Escribo cuando puedo hacerme el tiempo para sentarme a la compu y estar ahí, abierto a
que algo pase en la escritura. No tengo horarios o días. Mi rutina es sentarme a ver qué
pasa, atornillarme a la
silla lo más que pueda. Si es de noche me gusta la luz baja, mucho mate,
música, estar cómodo, evitar internet lo más posible...
B) ¿Le dedicás todo el tiempo que te gustaría a escribir?
Me gustaría dedicarle más tiempo. Hoy le hago su lugar como
puedo entre lo que me está pasando con las obligaciones laborales, la pareja,
los amigos, el estudio... Hay períodos en que la escritura se integra
bien y siento que la cosa funciona; otras veces la escritura se relega,
pero siempre está presente, con mayor o menor prioridad según el período.
Cuando estoy con la mano caliente soy bastante productivo y el tiempo de
escritura —poco o mucho— me rinde. Una vez me puse como meta terminar una
novela para cierta fecha, para un concurso, y eso me sirvió, escribía tantas páginas
por semana.
C) ¿Sobre qué tema pensás que no vas a escribir nunca? ¿Por
qué?
Mi acercamiento a
la escritura no es temático. Necesito tener una conexión
emotiva que me lleve a querer entrar en una historia, en un universo de
personajes y explorar. Un punto de entrada que me motive y desde ahí laburar a
partir de un recorte de ese territorio que se va armando. Como hay múltiples
maneras de conectar con cada tema, de enfocarlo, no podría decir que no
escribiría sobre tal tema.
D)¿Últimos tres libros que hayas leído y te hubiera gustado
escribir a vos?
De los últimos libros que leí se me vienen tres: Glaxo, de Hernán Ronsino; La virgen cabeza, de Gabriela Cabezón
Cámara; y La hora de los monos, de
Federico Falco. Más que libros que me hubiera gustado escribir, prefiero hablar
de cuestiones del oficio que me parecieron geniales y me gustaría experimentar.
Del libro de Ronsino, el uso de la polifonía, me parece un juego preciso, me
gusta esa relación potente entre estructura y juego; del libro de Cabezón Cámara,
la música en paralelo a lo que se va contando, un ritmo por sobre las palabras
que sonaba mientras lo leía y que le agrega una dimensión al texto todo el
tiempo; del libro de Falco, la construcción de climas y atmósferas
inquietantes, sobre todo en El pedigrí de
los canarios y La hora de los monos.
E)¿Estás escribiendo algo nuevo ahora? ¿Qué?
Estoy escribiendo una novela donde juego con el mito del
lobizón en un ambiente urbano, de tacheros de la noche. Transcurre en la ciudad
Buenos Aires durante la época del conflicto por la 125.
A) ¿Cuándo escribís?
¿Tenés algo así como una “rutina”?
Escribo a
diario por mi labor de periodista. Ésa es mi rutina. No me
imagino ejerciendo otra actividad. Alterno la producción de noticias con los
textos literarios.
B) ¿Le dedicás todo
el tiempo que te gustaría a escribir?
Quisiera dedicarme a
la literatura las 24 horas del día y las 24 horas de la
noche, como diría el poeta Herminio. Considero igual que soy un afortunado
porque en los últimos años he podido ir consiguiendo más tiempo para la
ficción.
C) ¿Sobre qué tema
pensás que no vas a escribir nunca? ¿Por qué?
Difícil saberlo. ¿Por qué? Responder a esa pregunta quizá
sea como jugar a la
ruleta.
D) ¿Últimos tres
libros que hayas leído y te hubiera gustado escribir a vos?
Hace poco estuve releyendo las historietas de Héctor Germán Oesterheld y
me deslumbré por la imaginería puesta en escena. Las tiras “Mort Cinder” o
“Sherlock Times”, con ilustraciones de Alberto Breccia, son grandiosas, pero,
sin dudas, “El Eternauta”, con Solano López, alcanza uno de los puntos más
altos dentro de la historieta. En la segunda parte, donde otro hubiera hecho un
panfleto montonero, Oesterheld plantea interrogantes políticos, los miedos y el
clima de una época, se anima a cuestionar al héroe y compara al Eternauta con
sus enemigos. “Por un instante son inhumanos los ojos del Eternauta. Las
pupilas, dos pozos insondables, o dos ventanas al infinito”, dice y agrega: “No,
no es más el
Juan Salvo que conozco. Es un extraño total. Tan ajeno como un ‘Ello’”. Los
“Ellos” son los enemigos de la humanidad. Sólo una obra maestra puede caminar
por esa línea tan delgada. Otras novelas que recomendaría son “Los girasoles
ciegos”, del español Alberto Méndez, y “Déjame entrar”, del sueco John Ajvide
Lindqvist. “Los girasoles ciegos” es una novela sobre la Guerra Civil Española.
Es una obra breve de una contundencia impresionante: uno de los mejores
ejemplos de cómo la poesía puede brillar en una buena prosa y, a su vez, cómo
la prosa puede brillar al lado de buena poesía. En “Déjame entrar”, Lindqvist
actualiza el mito del vampiro, y en el comienzo expone la clave del horror
contemporáneo: “Donde ahora se alzaban edificios de tres alturas, antes no
había más que bosque. Los misterios del pasado no estaban a su alcance; no
tenían ni siquiera una iglesia. Una población de diez mil habitantes, sin
iglesia. Eso ya dice bastante de la modernidad y racionalidad del lugar.
Bastante de lo ajenos que eran a las calamidades y al terror de la historia. Lo
cual explica en parte lo desprevenidos que estaban”. Es un gran comienzo que
entrelaza la vieja tradición del gótico con los problemas actuales de Europa.
E) ¿Estás escribiendo
algo nuevo ahora? ¿Qué?
Estoy escribiendo guiones de historietas, cuyas
ilustraciones están a cargo de Iñaki Echeverría. Concebir relatos teniendo en
cuenta el desarrollo visual ha sido un gran aprendizaje. Son piezas para un
proyecto colectivo junto a Gaby
Cabezón Cámara, Alejandra
Zina , Leonardo
Oyola , Esteban Castromán, Leandro Ávalos Blacha y Oscar
Fariña, que esperamos pueda editarse en breve. También en esta primera mitad
del año, estuve muy abocado a la
difusión de la novela Muerde muertos (quién alimenta a quién...),
escrita con mi hermano Carlos, y a
la reedición de Beber
en rojo (Drácula), de Alberto Laiseca, que lleva un prólogo mío, y en estos
meses, mi anhelo es retomar la escritura de una nouvelle en la que busco cruzar
la tradición de Robert Howard (Conan el Bárbaro, Kull de Atlantis y Solomon
Kane) con las historias de Eduardo Gutiérrez (Juan Moreira, Hormiga Negra y
Juan Cuello), con un protagonista, un poco cascoteado y solitario, donde la
ciudad de Buenos Aires y el territorio bonaerense sean los escenarios.