El cuento de Alejandra Zina —que integra Osario común. Summa de fantasía y horror
(Muerde Muertos, 2013)— fue publicado por el suplemento Verano 12, ilustrado por el dibujante Miguel Rep, el martes 21 de enero de 2014. Completo puede leerse AQUÍ
La autora narra también la génesis del relato.
EL CUENTO POR LA AUTORA
Por Alejandra Zina, Página/12
Todos los inviernos me agarro una gripe fuerte, la
diferencia fue que este año derivó en una neumonía y estuve casi dos meses sin
salir a la calle. Mi uniforme era un pijama azul con el elástico agrandado,
chinelas violetas y un pulóver rojo de lana que uso hace nueve años. Dentro de
esas telas sueltas no me daba cuenta de cuánto estaba bajando. Iba de la cocina
al escritorio, del escritorio al baño, del baño al living, pero enseguida me
cansaba o me daba sueño y volvía a la cama. Estaba rodeada de bollitos de
carilina, libros, vasos de agua a medio tomar, remedios, la bandeja con restos
del almuerzo, tazas vacías con rodajas hinchadas de jengibre, y la notebook
encima de las piernas donde seguía series y el mundo de los otros por Facebook.
Mi gato se subía a esa especie de campamento flotante que
era la cama, se sentaba en una esquina, erguido, dándome la espalda con su
indiferencia elegante. Parecía estar viendo más allá, con la frente alta y el
cuerpo en segundo plano, como un mascarón de proa, mientras yo iba atrás,
recostada sobre dos almohadas, cansada de toser, como una mujer del siglo XIX
que se agarra la peste en altamar.
Me dolía el pecho. Era un dolor nuevo, que no conocía. Cada
vez que giraba los hombros o hundía los dedos ahí donde me pinchaba, me venía
la imagen de mis pulmones como dos sandías mordisqueadas.
Poco tiempo antes de caer, la editorial Muerde Muertos me
invitó a participar del libro Osario común. Summa de fantasía y horror (que ahora acaba de salir). Aproveché los
días que me sentía mejor para probar una de las historias que me había contado
mi suegro de su época en la colimba.
Rolo, mi suegro, se crió en un pueblo de Tucumán que ya no
existe, entre el campo y la zafra, y cuando habla de la Marina lo hace con un
orgullo que avergüenza a sus hijos. Por un lado, su cabeza vuela a lo Salgari,
como si hubiese recorrido los siete mares arriba de un barco. Por el otro, es
un hombre de provincia que valora la disciplina, las jerarquías, la lealtad.
También es un gran contador de historias. Se toma su tiempo
para los detalles, hace pausas, se ríe con anticipación, va para un lado, para
otro, se detiene en algo que parece una boludez y que al final termina siendo
un elemento importantísimo. La del colimba suicida es una historia poderosa, llena
de tragedia y afecto.
Estar enferma tanto tiempo es como estar metida en un
domingo infinito o como vivir el Día de