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Fantasmas, posesiones, intriga y amor

Reseña de El fantasma del rosario, de Marisa Vicentini (Muerde Muertos, 2014). Por Lucas Berruezo para El Lugar de lo Fantástico (*)

“¡Oh Gertrudis, Gertrudis!, cuando vienen las desdichas, no vienen como exploradores aislados, sino en legiones”, le hace decir Shakespeare al personaje del Rey en Hamlet (Acto IV, Escena V), pero esta frase bien podría haberla dicho Micaela Dupuis, la protagonista de El fantasma del rosario, la primera novela publicada de Marisa Vicentini. En efecto, Micaela es una mujer que no la está pasando muy bien: su madre falleció por causa de una enfermedad que, tratada, podría haberse sobrellevado; su padre muere en un inexplicable accidente justo cuando, después de una vida de ausencias, regresa para iniciar una relación; y, lo peor de todo, su hijo muere también en ese mismo accidente. Todos, absolutamente todos, desaparecen del entorno de Micaela, dejándola sola y encerrada en sí misma, obligada (por una obstinada existencia que, incluso a pesar de su propia voluntad, se niega a cesar) a hacerle frente a una vida que, para ella, ya no tiene ningún valor. Por esto mismo, enterarse de que su padre, apenas un desconocido, le había dejado una fortuna, un auto de colección y una mansión en la ciudad de Vista Hermosa no significa nada para ella. Hacerse cargo de su herencia, mudarse a la nueva casa y comenzar con esta nueva vida es, para Micaela, más una impulso apático que una motivación personal.
Pero esta historia recién empieza. Si hay algo que tiene la vida (y la literatura es un fiel reflejo de eso) es que no importa qué tan mal nos esté yendo, siempre las cosas se pueden poner peor. Y, para Micaela, se ponen peor. Mucho peor. En la nueva casa, las circunstancias no son muy normales que digamos. Su vecino parece un loco, por la noche se escuchan ruidos extraños, como de portazos (aunque las puertas no se muevan), y, lo que es todavía más extraño, un rosario parece tener vida propia: aparece y desaparece, cambia de lugar, escogiendo un hueco en la escalera como su escondite preferido. Al principio, Micaela no hará más que ignorar todas estas manifestaciones, pero cuando las circunstancias empeoren (sí sí, siguen empeorando) deberá enfrentarlas. Con la ayuda de Axel, su ex novio que la había abandonado después de dejarla embarazada y que ahora vuelve con la intención de acompañarla, Micaela se propondrá descubrir qué hay detrás de lo extraño que la rodea. Y eventualmente descubrirá que detrás de las apariencias se esconde la maldad. Detrás de la vida, la muerte. Y con la muerte, los muertos.
El fantasma del rosario es una novela de fantasmas, posesiones, intriga y amor. Fundamentalmente de esto, de amor. No porque haya una historia romántica (que de algún modo la hay), sino porque somos testigos de la influencia que el amor ejerce sobre las personas. En cierta forma, Marisa Vicentini nos muestra cómo el amor es, al mismo tiempo, la mayor bendición y la peor de las maldiciones. Nos puede dar una razón para vivir de la misma forma que (con su ausencia) nos puede llevar al extremo de abandonar la vida aun antes de morir. Y esto es, justamente, lo que le pasa a Micaela y, por extensión, a nosotros  mismos, los lectores. A lo largo de la novela no nos mantendremos como testigos impávidos de las desventuras de Micaela, sino que sufriremos con ella hasta el punto de sentirnos sus compañeros, una débil compensación a sus desventuras.
Una buena novela de terror, con una ambientación interesante y una historia que logra mantenernos a la expectativa. Una opción pertinente para recordarnos que, en Argentina, también se escriben estas historias.