Hace mucho frío cuando Artaud el Muerde Muertos es quien sopla | Manifiesto Artaud de Todo

Un partido de truco interrumpido por tiros, seres cósmicos, clones y científicos locos

Reseña de Hay que matarlos a todos (Muerde Muertos, 2018) de Pablo Tolosa. Por Fernando Farías para La Palabra de Ezeiza

Hay que matarlos a todos (Muerde Muertos, 2017) es la primera novela de Pablo Tolosa, quien ya publicó el libro de cuentos Malditos animales (premiado y editado en el 2009 por el Fondo Editorial Rionegrino), y además apareció en las antologías Río Negro For Export (FER, 2010), Osario común: summa de fantasía y horror (Muerde Muertos, 2013), Letras de la Comarca (Editorial del Valle Bajo, 2015) y Sangre fría (Pelos de Punta, 2016). El presente ejemplar cuenta en la contratapa con un comentario de Juan Antonio Molina Foix, reconocido traductor de clásicos como Lovecraft y Stevenson, mientras que la corrección corrió por parte de Claudia Cortalezzi, la edición es de José María Marcos y el diseño es de Mica Hernández. Mención aparte merece la impresionante ilustración de portada del artista Patricio Graham, tan oscura y perturbadora como intrigante.
La historia arranca narrada en primera persona por Gallo, quien se encuentra en el bar de un pueblo del interior. Gallo nos cuenta un poco de su fracasada vida sentimental, un poco del lugar y sus personajes, un poco de la partida de truco que estos parroquianos juegan… En otras palabras, lo normal de cualquier rincón de provincia. Así es por lo menos hasta que cae un tal García, y empieza a los tiros.
Y esa es sólo la punta de lanza de una novela que se reinventa constantemente, llevando al lector por caminos cada vez más inesperados. A través de sus páginas nos encontraremos con seres cósmicos, clones y científicos locos, todos entremezclados en un libro inclasificable que se vale de diversos géneros para entregar una de las narraciones más originales de los últimos años.
Con el paso de las páginas, Tolosa se adentra en terrenos cada vez más escabrosos, tratando temas duros —la identidad, por ejemplo—, y saliendo completamente airoso. Para ello emplea un lenguaje directo, sin pretensiones, y un estilo que en ningún momento da cuartel y bebe tanto de influencias clásicas como modernas. El autor ya había demostrado en trabajos anteriores su afición por William Hope Hodgson y Lovecraft, cuya presencia se entrevé en varios pasajes del texto —una lucha entre fuerzas cósmicas donde la humanidad parece no importar—, pero ahora aparece mezclada con elementos de western, costumbrismo, humor negro, gore, ciberpunk, además de situaciones que parecen salidas de libros de autores como Clive Barker o Kurt Vonnegut, e incluso de las primeras y legendarias películas de David Cronenberg. Pero lo que en otro autor podría derivar en un relato sobrecargado y desbalanceado, aquí aparece en armonía, tal es así que es imposible abandonar la lectura hasta la última y soberbia página, tan plagada de delirio cósmico como todas las que la anteceden.
Hay que matarlos a todos es una novela que trasciende los géneros, que puede ser apreciada por el público en general y que, en particular, los amantes de lo raro y el terror disfrutarán a lo grande, porque podrán reconocer ecos de narraciones clásicas mezcladas con nuevas expresiones. Al terminar la lectura, no sólo habrán atravesado una experiencia súper intensa, sino que probablemente se mirarán en el espejo para preguntarse quién es ese extraño ser que les devuelve la mirada.