El escritor argentino publicó en 2019 su libro La lengua de los geckos y en el 2020 formó parte de una antología literaria con su cuento “La otra hermana”.
El narrador argentino, en el 2019 publicó su libro de cuentos llamado La lengua de los geckos (Muerde Muertos), y en el 2020 formó parte de la Antología literaria de la revista La Balandra con su cuento “La otra hermana”. En marzo de este año saldrá a la venta su segundo libro de cuentos, que se titulará No juegues con eso y publicará la editorial M14. La misma editorial publicará, para la misma fecha, una antología de cuentos de horror titulada Vivos de miedo, en la que se incluye un cuento de su autoría.
—¿Quién es Fabián García?
—¡Es una buena pregunta para hacerle a otra gente! Se me hace complicado responderla a mí, porque no sé muy bien quién soy... uno no es el mismo siempre, cambia con el tiempo y es bueno que sea así. Lo que puedo decir es que hoy en día me relaciono mejor con los libros y con las ideas que con el mundo “real”, respecto del que soy bastante pesimista, y que disfruto de escribir cada vez más.
—¿Cuál fue tu primer acercamiento con la literatura?
—Todavía conservo el primer libro que me impactó: “El mundo perdido”, de Arthur Conan Doyle”. Lo leí a los nueve años, una y otra vez, sin agotarme. Creo que esa historia de viajes y dinosaurios me orientó mi interés hacia lo fantástico y lo maravilloso desde un principio. Después vinieron las ediciones baratas de historias de terror o de cowboys que compraba en ferias, y no mucho después, gracias a un profesor, conocí la obra de Borges. Su cuento “La casa de Asterión” me fascinó tanto que llegué a aprenderlo de memoria.
—Al principio de tu carrera como escritor tomaste talleres literarios de poesía. Ahora narras historias de fantástico biológico, como en “La lengua de los geckos”, ¿cómo ocurrió ese salto?
—La narrativa fantástica y de horror siempre estuvo en el podio de mis preferencias. Empecé por la poesía porque en esa época no le dedicaba mucho tiempo a escribir, producir versos me llevaba menos tiempo, por ende no me faltaba nunca material para llevar a clases. Además, me pareció bueno empezar por ahí, por el trabajo sobre la sonoridad, el ritmo, la metáfora, para después aplicar eso a la prosa.
—¿Cómo surgieron los cuentos de La lengua de los geckos?
—A todos los escribí y corregí en el taller literario de Guillermo Martínez, al que asistí durante tres años, por lo que le deben mucho a él. El primero fue “El lápiz” que ya tenía una versión anterior, con un final distinto, y a partir de ahí fueron surgiendo los otros, como encadenados. “El lápiz” es horror realista, pero a partir de la primera versión de “La flor lejana”, que tiene algo de horror cósmico, pero también de humor, me orienté hacia ese lado. Cuando estuvieron listos fue a través de Guillermo, también, que conocí a quien iba a publicar el libro: José María Marcos, de Editorial Muerde Muertos.
—¿La psicología te ha servido para el desarrollo de tus historias?
—Yo estudié Psicología varios años… nada de lo que aprendí ahí me sirvió para nada, confieso. No creo que las teorías piscoanalíticas le sirvan a nadie para escribir mejor, y ni siquiera para entender a la humanidad mejor. Los grandes narradores “psicológicos” como Dostoievski o Chéjov no necesitaron teorías sobre el inconsciente para adentrarse en el alma humana a través de sus personajes. Hay más verdades sobre la humanidad en “Crimen y Castigo”, o en un relato de Saki o de Chesterton, que en diez manuales de psicología.
—¿Consideras que el terror domina al mundo?
—Creo que el mundo es un lugar bastante aterrorizante, y que probablemente va en camino de serlo aún más. Creo que el terror de la vida real no necesariamente adopta formas monstruosas... la estupidez y la ignorancia crean monstruos también. Por eso aunque disfruto, por ejemplo, de las historias de Lovecraft, en las que el mal es algo que viene de afuera, que invade la vida humana, a la hora de escribir no me convence a mí enfocar así las cosas. El Mal ya está en el mundo y somos nosotros mismos: basta leer las noticias para comprobarlo.
—¿Has considerado la posibilidad de explorar otros géneros literarios?
—Sí, por supuesto. De hecho, ahora mismo estoy escribiendo una serie de relatos distópicos e interconectados, que espero que lleguen a formar un libro en algún momento. Tengo una novela inédita también, que aunque explora algunos tópicos que me interesan y tiene bastante de grotesco y de sátira, se mantiene dentro de los límites del realismo. No reniego del calificativo de “escritor de terror” y me importa muy poco la mala opinión que las élites literarias tienen del género, pero no me limito necesariamente a ese campo.
