Fernando Figueras: “Pagar para editar o que te editen gratis no tiene nada que ver con la calidad de tus textos”. Por Mauro Yakimuk
El escritor Fernando Figueras habló con Entre Vidas de su novela Quepobrestán publicada por la editorial Muerde Muertos y planteó la inquietud de si hay que pagar o no para que a un escritor lo editen. Además, contó que terminó un libro de cuentos para público infantil y está terminando tres libros más para diferente público.
—¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
—Mate y silencio. Puede ser cerveza y silencio.
—¿Con qué frecuencia escribís?
—Casi todos los días. Puede ser por la mañana o por la tarde. Solo escribo de noche si se trata de un cuento que ya tengo muy encaminado.
—¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Quepobrestán?
—La página inicial, con la ceguera del protagonista.
—¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
—Hace unos años, cuando mi hijo era chiquito, dedicábamos la vida a jugar y a inventar cosas. Un día se nos dio por crear un mundo con países nuevos. Les hicimos las banderas, los dibujamos en un mapa con nuevos continentes, los definimos con una característica y les pusimos un nombre acorde. A él se le ocurrió un país muy pobre, con una bandera que era un trapo todo roto y cuyo nombre era Quepobresán. A mí me gustó la idea y se la afané, pero para no pagarle derechos de autor lo cambié un poquito y quedó Quepobrestán, que además me sonaba más a país, como Afganistán, Pakistán, etc.
—¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Muerde Muertos?
—Muerde Muertos es una creación de los hermanos José María y Carlos Marcos. Conocí a José María en el taller de Alberto Laiseca. A mí me gustaba lo que escribía él y a él lo que hacía yo, así que cuando empezaron con la editorial decidieron sacar un libro de cada uno de ellos (Los fantasmas siempre tienen hambre, de José; e Inmaculadas, de Carlos), más Ingrávido, mi primer libro de cuentos. Años después escribí Quepobrestán y lo mandé a un concurso de nouvelles en España, y también se lo mandé a José para que me dijera qué le parecía. Le gustó y me ofreció editarlo. De España no tuve noticias, claro. Concretamente, la posibilidad surgió de la amistad. A propósito de ediciones y posibilidades, voy a aprovechar este espacio para dejar plasmada una de mis tantas teorías, en este caso sobre este tema, pero tengo teorías sobre muchas verduras más. La cosa es más o menos así: ¿pagar o no pagar para que te editen? Yo hasta ahora no pagué porque encontré amigos que pusieron la plata por mí, pero eso no hace ni mejor ni peor lo que escribo. En otras ocasiones me editaron porque quedé finalista en concursos, pero eso tampoco me hace ni mejor ni peor. Pagar para editar o que te editen gratis no tiene nada que ver con la calidad de tus textos. ¿Qué se les reconoce a los Redonditos de Ricota? Que son independientes, que no transaron con ninguna discográfica. O sea, que se pagaron sus ediciones. Y se los elogia porque les fue bien, si no hubiesen tenido éxito serían considerados unos hippies boludos que fueron rechazados por todas las discográficas. Como les fue bien, son unos capos. Pero “Ji ji ji” es la misma, pagando o no. La obra la tenés que tener hecha, después se verá. Y también hay que tener cuidado con esto: a veces no te pagás una edición porque no tenés plata, pero otras no lo hacés porque no creés en lo que hacés. No tendría problema en pagar una edición con mis cuentos (¡salvo el problema económico!).
—¿Cómo surge la idea de definirla dentro de un nuevo género de novela divague?
—Era una novela corta, lo que se llama una nouvelle. Y por el contenido delirante se me ocurrió lo de divague, jugando un poco con la nouvelle vague (nueva ola) del cine francés de la década del 50, con la cual Quepobrestan no tiene nada que ver, pero no importa.
—Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
—Con una historia de amor.
—¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
—De todo un poco. Hay gente a la que le encantó, se divirtió, se cagó de la risa y hasta encontró algunas ideas sobre el amor que le dieron qué pensar. Otros me mandaron a la mierda, directamente, pero “sin violencia”, como diría el impresentable senador Urtubey.
—¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
—Sobre contaminación ambiental. Basado en hechos reales que se volverán ficción para no comerme un juicio. Y sobre cualquier tema que vaya surgiendo. Soy de leer de todo un poco y de estar atento a temas nuevos. Aunque uno siempre hable de lo mismo.
—¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
—Escribir un buen libro de cuentos después de los 80 años. Y que me lo premien. Y después de recibir el premio ir a comer pizza y a tomar cerveza con amigos y seres queridos. De postre, tarta tibia de manzanas con helado. Después a casa. Al día siguiente, lectura tranquila de algún libro pendiente. Y después ver si se me ocurre algo divertido para escribir.
—¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
—Cualquier cosa que escriba Martín Sancia Kawamichi, el Manual sadomasoporno, de Alberto Laiseca, reeditado hace poco por Muerde Muertos, Presagio de carnaval, de Liliana Bodoc, Mondo cane de Pablo Martínez Burkett,Yo nena, yo princesa, de Gabriela Mansilla, Conflictos del alma infantil, de Carl Jung, Los extrañamientos, de Martín Blasco, Lo que trae la niebla, de Marcelo Rubio, Koi, de Ezequiel Dellutri, Interdicciones, un libro sobre intersexualidad escrito por varios autores, No cuentes pesadillas en ayunas, de Pamela Terlizzi Prina, Antes del encuentro feroz, de Agustina Bazterrica, Inmaculadas, de Carlos Marcos (cada tanto lo releo), Frikis mortis, de José María Marcos y La danza de la realidad, de Alejandro Jodorowsky. Y dos libros que están por salir pero ya leí en PDF: El destino de las cosas últimas, de Matías Bragagnolo e Inzombio, de Sandra Gasparini y Hernán Bergara. Agrego otro: Contra-pedagogías de la crueldad, de Rita Segato, que todavía no leí pero está basado en charlas que dio en la facultad Libre de Rosario y las escuché en Youtube. Para mí es una de las voces más interesantes sobre feminismo y violencia de género. Tiene una mirada que abarca aspectos que otros y otras dejan de lado. Muy recomendable para hombres que quieran entender el mal que nos ha hecho el machismo.
—¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
—Terminé un libro breve de cuentos para público infantil entre 9 y 12 años. Estoy terminando otro juvenil para público entre 12 y 14 años. Otro de cuentos para adultos y una novela juvenil relacionada con la contaminación ambiental. Me gustaría hacer historietas con algún dibujante. Tengo algunas ideas, pero primero hay que terminar todo lo otro. Y ya escribí una línea para uno de los cuentos que me van a premiar después de los ochenta años. Dice así: “Que la muerte nos encuentre con las botellas vacías”.