Profunda tristeza causó lo sorpresiva partida del
talentoso escritor Walter Iannelli (1962-2014), ocurrida el viernes 14 de marzo
en su ciudad de Morón. Desde Editorial Muerde Muertos acompañamos a
familiares y amigos en este momento de dolor y les brindamos nuestro
sentido pésame. Iannelli era escritor, docente y periodista cultural. Publicó Alguien está esperando (1996, cuentos), Sanpaku (2002, novela), Zumatra
y la mecánica de tu corpiño (2005, poesía) y Metano (2008, cuentos), entre otros títulos. Fue premiado en seis
oportunidades por el Fondo Nacional de las Artes de Argentina, que
también le otorgó la
Beca Nacional de Creación en 2008. En 2007 obtuvo el
2° Premio Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires a Novela editada bienio
2002/3. Su cuento “Metano” forma parte de Osario común. Summa de fantasía y
horror (Muerde Muertos, 2013). Agradecemos su ejemplo y su compromiso.
TE VAMOS A EXTRAÑAR, WALTER
Escribe: Patricio Chaija
Walter Iannelli es un grande. Así, en presente. Fue muy generoso con este joven autor cuando publiqué mi primer libro. Él no tenía referencias mías, y no le importó: me recibió en su vida como se recibe a un amigo, y eso sentimos que éramos, y cada vez que nos veíamos la amabilidad y la buena onda estaban presentes fortaleciendo el trato. Siempre me ofrecía ser su huésped, cada vez que se enteraba que viajaba a Buenos Aires. Él daba todo sin esperar nada. Tenía su sonrisa como carta de presentación, y era acompañada con un aire juguetón e infantil en la mirada. Se reía y desdeñaba el mote de “niño terrible” que acuñé una vez para definirlo.
Nos queda su obra para sentirlo presente, que es a lo máximo
que apunta un escritor: sus novelas, cuentos y poemas están ahí y podemos ir a
ellas cuando lo extrañemos. Desde las páginas impresas siempre vamos a oír su
voz incansable de contador de historias.
Se fue un amigo. Se fue un buen tipo. Se fue un talentoso
escritor. Se fue el padre de Martina y Catalina.
Nos quedan sus textos. Y lo que dejó en sus amigos, en sus
hijas, en las personas que lo abrazaron y charlaron con él.
La última vez que nos vimos me presentaste a Alberto Ramponelli
(“Rampo” para los amigos), y los tres charlamos sin detenernos durante más de cinco
horas. Hablamos de libros, de buenas y malas tramas, de prosas débiles y
escritores que había que releer. Te admiraba, y te lo dije cada vez que pude.
Incluirte en Osario común fue genial
para mí, porque el libro es una “reunión impresa de amigos”, como dijo un
autor. Y los convocados dialogarán por siempre entre las páginas de la summa.
Era una alegría pasar a visitarte por tu departamento.
Loco, te voy a extrañar. Me hubiera gustado hablar una vez
más con vos.