En el prólogo de su nuevo libro Masas, pueblo, multitud en cine y televisión Mariano Mestman y
Suspendo la lectura de ese libro y salgo hacia a la presentación de iluSORIAS, de Alberto Laiseca. Es
increíble cómo se ordenan a veces algunos sucesos para que comprendamos ciertas
ideas. El libro es un claro ejemplo de la autonomía de la imagen, vale decir,
del poder de significar de lo visual, más allá del propio texto. Pero vayamos
por pasos.
Es una tarde nublada de sábado. Junio. Abulia. Por detrás de
las hojas de los árboles se recorta el monumental edificio de hormigón armado
donde se alza la
Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Tomo unas fotos. Me
impresiona un banco vacío en el patio y detrás suyo, el fondo de enredaderas de
hojas amarillas y rojizas. Tomo otra foto. De pasada veo al maestro Laiseca,
sentado en el bar ,
estudiando el cuento que va a narrar más tarde. Tomo una foto más. Está tan
concentrado que ni se da cuenta.
Me demoro en entrar. Es tan impresionante la arquitectura
que me quedo respirando el frío y mirando las terminaciones redondeadas, los
pasillos aéreos, vidriados, las ventanitas como ojos. Alguien me dice que
Clorindo Testa, su padre creador, le decía “el cuadrúpedo”, como si se tratara
de un ser vivo. Pienso que no existe un lugar mejor que un edifcio monstruoso
para presentar un libro de Laiseca. Tomo una foto más.
Salteo los saludos, encuentros, y presentaciones, que suelen
ser siempre lo mismo. Paso a la
mesa, luego del aplauso abultado y extendido que la platea le regala al maestro
Laiseca en su ingreso a la
sala. Lo acompaña su hija Julieta y los editores del libro: Carlos Marcos y Mica
Hernández.
Marcos cuenta el proyecto editorial desde el surgimiento de
la idea, tímida, hasta las anécdotas jugosísimas con algunos de los artistas
plásticos convocados. “Quisimos traducir cada capítulo de la novela Los sorias al lenguaje visual”, dice. A
esta altura hay que aclarar, por si alguno todavía no lo sabe, que este libro
es la versión ilustrada de la novela más larga de la literatura argentina: Los sorias, publicada por primera vez en
1998, por la editorial Simurg, que imprimió tan sólo 350 ejemplares de 1400
páginas. Hoy, en Mercado Libre, un ejemplar de esa primera edición se ofrece a
$2900, un dato. La novela fue reeditada por segunda y última vez en 2004, por
la editorial Gárgola y, obviamente, esta agotada.
Luego de la lectura de la extensa lista de artistas
plásticos que participaron del proyecto, entre los que se encuentran: Carlos
Regazzoni, Clorindo Testa, Juan Batlle Plana, Jorge Quien, Iñaki Echeverría, y
Juan Sáenz Valiente, entre otros tantos, Laiseca narra, con su estilo propio,
uno de los tantos cuentos de terror que sabe de memoria. El silencio que
generan las más de trecientas personas en la sala es otro dato.
Mientras escucho la historia miro las ilustraciones, las
fotos, las viñetas, los dibujos en todas las variantes estilísticas posibles,
las pinturas realistas, otras más abstractas, más o menos representativas del
capítulo en cuestión y vuelvo a pensar en la autonomía de las imágenes.
¿Estamos frente a una traducción? ¿Se trata más bien de una transposición? ¿Cómo
será leer la novela, capítulo a capítulo, cotejándola con este libro? ¿Qué
fenómeno extraño es esta obra? Le pregunto a Carlos Marcos si alguna vez se hizo un libro
similar y me dice que no, “no con estas características, tantos autores, tantos
estilos y puntos de vista”.
El libro, pienso, estalla todos los cánones. No es posible
comprender la historia de Los sorias
a partir de estas imágenes, si haberlo leído, pero a la vez tampoco se cuenta una
historia nueva, porque —aún en la diversidad de las interpretaciones que ofrece—iluSORIAS está contando Los sorias o,
más bien, una particular interpretación de cada capítulo de esa novela, por
cada artista. En ese sentido iluSORIAS
está íntimamente ligado a la
novela que le da origen y, por esta razón, le es tanto deudor, como homenaje.
IluSORIAS es la
forma en que la cultura argentina, y por qué no también sus márgenes, le
devuelven (*) Lunes 10 de junio de 2013.