosidad en la transmisión. Alberto
ha sido formador de escritores y narradores a lo largo de los años, muchos de
los cuales sin ser artistas plásticos han dibujado.
—Es un libro-homenaje finalmente, creado por esta fuerza
colectiva que hablaba al comienzo, y quizá por la misma razón de la generosidad
antes mencionada, a los 15 años de la primera edición de Los sorias por la editorial Simurg. Regresa hoy en imágenes. Como
bien decía Gustavo Nielsen en la presentación en Mar del Plata, iluSORIAS es una especie de sidecar de Los sorias, tan extraño y contundente
como su inspiración.
Seleccionamos y contactamos, con insistencia por supuesto,
artista por artista, capítulo a capítulo, invitando a uno por uno los artistas
visuales que queríamos tener.
La selección de los artistas visuales que participan fue
hecha en relación a un universo imaginario alrededor de Los sorias puntualmente y la obra de Alberto Laiseca en general; un
universo imaginario creado por nosotros, claro. Entre todos los integrantes de
la editorial, estrujando las artes plásticas, tomamos pintores, grabadores,
ilustradores, fotógrafos, diseñadores, dibujantes, grafiteros, comiqueros,
cineastas... incluso, escritores, alumnos de Lai o no, que pusieron su empeño y
su deseo en la tarea como les decía antes. Artistas visuales españoles,
franceses, italianos, alemanes, mexicanos, chilenos, uruguayos, paraguayos,
argentinos, por supuesto, y uribelarrenses, desde ya.
Es un honor para nosotros haber reunido semejante equipo de
artistas visuales. Que transformaron amorosa y generosamente a Los sorias en iluSORIAS.
Nos divertimos muchísimo en el proceso. Hay testigos en esta
sala, no voy a dar nombres, que algunos dibujos los reunimos en verdaderos
operativos tipo comando. Tomá el teléfono o el mail de tal, conseguí a este, a
este otro, que a aquel lo llame una de las chicas que le va a dar más bola.
Mirá que Fulano va a estar en aquella presentación, vamos todos y lo apretamos.
Mengano está en aquella fiesta, entretenelo que en veinte minutos estoy allá.
Aquella se resiste, hay que hablandarla un poco, etcétera. En una de esas
maniobras, por ejemplo, con mi hermano, le volcamos una copa completita de champagne
en el escote a una conocida editora mientras que en el acto, quedábamos
condenados para siempre. Son muchas las anécdotas que matizaron todo un año de
trabajo.
PARA FINALIZAR
Hay una línea de un poema de Paul Valery, una línea que
dice: “Entramos en el porvenir vueltos hacia atrás”. Es una bonita línea, sí,
siempre me gustó, pero encontré una vieja traducción del mismo poema que dice:
“Entramos en el porvenir reculando”. Esta traducción supuestamente superada por
la primera que les indiqué, menos poética, más rústica, que trata de evitar la
referencia al culo seguramente, es quizá, a mi gusto, más asertiva que su
versión mejorada. Entramos en el porvenir reculando. Entramos en el porvenir
con el culo, como el culo, sin mirarlo completamente de frente, al porvenir no
al culo, pero, por sobre todo, sin darles la espalda a los maestros.
AGRADECIMIENTOS
Ha sido un esfuerzo colectivo, un esfuerzo, como se dice,
faraónico. Así que agradecer va a ser como nombrar a todos los esclavos que
participaron de la construcción de las pirámides. Y así lo queremos hacer.
En primer lugar una mención especialísima. A Juan Carlos Espeche Gil
(el gran dibujante de un solo trazo, a quien agradecemos en nombre de Mónica
Gilardoni) y Clorindo Testa (arquitecto que diseñó la BNA, etcétera) que
compartieron la picardía de un espíritu juvenil increíble. Ellos se fueron hace
muy poco. Gracias a Juan Batlle Planas, gran pintor argentino, que estuvo con
nosotros por medio de la generosidad de su hija Giselda Batlle. Como dice Lai: “En el otro mundo no hay tetas ni cerveza”. Pero
en este momento hay tres artistas ilusorios redecorando los cielos.
Gracias a los que no dibujaron pero empujaron: Damián Blas
Vives (Biblioteca Nacional), Leandro Ávalos Blacha (corte, confección y
correción), Leo Oyola ,
Ale Zina , Raquel Buela , Francisco y Salvador Marcos , el
colorado Martignone, Julián Velazquez, Andrea del Giorgio y Julián López.
¡Gracias a todos a todos los que nos acompañan esta tarde!