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La lengua de los geckos | Las fobias y el horror

Reseña de La lengua de los geckos (Muerde Muertos, 2019) de Fabián García. Por Néstor Darío Figueiras(*) para Proyecto Synco 

Hace varios meses que leí La lengua de los geckos, de Fabián García (Muerde Muertos, 2019). Disfruté esta antología de principio a fin. García se pasea —arrastrando al lector, pero siempre con suavidad— por un laberinto erigido con el horror impersonal de seres que despiertan diversas fobias (todas de origen animal: la entomofobia y la herpetofobia son las favoritas) y con la simple y llana —pero no por eso, menos fatídica— maldad humana, cuya paleta se extiende desde esa crueldad infantil que, paradójicamente, hace pensar en lo inhumano, pasando por las consecuencias del culto a la autoimagen, hasta la más abominable perversidad enquistada en las instituciones religiosas. Este recorrido propuesto por el autor a veces se vale de un planteo más o menos clásico del cuento de terror, de ingeniosas herramientas de la ciencia ficción (incluso aparece citado el escritor de ciencia ficción ficticio Kilgore Trout, ideado por el gran Kurt Vonnegut[1], lo que me pareció un magistral guiño dentro del guiño), de la estructura del costumbrismo, y aun de cierto asomo al horror cósmico más puro (apenas una pincelada, pero hecha con precisión). Ahora, todo esto está entramado con maestría, de modo que se percibe algo más que una simple apropiación de tales elementos: con ellos, el autor supo cómo crear un estilo sobrio, directo y —lo mejor de todo— eficaz, uno que no necesita de estridencias ni golpes de efecto y le permite narrar cómo la cotidianeidad se va contaminando con la intrusión inesperada de entes terribles que siguen imperativos ciegos dictados desde otro lado que no es este. Claro, en toda antología hay altibajos, y La lengua de los geckos no es la excepción. Pero los relatos menos resonantes igualmente están logrados, lo que prueba —al menos para mí— que detrás del manuscrito final hubo trabajo del concienzudo (ahí también se sospecha la mano experta de los editores de Muerde Muertos). Lo que más me gustó de la propuesta de García es la conexión entre tres relatos, un nexo que funciona como espinazo del conjunto. Y, ya lo dije, se trata de una conexión apenas insinuada, casi un “easter egg” visible solo para el ojo atento (como no quiero spoilear de ningún modo posible, no mencionaré a qué relatos me refiero, pero la taba del medio de esta columna vertebral, tal vez la más sutil, es una joya, posiblemente la cima tonal de la obra). En definitiva, y para no aburrir, consigan y lean La lengua de los geckos. Me lo van a agradecer.

[1]Aunque parezca mentira, en este tiempo de hipersticiones parece que hay quienes creen que Kilgore Trout existió en la vida real. De las cientos de novelas y miles de relatos de la obra imaginaria de este personaje de Kurt Vonnegut, sí hay un texto que fue escrito, “Venus en la concha”, intento de homenaje/metaficción de Philip José Farmer que desagradó a Vonnegut.

(*)Autor de Plenaluz, Entreluz, Capricho #43 y El cerrojo del mundo está en Butteler.