—¿Quiénes son tus autores preferidos?
—Borges es mi preferido, y creo que lo va a ser siempre. El segundo puesto los comparten muchos: Kafka, Poe, Lovecraft, Machen, Saki, MR James, Cervantes, Maupassant, Bioy Casares, Olaf Stapledon, Thomas Ligotti, Bruno Schulz, etc.
—¿De qué forma ha impactado a la literatura de tu país la pandemia?
—Es probable que sea muy pronto para sacar conclusiones respecto de eso. Sí puedo contar que leí en internet algunos cuentos de escritores noveles y advertí una sensación de encierro e incertidumbre que debe tener bastante que ver con lo que pasa. Pero los efectos más duraderos creo que se van a notar más adelante.
—¿Qué opinas de las autopublicaciones?
—Lo que pierde quien se autopublica es el aval de la editora y las facilidades de distribución, pero me parece perfecto que la gente se autopublique, si no encuentra una opción mejor. El hecho de ser publicado por una editorial de cierto prestigio no garantiza calidad... en mi país, a partir de ciertas imposturas político-literarias de moda, te aseguro que no es así en absoluto. Tampoco sostengo lo inverso: moverte por fuera del “sistema” no te va a hacer bueno tampoco.
—¡Es una buena pregunta para hacerle a otra gente! Se me hace complicado responderla a mí, porque no sé muy bien quién soy... uno no es el mismo siempre, cambia con el tiempo y es bueno que sea así. Lo que puedo decir es que hoy en día me relaciono mejor con los libros y con las ideas que con el mundo “real”, respecto del que soy bastante pesimista, y que disfruto de escribir cada vez más.
—¿Cuál fue tu primer acercamiento con la literatura?
—Todavía conservo el primer libro que me impactó: “El mundo perdido”, de Arthur Conan Doyle”. Lo leí a los nueve años, una y otra vez, sin agotarme. Creo que esa historia de viajes y dinosaurios me orientó mi interés hacia lo fantástico y lo maravilloso desde un principio. Después vinieron las ediciones baratas de historias de terror o de cowboys que compraba en ferias, y no mucho después, gracias a un profesor, conocí la obra de Borges. Su cuento “La casa de Asterión” me fascinó tanto que llegué a aprenderlo de memoria.
—Al principio de tu carrera como escritor tomaste talleres literarios de poesía. Ahora narras historias de fantástico biológico, como en “La lengua de los geckos”, ¿cómo ocurrió ese salto?
—La narrativa fantástica y de horror siempre estuvo en el podio de mis preferencias. Empecé por la poesía porque en esa época no le dedicaba mucho tiempo a escribir, producir versos me llevaba menos tiempo, por ende no me faltaba nunca material para llevar a clases. Además, me pareció bueno empezar por ahí, por el trabajo sobre la sonoridad, el ritmo, la metáfora, para después aplicar eso a la prosa.
—¿Cómo surgieron los cuentos de La lengua de los geckos?
—A todos los escribí y corregí en el taller literario de Guillermo Martínez, al que asistí durante tres años, por lo que le deben mucho a él. El primero fue “El lápiz” que ya tenía una versión anterior, con un final distinto, y a partir de ahí fueron surgiendo los otros, como encadenados. “El lápiz” es horror realista, pero a partir de la primera versión de “La flor lejana”, que tiene algo de horror cósmico, pero también de humor, me orienté hacia ese lado. Cuando estuvieron listos fue a través de Guillermo, también, que conocí a quien iba a publicar el libro: José María Marcos, de Editorial Muerde Muertos.
—¿La psicología te ha servido para el desarrollo de tus historias?
—Yo estudié Psicología varios años… nada de lo que aprendí ahí me sirvió para nada, confieso. No creo que las teorías piscoanalíticas le sirvan a nadie para escribir mejor, y ni siquiera para entender a la humanidad mejor. Los grandes narradores “psicológicos” como Dostoievski o Chéjov no necesitaron teorías sobre el inconsciente para adentrarse en el alma humana a través de sus personajes. Hay más verdades sobre la humanidad en “Crimen y Castigo”, o en un relato de Saki o de Chesterton, que en diez manuales de psicología.
—¿Consideras que el terror domina al mundo?
