Agradecemos a la Federación Argentina de Ciencia Ficción, presidida por Héctor Pessina (presidente), Darío Lavia (vice) y Ángela Cadillac (secretaria), la entrevista al autor de Los ojos de la divinidad (Muerde Muertos, 2013).
Pablo Martínez Burkett nació en 1965 en Santa Fe (Argentina). Es abogado (Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe) y Magíster en Derecho Empresario (Universidad Austral, Buenos Aires). Tiene otros estudios de postgrado en universidades del país y el extranjero. Es profesor de Derecho en diversas universidades. Es autor de los libros de relatos Forjador de penumbras (2011, 1º Premio Mundos en Tinieblas 2010) y Los ojos de la divinidad (Muerde Muertos, 2013, Premiado por el Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias). Forjador de penumbras acaba de ser reeditado por Eriginal Books de Miami, Fl. (USA) y presentado en la Miami Fair Book International para todo el mercado hispanoparlante. Ha participado en numerosas antologías. Las dos últimas El libro de los muertos vivos: cuentos de zombies (LEA, 2013) y Buenos Aires Próxima: antología fantástica (Ediciones Ayarmanot, 2014). Escribe para revista, diarios y portales del país y el extranjero. También ha escrito aperturas para diversos programas de Radio América. Ha recibido premios en una docena de concursos literarios. Está preparando un libro que reúne sus ensayos sobre Borges y Cervantes y las novelas Pozo del Diablo y El regreso del Uñudo, así como el folletín por entregas El retorno de la crisálida. Su blog es El Eclipse de Gyllene Draken.
10) ¿Recordás cuál fue el primer libro del género que te voló la cabeza?
—Siempre fui de leer muchísimo. Y de chico, más. Entonces tengo un magma felicísimo donde se entremezclan Salgari, Julio Verne y H. G. Wells. Tomaba por asalto la biblioteca de mi colegio y arrasaba con todo lo que hubiera de esos autores. Desde entonces, La guerra de los mundos, La máquina del tiempo y La isla del Dr. Moreau me hostigan con notable persistencia. Tanto como Viaje al centro de la Tierra, 20.000 leguas de viaje submarino y Ante la bandera. Para hacer un censo corto baste decir que me crié leyendo las dos vertientes decimonónicas de la imaginación razonada. Un poco más grande, cayó en mis manos El hacedor de estrellas de Olaf Stapledon y ya nunca me fui de allí.
09) ¿Cuál fue la primera película de CF que viste en tu vida?
—No recuerdo el orden de prelación, pero sí tres que me inquietaron mucho: “El día que paralizaron la Tierra”, “El planeta prohibido” y “La mosca” (la vi a 10 años y soñé muchas noches con ese horror primero). Pero como tengo la edad que tengo (50 añitos el próximo abril), desearía agregar algunas series de televisión: “Perdidos en el espacio” y, particularmente, “Viaje a las estrellas”, en cuyo fanatismo insobornable aún permanezco. Y luego: “Ovni” y “Cosmos 1999”, ambas de Gerry Anderson.
08) De los llamados subgéneros de la CF, ¿cuál es de tu preferido? Por ejemplo: Espadas y planetas, Steampunk, Post-apocalíptico, Space ópera, Viajes en el tiempo, etcétera.
—Me fascina la física cuántica (o lo que puedo entender de…) de modo que me gustan mucho las historias que proponen un multiuniverso, una anomalía en la continuidad espacio-tiempo o bifurcaciones existenciales. Uno creció viendo space opera y con el steampunk, enseguida evoco el Nautilus del Capitán Nemo y entonces me da mucha felicidad. Pero si tuviera que quedarme con uno sería el post-apocalíptico. Creo que un planeta arrasado por el holocausto nuclear (o climático) presenta mayores posibilidades narrativas, porque deben hacerse nuevas todas las cosas y por ende, puede hospedar a los demás subgéneros.
07) Tenés la máquina del tiempo lista para poner en marcha, ¿a qué época o año?
—No tengo duda alguna porque es una de mis fantasías recurrentes y tiene lugar en algún día de principios de noviembre de 1519 cuando los hombres de la expedición de Hernán Cortes, unos cientos de españoles y unos cuantos miles de “indios”, aventurándose por selvas, montañas y volcanes (y unas cuantas matanzas sistemáticas), contemplan maravillados, allá abajo, entre brumas y marismas a la fabulosa ciudad de Tenochtitlan, rodeada de otras tantas ciudades igualmente asombrosas. Y la fuente de esta obsesión mía es literaria. Dice Bernal Díaz del Castillo: “Al ver tantas ciudades y pueblos construidos en el agua, y otras poblaciones en tierra firme, nos quedamos admirados. Hubo quienes pensaron que se trataba de un hechizo, como los que se narran en el libro de Amadís, pues había grandes torres, templos y pirámides erigidos en el agua. Otros se preguntaban si todo eso no sería un sueño”. Debo haber tenido unos 16 años cuando lo leí y Bernal, sin saberlo, inauguraba mi culto por la realidad oscilante.
