Suplemento "Ideas" de La Nación, miércoles 21 de octubre de 2015. |
Personaje excéntrico por ineludible naturaleza, Alberto
Laiseca (Rosario, 1941) creó una de las obras más originales de la literatura
argentina de las últimas décadas. De difícil filiación en el panorama de las
letras locales, sus cuentos, novelas, poemas y ensayos abrevan en la literatura
oriental, clásicos del terror como los relatos de Poe o El fantasma de la ópera, de Gastón Leroux, y en olvidados
best-sellers como Las minas del rey
Salomón, de H. Rider Haggard. El resultado de esa curiosa mezcla es su “realismo
delirante”, un estilo propio en el que retrata con negra carcajada el horror y
la belleza de los desmesurados deseos y ambiciones humanas.
Matando enanos a garrotazos
Su primer libro de cuentos, de 1982, contiene ya los
ingredientes fundamentales de su narrativa, presentados con la contundencia que
anuncia el título (aunque no haya ningún enano en los relatos en sí):
dictadores tecnócratas, plantas magnetofónicas, discusiones filosóficas entre
crotos, momias compositoras, proyectos faraónicos, la crueldad en todas sus
formas y el delirio humorístico como un lente de aumento para observar los más
oscuros aspectos de la realidad humana.
La mujer en la muralla
Un ejemplo de la zona “oriental” de Laiseca, que incluye
también la novela La hija de Keops y
los Poemas chinos. Sin menoscabar la
documentación histórica, Laiseca se apropia a su manera de la historia de Chi'n
Hsih Hwang Ti, el primer emperador de la China , en el año 221 a .c., que unificó los
dispersos estados guerreros y construyó la Gran Muralla. Una
historia plagada de hechos fabulosos, magos, esposas y concubinas, guerreros,
monjes taoístas y confucianistas, violencia y sensualidad.
Los sorias (o El jardín de
las máquinas parlantes)
Su obra maestra, una colosal novela de más de 1300 páginas
que le llevó veinte años de escritura y apabulló a algunos de sus colegas más
ilustres (Piglia se refirió a Los sorias
como “la mejor novela argentina desde Los
siete locos). La guerra entre dos estados dispuestos a la aniquilación
total, Soria y Tecnocracia, es el mejor contexto para mostrar las fuerzas vivas
de una civilización completa: política, sindicalismo y magia negra, religión,
música, artes, ciencia y tecnología, sexo y muerte. Una obra monstruosa y
genial que narra la humanización de un tirano. Quien no resista la torrencial
embestida del Pynchon argentino, puede intentar con la algo más breve El jardín de las máquinas parlantes (790
páginas), otra “novela total” dedicada, en este caso, al esoterismo.
Beber en rojo (Drácula)
A puro erotismo desembozado, Laiseca rescata al conde
Drácula de la melancolía para entregarlo a la más festiva lujuria. Una
reescritura en extremo delirante del clásico gótico que le devuelve su
vitalidad y osadía lavada por tanto vampiro que se niega a a clavar los colmillos.
Apasionado cultor del terror, Laiseca rindió homenaje a algunos de sus cuentos
más amados en un ciclo de relatos orales en televisión.
El artista
Además de escribir historias inclasificables, Laiseca
participó como actor del film de 2008 de Marcelo Cohn y Gastón Duprat. Allí
interpreta a Romano, un paciente de una residencia geriátrica que no habla,
excepto por un escueto y enfático “¡pucho!”, cuando desea fumar. Sus dibujos,
en cambio, son verdaderas obras de arte, que su enfermero tomará sin
miramientos para hacerlas pasar como propias. Luego de realizado el film, los
directores le propusieron a Laiseca escribir una novela sobre el guión
original. El resultado es este libro publicado en 2010.