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“Strip-tease: traducción visual” en Cineficción

Agradecemos a Darío Lavia la recomendación de Strip-tease: traducción visual (Muerde Muertos, 2017), de Enrique Medina, en la nueva edición de Cineficción. Felicitamos a Lavia y su equipo por el informe especial dedicado a la licantropía, que ya está arrancando aullidos de placer entre los fanáticos del cine y la literatura de horror. Puntos de venta de Cineficción

Strip-tease: traducción visual, de Enrique Medina (Muerde Muertos 2017). Novela adaptada con la participación de 40 artistas visuales. Prólogo: Carlos Marcos y José María Marcos. Edición: Mica Hernández, Carlos Marcos, José María Marcos e Isidoro Reta Duarte. Páginas: 144 (19x28). Valor: $350. Distribuye: Galerna. “Strip-tease: traducción visual celebra la rupturista y valiente novela Strip-tease, de Enrique Medina, publicada durante la convulsionada Argentina de 1976. Para esta nueva versión, han aportado su talento los artistas: Antonio Seguí, Juan Carlos Virgilio (Carpincho), Geraldine Guterman, Darío Lavia, Gustavo Nemirovsky, Ana Vargas, Naty Menstrual, Christian Mallea, Lara Silisque, Alejandro Kaplanski, Esteban Serrano, Balaoo, Roly Schere, Demián Rugna, Dr. Mateo, Diego Axel Lazcano, Milio, Nicolás Prego, Renée Cuellar, Claudio Mangifesta, Arturo Desimone, Paloma Grillo, Esteban Sterle, Gisela Aguilar, Jorge Capristo, Hernán Conde De Boeck, Patricia Benedicto, Carolina Krupnik, Leo Batic, Maru Ceballos, Martín Klein, Karen Pacheco Echeverry, María Ibarra, Mauro Gentile, Antonio Barragán, Jorge Mallo, Lautaro Dores, Laura Ojeda Bar, Ezequiel Dellutri y Alejandro Marcos. Strip-tease es una novela que organiza posiciones y tensiones sociales en una historia que expresa implícitamente un punto de vista político. Trabaja con una exquisita brutalidad rioplatense, aborda sin tapujos la sexualidad (que es probablemente el tema más observado por la civilización occidental) y se inscribe en la mejor tradición de literatura erótica universal. El Pichón es un pibe del interior del país que ha juntado paciente y lujuriosamente todos los recortes del periódico con avisos de cabarulos, cines porno y antros donde se practica el milenario arte de quitarse la ropa. Con su cajita de recortes a cuestas, viaja a la ciudad de Buenos Aires y allí conoce a El Maestro, un verdadero veterano de estos reductos. Los destinos posibles planteados en esta novela son todos horripilantes y dibujan proféticamente la situación del país en aquella época. Las posibilidades son un poema: podemos terminar ahogados en semen, muertos en el pozo del baño como el enano Cachilo, ensartados en un tenedor gigante, castrados o fundidos con El Maestro mismo repitiendo alguna de sus célebres enseñanzas. Vengo en busca de la muerte es la contraseña oracular con el que comienza y termina la historia, frase que pasa de la boca de El Maestro a los labios de El Pichón convertido en Maestro. Es la contracara de una misma moneda: las luces y las sombras, el Eros y el Tánatos, los muerde y los muertos. O como diría El Maestro, en otra de sus inolvidables intervenciones: ¡Gocen, porque las ratas se comen todo, menos la mierda!”. Del prólogo de los hermanos Carlos y José María Marcos