María Sola se inscribe en la tradición de artistas que manejan tanto el lenguaje visual como el literario. Mujer deshabitada, su primer libro de relatos, es una muestra de eso: algunas de sus pinturas inauguran los apartados que dividen los textos creando así un vínculo en el que ambos lenguajes se resignifican y potencian. Relatos donde prima el extrañamiento, imaginarios donde el realismo se quiebra y asoma lo fantástico. La autora, discípula de Alberto Laiseca, confirma con este libro su talento como creadora de originales universos. (Revista MiráBA, viernes 30 de agosto de 2019).