—Creo que el mundo es un lugar bastante aterrorizante, y que probablemente va en camino de serlo aún más. Creo que el terror de la vida real no necesariamente adopta formas monstruosas... la estupidez y la ignorancia crean monstruos también. Por eso aunque disfruto, por ejemplo, de las historias de Lovecraft, en las que el mal es algo que viene de afuera, que invade la vida humana, a la hora de escribir no me convence a mí enfocar así las cosas. El Mal ya está en el mundo y somos nosotros mismos: basta leer las noticias para comprobarlo.
—¿Has considerado la posibilidad de explorar otros géneros literarios?
—Sí, por supuesto. De hecho, ahora mismo estoy escribiendo una serie de relatos distópicos e interconectados, que espero que lleguen a formar un libro en algún momento. Tengo una novela inédita también, que aunque explora algunos tópicos que me interesan y tiene bastante de grotesco y de sátira, se mantiene dentro de los límites del realismo. No reniego del calificativo de “escritor de terror” y me importa muy poco la mala opinión que las élites literarias tienen del género, pero no me limito necesariamente a ese campo.
—¿Quiénes son tus autores preferidos?
—Borges es mi preferido, y creo que lo va a ser siempre. El segundo puesto los comparten muchos: Kafka, Poe, Lovecraft, Machen, Saki, MR James, Cervantes, Maupassant, Bioy Casares, Olaf Stapledon, Thomas Ligotti, Bruno Schulz, etc.
—¿De qué forma ha impactado a la literatura de tu país la pandemia?
—Es probable que sea muy pronto para sacar conclusiones respecto de eso. Sí puedo contar que leí en internet algunos cuentos de escritores noveles y advertí una sensación de encierro e incertidumbre que debe tener bastante que ver con lo que pasa. Pero los efectos más duraderos creo que se van a notar más adelante.
—¿Qué opinas de las autopublicaciones?
—Lo que pierde quien se autopublica es el aval de la editora y las facilidades de distribución, pero me parece perfecto que la gente se autopublique, si no encuentra una opción mejor. El hecho de ser publicado por una editorial de cierto prestigio no garantiza calidad... en mi país, a partir de ciertas imposturas político-literarias de moda, te aseguro que no es así en absoluto. Tampoco sostengo lo inverso: moverte por fuera del “sistema” no te va a hacer bueno tampoco.
Fabián García | “No me creo los premios literarios”
Por Juan Carlos Velarde | El Sol de Tampico | Martes 9 de febrero de 2021 | Parte 2/2
Aunque tiene por costumbre leer a autores de estilos muy diversos, Fabián García prefiere la brevedad intensa del cuento a las derivas de la novela, y a la hora de escribir se inclina por el horror y lo fantástico.
—¿Y de los premios literarios?
—En general no me los creo. Participé de algunos, obtuve menciones, pero no les termino de tener confianza. Y no porque todos estén arreglados de antemano, sino por la misma dinámica de la selección. Por prestigiosos y honestos que sean los jurados de un concurso, estos nunca leen todas las obras: hay un ejército de prejurados que se encargan de seleccionar los veinte o treinta trabajos que van a leer los jurados. ¿Quiénes son esos prejurados? ¿Con qué criterio seleccionan? ¿Envían los mejores textos o los de sus amigos? Eso jamás se sabe.
—¿Se vive de escribir cuentos de terror?
—Por supuesto que no. En Argentina, salvo dos o tres excepciones, nadie vive de la literatura en general, y mucho menos de la de terror. Uno escribe porque lo disfruta, porque quiere compartirlo con otras personas, y eso es todo.
—¿Cuántos libros hay en tu biblioteca?
—Nunca los conté, pero deben estar cerca de los dos mil.
—¿Qué significa para ti la literatura?
—Es mi “zona liberada”, el lugar en el que hago algo bueno con mis demonios internos. Si no escribiera tendría que buscarme un terapeuta, pero son muy caros y en general no sirven para nada. Mejor escribir.
—¿Lees autores mexicanos?
—Confieso que no soy un gran conocedor, pero me encanta la prosa de Juan Rulfo y la poesía de José Emilio Pacheco
—¿Qué prefieres, PDF o libros impresos?
—Aunque leo cada vez más en PDF prefiero los libros impresos, siempre. Me gusta la textura del papel, el crujido de las hojas... compro muchos libros usados en las ferias, a veces son muy viejos, y me encanta encontrar anotaciones y recuerdos (flores prensadas, boletos de ómnibus, etc.) de otros. Si se lo piensa, eso tiene algo de oscuro, porque suelen ser anotaciones y recuerdos de personas muertas.