06) ¿Qué creés que ganó la CF y qué perdió desde su inicio a hoy?
—No sé sí perdió, pero creo que la ciencia le fue recortando terreno a la fantasía. Para ilustrar esta afirmación me auxilio con tres hechos escogidos al azar (pero que son de público y notorio): I En los 90’ se vendían teléfonos celulares flip open que emulaban los comunicadores de Viaje a las Estrellas; II Con silenciosa orfebrería se está construyendo una estación orbital y III Días atrás, hemos empardado un satélite con la carrera de un cometa y una sonda descendió sobre la superficie del bólido. En suma, lo que quiero demostrar es que vivimos en un mundo que hasta no hace mucho pertenecía a la ciencia ficción. En este entendimiento, edificar relatos de fantasía anticipatoria me parece que resulta más arduo porque, de alguna manera, el futuro que auguraban las novelitas pulp está instalado hace rato.
05) ¿Qué dibujo, historieta o póster de CF influyó en tu amor al género?
—¡Qué bien dicho: amor al género! Es así. Y mi amor está muy influenciado por Mark, una historieta que a partir de 1977 apareció en la revista El Tony de Editorial Columba. Con texto de Robin Wood y dibujos de Ricardo Villagrán narraba las peripecias post-apocalípticas de dos guerreros solitarios: Mark y Hawk que enfrentaban a los Mutantes, los Destructores, las Amazonas y todo un catálogo de supervillanos. De más grande me avivé que estaba, digamos…, inspirada en I am Legend de Richard Matheson, pero ya el virus estaba bien inoculado.
04) ¿Qué autores creés que no están todavía valorados como corresponde?
—La valoración siempre será una cuestión subjetiva, aunque la sumatoria de ponderaciones arroje un consenso, siempre arbitrario. Y el “como corresponde” me remite al “suyo de cada cual” (el suum cuique de la definición de justicia que ya enunciaban los romanos), pretensión que, si bien es legítima, puede envenenar el alma por esperar lo que no llega, acrecentando la producción de viudas del éxito que pululan por un sistema que de justo, nada. Tampoco me fío mucho del onanismo ucrónico: “Si tal o cual hubiera nacido en USA/Inglaterra/España sería best-seller” (haciendo trampas con el vidrioso concepto de best-seller = valorado). Pero para no escurrirle el bulto a la pregunta, aunque no tengo la dicha de conocerlo personalmente (ni creo que siquiera sospeche de mi existencia), a mí me gustaría muchísimo que Carlos Gardini fuera el más famoso del mundo mundial. Mis colegas de la revista Próxima son también dignos de abundante lectura allende el Río de la Plata y la mar oceána. Pero para gustos, los helados, como decía mi abuela.
03) ¿Te resulta paradójico aquellos críticos o autores del género que sólo critican la CF?
—La respuesta cómoda es: sí, por supuesto. Sin embargo, me parece que en ambas riberas (críticos y criticados) hay mucho de narcisismo mal resuelto tanto como un ninguneo facilista: “Este escribe sobre plato voladores porque no le da el balero para escribir cosas serias”. Y así nos va.
02) ¿Qué le falta a la CF argentina?
—Dejar de mirarse el ombligo y creer más en la inmensa capacidad de sus autores. Es cierto que la exigencia joligudense te deja exhausto y que con un mecenazgo fornido todo iría mejor. Pero es lo que hay, es lo que tenemos, es el lugar en el mundo donde nos tocó estar. Creo que, aún desde estas pampas australes, le podemos dar nuestra impronta al género, cada cual jugando en su potrero, pero aliados para salir a la cancha grande, algunos como delantero, otros como arquero, otros como aguatero suplente; los más, alentando desde el tablón. Pero aliados.
01) Nombrá a un autor de CF que nunca quisiste leer.
—No tengo. Soy muy hedónico y consecuentemente, errático en mis preferencias. Como carezco de otra formación que no sea mis lecturas, busco aprender todo el tiempo.
00) ¿Existe Dios?
—Yo creo que sí. Adhiero al catolicismo. La más de las veces, creo en el Dios de la tradición judeo-cristiana, las menos; derivo hacia un Dios spinoziano. Y como todos somos aquel rabino de Praga que engendró un Golem, cuando algún crimen, genocidio o aberración humana hace que me pregunte “¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?” me cobijo en la apuesta de Pascal. Y sigo creyendo.