Comentario sobre Mondo cane (Muerde Muertos, 2016) de Pablo Martínez Burkett | Por Fabián García, autor de La lengua de los geckos (Muerde Muertos, 2019) | Lunes 9 de septiembre de 2019
Ayer releí Mondo cane, de Pablo Martínez Burkett, y lo disfruté más que la primera vez. A veces me pasa eso con las relecturas: me permiten captar sutilezas, alusiones y guiños (que en la escritura de Burkett abundan) que, si bien no ignoré en la primera lectura, quizá no aprecié en su justa medida. Los cuentos de Burkett, compactos y poderosos, se pasean por géneros diversos y juegan con sus tópicos, sin caer en el cliché jamás. Por el contrario, Burkett vuelca sobre esos géneros un nivel de ingenio y una novedad que se agradece mucho, si se tiene en cuenta que con frecuencia la producción de “género” se estanca en lugares comunes, o hace de la desmesura una bandera. Causa placer recorrer los mundos que sugiere, y ver con qué gracia los enlaza con mundos creados por otros. El tipo que en “Corona vacante” se dispone a encontrar la isla del Dr. Moreau, para reemplazarlo ahora que ha muerto; las alusiones a conceptos muy propios de P.K. Dick en “Ejercicio de visión remota”; o la aparición de la tenebrosa Corporación Orwell, en dos de los relatos, son algunos ejemplos. Y en “Ocio terminal”, la mención a la señal astronómica bautizada WOW —ingeniosamente incluida en la trama— deja con ganas de más. Si Burkett hubiera nacido bastante más al Norte, podría estar prestando ideas como esa al cine de ciencia ficción. Pero él y yo escribimos desde la periferia de la periferia, y ahí la cosa se hace más difícil.
Si todavía no leyeron Mondo cane, deberían tratar de remediar el error.