Alberto Ramponelli (Morón, 1950) integra Osario común. Summa de fantasía y horror
(Muerde Muertos, 2013) con el cuento “La estatuilla y la muerte”, donde una
estatuilla es el hilo conductor de un horrible crimen. Narrado al modo de una
crónica policial, el relato sigue las
pistas de un elemento que quizá sea el portador de la maldad.
OSARIO COMÚN
La summa de fantasía y horror está compuesta por diecisiete
autores contemporáneos que frecuentan la literatura de terror, con selección,
introducción y notas de Patricio Chaija, además de un epílogo de los hermanos
Carlos y José María Marcos. Integran el libro cuentos de Fabio Ferreras,
Mariana Enriquez, Pablo Schuff, Pablo Tolosa, Jorge Baradit, José María Marcos,
Walter Iannelli, Alejandra Zina, Claudia Cortalezzi, Ignacio Román González,
Gerardo Quiroga, Ricardo Giorno, Sebastián Chilano, Gustavo Nielsen, César Cruz
Ortega, Alberto Ramponelli y Emiliano Vuela.
Venta en Librerías: Galernas, Cúspide y Yenny
Venta directa: malpascal@yahoo.com.ar - Valor: $150.-
Alberto Ramponelli (Morón, 1950) lleva publicados los libros
de cuentos Desde el lado de allá
(1990), Una costumbre de Oceanía
(2006) y Gente rara (2011); las
novelas El último fuego (2001), Viene con la noche (2005) y Apuntes para una biografía (2009); y Esperando a los tártaros (2013), que
recopila narrativa breve, poesía y teatro. Dirigió la revista Otras puertas (1993-1997) y coordina
talleres literarios desde 1985. Resultó finalista del Premio Clarín de Novela
(1998) y recibió el Tercer Premio Municipal de Córdoba Luis de Tejada (2007).
El Fondo Nacional de las Artes (FNA) lo distinguió en Novela (1996 y 2008) y
Cuento (1998 y 2004), y lo seleccionó para integrar la Antología de Cuento 50º Aniversario del FNA (2008). Editorial Muerde Muertos lo incluyó en Osario común. Summa de fantasía y horror (2013) y luego editó su
obra Crónicas del mal, integrada por
casos policiales argentinos, donde el autor indaga en lo más oscuro del alma
para tratar de develar por qué un ser humano es capaz de transformarse en un
asesino.
—¿Qué escritores
reconocés entre tus influencias? ¿Qué libros en particular? ¿En qué sentido te
han marcado?
—No es fácil determinar las propias influencias. Prefiero
destacar a los escritores que he leído con particular interés, cercano, incluso
a la devoción. En primer lugar mi santísima trinidad: Borges, Kafka, Faulkner.
Y después Onetti, Cortázar, Bradbury, Rulfo, y más recientemente Saer, Bolaño,
Auster, McCarthy, y la lista podría extenderse. Agregaría también poetas como
Dylan Thomas, Vallejo y Juarroz. Libros, cualquiera de los autores que he
mencionado. Me marcaron, en primer término, como lector. Me abrieron mundos
insospechados. No nos olvidemos de la frase del gran sureño: un libro se abre y
un mundo comienza a bullir. La marca más importante como escritor: el rigor (o
el intento de rigor) y la búsqueda incansable.
—¿Qué obsesiones,
preocupaciones y problemáticas aparecen en tus textos?
—Quienes mejor podrían responder a esta pregunta son mis
lectores, especialmente en lo relacionado a obsesiones y problemáticas. En
cuanto a preocupaciones, sí puedo decir algo. Cuando estoy desarrollando un
texto, me preocupan las cuestiones formales, o sea algo así como el envase
donde le voy a ofrecer al lector mis obsesiones y problemáticas (que prefiero
no conocer, o al menos, no del todo, para seguir en la búsqueda). Trato de que
ese envase no sea siempre el mismo.
—¿Cómo nacen tus
historias? ¿Podés dar algún ejemplo?
—Nacen seguramente de mis obsesiones y problemáticas, y ahí
volvemos a la pregunta anterior y, como consecuencia, a la respuesta a esa
pregunta. Agrego, entonces, para evitar esa circularidad, que algunas de las
ideas (o atisbos de ideas) que en su momento vislumbré como puntos de partida
para un cuento, o incluso, una novela, nacieron de lecturas previas, no siempre
literarias. Ejemplos: leo sobre un antiguo rey griego y su equívoca
interpretación de un oráculo, y vislumbro la idea base para el cuento “El
sueño”; leo en un texto de Piglia sobre una curiosa costumbre de una tribu de
Oceanía, y de ahí nace el cuento “Una costumbre de Oceanía”. Y otro ejemplo,
mucho más a mano: mi relato “La estatuilla y la muerte”, que integra esta
antología, tiene su origen en una noticia que leí en un viejo diario de Buenos
Aires.
—¿Por qué te interesa
el horror y la fantasía como campo de expresión?
—Porque coincido con algo que dijo Steven Millhauser: “El
tipo de escritura que me gusta no convierte al mundo en algo extraño, sino que
restaura en el mundo la extrañeza que siempre estuvo allí”.