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Marisa Vicentini, autora de El fantasma del rosario (MM, 2014). |
He seleccionado una frase de esta novela editada por Muerde
Muertos en 2014 El fantasma del rosario de
Marisa Vicentini porque resume claramente la narrativa que nos brinda esta
autora. Se trata de una novela que mezcla el género fantástico y policial de un
modo atrapante, trágico y sorprendente a la vez. De ágil lectura, no dejan de
intrigar al lector las vivencias de la protagonista principal, acompañando su
dolor y el misterio que rodea la historia. Una excelente obra de fusión de
géneros, donde el límite entre lo lógico y lo irracional, la cordura y la
locura, la muerte y la resurrección encuentran un equilibrio justo y un ritmo
vibrante.
—Esta novela entrecruza dos géneros claramente identificados: la
literatura fantástica y el policial. ¿Cómo fue el proceso de construcción
narrativa a partir de este abordaje?
—Fue un proceso muy dinámico, se fue dando. Esta historia era
al principio una clásica historia de fantasmas que yo quería muy al modo del
“ghost story” típico, la casa, los ruidos, etc. Desde esa idea original se fue
construyendo todo a medida que los personajes cobraron vida en mi imaginación y
tuvieron voz. Ellos, en ese proceso de darles una historia de vida me fueron
llevando al drama, al nudo que resultó ser un accidente, que después resultó
ser un hecho policial y me gustó mucho encontrarme con esa tangente y seguir
ese camino, entonces llegó la necesidad de que exista una investigación para
que mi personaje principal pueda entender lo que le está pasando. También,
siempre busqué darle verosimilitud a la historia y un caso policial resultó
algo muy real que cualquiera puede leer en el diario y sentir cercano.
—Conectado con la
pregunta anterior, resulta interesante el trabajo con la antinomia “razón-lógica”
vs. “fantasía-misticismo-irracionalidad”. ¿Cómo trabajaste con el lenguaje en
función de esta dualidad?
—La antinomia existe en la vida misma, el más racional de los
ateos dice “Dios mío” en un momento de desesperación. La intención fue que
estos personajes dudaran, se cuestionaran y se entregaran al orden no racional
de las cosas que les están pasando, a la vez que saben que a pesar de que todo
lo que les sucede es real, es absolutamente imposible si lo pensás dos veces.
Los diálogos entre ellos son el medio para expresar esta dualidad tan propia de
nuestra naturaleza contradictoria en medio de momentos críticos.
—¿Los tópicos de
“muerte”, “apariciones” y elementos místicos que aparecen en el texto, tienen
que ver con experiencias auto referenciales o han sido seleccionados sólo para
que prospere el relato?
—Desde siempre me fascinó lo sobrenatural, los cuentos de
aparecidos, la anécdota que siempre es la “del amigo de un amigo”. No quería
privarme de incluir ningún elemento típico y esperable de una historia así,
como quien mete los ingredientes en la olla, yo los quería todos. Lo auto
referencial es esquivo, está más presente en los pensamientos, sueños y
conversaciones de los personajes.
—También es muy
fecunda la temática de las creencias religiosas y planteos morales basados en
ellas (el muchacho que desiste del sacerdocio, las monjas y el crimen…) ¿por
qué la elegiste?
—Porque son los dilemas que me interesan, hay buenos
absolutos y creo que hay gente mala de raíz, pero todos, según las circunstancias,
podemos actuar de la manera menos pensada y predecible, el muchacho y la monja
son las dos caras de una misma moneda que es la vida consagrada, el que duda y
abandona aunque podría haber sido el mejor, la que se sirve de su habito para
tener poder y posición.
—En el texto surge una
frase “…las palabras somos nosotros y nosotros somos ellas (las palabras)…”.
¿Se trata de colocar textualmente tu concepto del lenguaje, del lenguaje
literario?
—No exactamente, para mí el lenguaje literario está compuesto
por las palabras, sin duda, pero también es lo no dicho, las palabras que no
están y que se construyen en la cabeza del lector. Esta frase tiene que ver más
con la psiquis, con el poder sacar a través de las palabras aquello que está
escondido en nuestra mente, palabras que a veces no tienen sentido pero que
remiten a otra cosa latente.
—¿Cómo encaraste
lingüísticamente los fragmentos de relatos oníricos en el texto, más allá de
escribirlos en letra itálica?
—Como son sueños me di el permiso de escribirlos y volcarlos
anárquicamente, como me vino en gana, como me salió. Son los únicos momentos en
los que no pensé en el lector, ni en si se entendía o no. Son la puerta de
entrada a un mundo paralelo donde hay comunicación concreta con el más allá y
simbolismos muy importantes que completan la historia del personaje principal.
—¿Cuáles son tus
influencias o preferencias literarias? ¿Tienen que ver con tu escritura?
—Con mi escritura tienen que ver todos aquellos a los que leí
de chica y aún releo, desde Emily Bronté a Theophille Gautier, que descubrí de
adolescente, y desde El demonólogo de Ed y Lorrain Warren (la película El Conjuro es uno de los relatos de este libro) a los libros de terror de John Saul que
leía a los 11 o 12 años, nada apropiados para esa edad pero que yo me las
ingeniaba para conseguir aunque no durmiera por noches. Prácticamente todo lo
que leo es en inglés. El cine es una gran influencia, ya que soy de procesos
visuales a la hora de escribir, siempre voy “viendo” lo que va a pasar en una
historia.
—Esta tu primer novela.
¿Ha sido un disparador para seguir escribiendo en la mezcla de estos géneros o
has cambiado?
—Ni idea, ahora estoy escribiendo una de zombies, pienso en
un libro de cuentos de terror y otro con historias fantasmales contadas por sus
protagonistas. Tengo muchas cosas en mente y muy poco tiempo para concretarlas,
menos para pensar demasiado en fusiones y plantear estrategias, va saliendo y
voy viendo si me gusta.
—Dado el suspenso y la trama tan “visual” de
este relato, ¿has pensado a futuro en un posible guión para cine?
—Ya son varios lo que me preguntan esto. ¡Me encantaría y
prometo poner manos a la obra!
(*) 10 de abril de 2015.