De lenguajes, texturas y mundos coloreados: sobre Mujer deshabitada de María Sola | Por Vivi Montes para La Mirona Artística | Martes 27 de agosto de 2019
Los variados breves relatos que componen el libro de María Sola se hilvanan hasta componer una hermosa colcha, de esas tejidas de a cuadraditos coloridos, que al unirse forman un tejido majestuoso, de mágicos dibujos y sensibles texturas. Mujer deshabitada cobija, sorprende y emana calidez. Lo fantástico va irrumpiendo en la realidad de cada narración como inmiscuyéndose, entrelazándose en el universo de los personajes hasta alterar todos los órdenes y crear mundos conmovedores.
Las imágenes creadas por Sola se suman a las que se van armando ante los ojos de las y los lectores a medida que avanzan las páginas. La caracterización de los personajes logra que el universo de lectura se vea habitado por los seres más extraños, aunque cotidianos y entrañables. En muchas de las páginas me vi impulsada a reconocer como Laiseca, como Almada: María, usted es una genia.
Las diferentes secciones que componen el libro son como habitaciones de una casa gigante que invita a perderse en ellas y explorarlas. De cada puerta, de cada ventana pende un hilo que nos hace devenir entre las páginas oscilando entre puentes, túneles y laberintos en un éxodo placentero. Así, las palabras nos llevan en andas y bosquejan escenas maravillosas entre locos musicales, años sabáticos para diminutas parejas enfrascadas, cuerpos de mujeres que se ovillan, parajes en los que nadie es dueño de nada (ni de su nombre siquiera), seres reconstruidos, hermanos que brotan de la tierra unidos por raíces, pinturitas que salvan de la locura y el encierro; niñas que se convierten en palomas, demonios que acunan, muñecas andantes que se convierten en objeto de persecución, una movilización de minúsculos inquilinos que viven dentro de un hombre y robots que encierran madres.
Podría agregar muchas palabras, pero mejor invitarles a la lectura de este volumen del que voy a rescatar para ustedes unas pocas líneas que condensan su encanto:
Una sombra gigantesca se asoma del techo.
No me explico cómo puede tener ojos, pero los tiene y son como focos que iluminan la noche. (Fragmento de “El acecho”).
Eso es Mujer deshabitada, a la vez sombra y espejo, un libro para reconocernos y extrañarnos al mismo, mágico, tiempo con ojos imposibles que, sin embargo iluminan la noche.