Beber en rojo es
una versión de Drácula a la
Laiseca en más de un sentido. Todas sus obsesiones están allí. Drácula tiene
una gran biblioteca (250 toneladas) y contrata a Jonathan Harker como
bibliotecario. Sus sirvientes llevan los absurdos apellidos de Antonescu (como
el dictador de la Rumania comunista) y Ionesco (como el dramaturgo). El castillo recuerda a los
de Hammer Films y el conde
tiene una importante videoteca: Laiseca también tiene una jugosa colección de
películas de terror, y las que más atesora son las de la Hammer, con sus
venerados Vincent Price, Peter Cushing y Christopher Lee. Drácula es un
estudioso de la astrología, como Laiseca. Drácula admira por sobre todas las
cosas La caída de la casa Usher, de Poe: el libro empieza plagiando el cuento,
que el escritor también eligió para su programa de TV, pese a su complejidad.
Drácula suele decir “lo que no es exagerado no vive”, como Laiseca. Hacia el
final, el conde
se entrega a excesos sexuales rabelesianos (y sádicos) como el gusano de El
gusano máximo de la vida misma (1999). El conde es politeísta, como Laiseca. Hacia la mitad
del libro, Drácula le encomienda a Harker que le escriba un dossier de
monstruos: Laiseca aprovecha para homenajear a todos sus monstruos amados (de
Frankenstein al Golem, pasando por supuesto por la China) y quizá también
homenajea El libro de los seres imaginarios, de Borges, aunque, claro está, con
su propio estilo: “La manera según la cual el monstruo de Frankenstein aprende a hablar
y leer es tan poco creíble como que en la ópera un agonizante muera cantando,
pero en fin, ¡así es el arte !”.
Por momentos, Drácula habla como lo haría Laiseca: “Por alguna razón jamás pude
convencer a mis amigos escritores de lo importante que es leer ciertos libros
de ficciones. Recomendar hoy en día la lectura de obras tales como Sinuhé el
egipcio, de Mika Watari, o Ella, Ayesha o Las minas del rey Salomón, de H.R.
Haggard, es exponerse al desprestigio. Al menos si uno se mueve en un ambiente
intelectual. Quien tal hiciese perdería todo crédito, o predicamento, por mucho
que pudiera tener. Pasará a integrar, de la noche a la mañana, la vasta legión de descastados
e irresponsables”. Harker defiende el derecho a fumar y se enoja con la cruzada
antitabaco norteamericana: Laiseca fuma mucho, y cigarrillos de tres marcas
diferentes, que va alternando. El
conde estuvo afiliado al Partido Comunista (y tuvo su propia
línea interna), signo de las obsesiones tecnócratas de Laiseca.
Por fin, poco antes del punto final, se resuelve de lo que
se trata Beber en rojo. Es una “novela china de realismo delirante”, porque, según Laiseca, los narradores chinos no se ven obligados a explicarle al lector
por qué suceden las cosas. También es un homenaje a todo lo que Laiseca adora,
y es un homenaje (irónico) al propio Laiseca. Escribe: “Volvamos a Alberto Laiseca: es el autor
de Los sorias —el rostro de Drácula
se arrebató entrando en delirio... —Los sorias.
Soria dijo, Soria sostuvo, Soria declaró. La obra de un genio, un verdadero
genio. Incienso, mirra, corona de laureles para él. El Nobel, el Cervantes, el
Pulitzer (por hacer tan buenos copetes), la Estrella de Plata, la medalla al
mérito de Vietnam y la del Congreso (a ésta se la puso el propio Johnson, con sus santas manos).
Es el James ‘Joice’ de Joder de las pampas argentinas. Laiseca es un monstruo,
él es Bestiaza, el 666, el Chancho Inglés que todos estábamos esperando, el
Dictador Perpetuo, el Julio
César de la Literatura... Mr. Harker: Alberto Laiseca es... Drácula. Porque no
puedo ni debo ocultarle que yo no sentiría vergüenza en firmar Los sorias como obra propia”.
(*) Domingo 13 de octubre de 2002.
(*) Domingo 13 de octubre de 2002.