—¿Crees en los fantasmas?
—No. Creo que hay aspectos de la realidad de los que todavía hay mucho por saber, pero no me parece que el tema de los fantasmas sea uno de esos aspectos.
—¿El escritor de terror nace o se hace?
—Creo que nace cuando uno, más allá de que pueda leer a autores de estilos diversos, se siente especialmente inclinado hacia esa clase de historias, disfruta escribiendo historias extrañas. Hay una predisposición personal, no se puede forzar la elección de un género literario.
—Si organizas una cena con tus escritores favoritos, ¿a quiénes invitarías y por qué?
—El invitado a sentar en la cabecera sería Borges, porque admiro su obra y me gustaría disfrutar de su sentido del humor y su inteligencia. Muy cerca sentaría juntos a HP Lovecraft y a Arthur Machen, y trataría de que discutieran sobre temas literarios. Aunque ambos escribían sobre criaturas malévolas, sé que diferían en cómo se tomaban esos temas. Lovecraft era un ateo y un amante de la ciencia, no creía que cosas como las que escribía fueran posibles... Machen, en cambio, tenía creencias religiosas fuertes y estuvo ligado al ocultismo, por lo que debía creer posibles algunas de las cosas que narró. Sería interesante oírlos hablar del tema, y oír también terciar a Borges, a quien le gustaba mucho Machen, pero no tanto Lovecraft. Invitaría también a muchos otros, a todos los que nombré entre mis preferidos, aunque algunos, como ser Ligotti, no deben ser invitados muy divertidos.
—¿Cuál es tu palabra favorita?
—Inasible.
—¿Se vive de escribir cuentos de terror?
—Por supuesto que no. En Argentina, salvo dos o tres excepciones, nadie vive de la literatura en general, y mucho menos de la de terror. Uno escribe porque lo disfruta, porque quiere compartirlo con otras personas, y eso es todo.
—¿Cuántos libros hay en tu biblioteca?
—Nunca los conté, pero deben estar cerca de los dos mil.
—¿Qué significa para ti la literatura?
—Es mi “zona liberada”, el lugar en el que hago algo bueno con mis demonios internos. Si no escribiera tendría que buscarme un terapeuta, pero son muy caros y en general no sirven para nada. Mejor escribir.
—¿Lees autores mexicanos?
—Confieso que no soy un gran conocedor, pero me encanta la prosa de Juan Rulfo y la poesía de José Emilio Pacheco
—¿Qué prefieres, PDF o libros impresos?
—Aunque leo cada vez más en PDF prefiero los libros impresos, siempre. Me gusta la textura del papel, el crujido de las hojas... compro muchos libros usados en las ferias, a veces son muy viejos, y me encanta encontrar anotaciones y recuerdos (flores prensadas, boletos de ómnibus, etc.) de otros. Si se lo piensa, eso tiene algo de oscuro, porque suelen ser anotaciones y recuerdos de personas muertas.
—¿Crees en los fantasmas?
—No. Creo que hay aspectos de la realidad de los que todavía hay mucho por saber, pero no me parece que el tema de los fantasmas sea uno de esos aspectos.
—¿El escritor de terror nace o se hace?
—Creo que nace cuando uno, más allá de que pueda leer a autores de estilos diversos, se siente especialmente inclinado hacia esa clase de historias, disfruta escribiendo historias extrañas. Hay una predisposición personal, no se puede forzar la elección de un género literario.
—Si organizas una cena con tus escritores favoritos, ¿a quiénes invitarías y por qué?
—El invitado a sentar en la cabecera sería Borges, porque admiro su obra y me gustaría disfrutar de su sentido del humor y su inteligencia. Muy cerca sentaría juntos a HP Lovecraft y a Arthur Machen, y trataría de que discutieran sobre temas literarios. Aunque ambos escribían sobre criaturas malévolas, sé que diferían en cómo se tomaban esos temas. Lovecraft era un ateo y un amante de la ciencia, no creía que cosas como las que escribía fueran posibles... Machen, en cambio, tenía creencias religiosas fuertes y estuvo ligado al ocultismo, por lo que debía creer posibles algunas de las cosas que narró. Sería interesante oírlos hablar del tema, y oír también terciar a Borges, a quien le gustaba mucho Machen, pero no tanto Lovecraft. Invitaría también a muchos otros, a todos los que nombré entre mis preferidos, aunque algunos, como ser Ligotti, no deben ser invitados muy divertidos.
—¿Cuál es tu palabra favorita?
—Inasible.