Reseña de Beber en
rojo (Drácula), de Alberto Laiseca (Muerde Muertos , 2012),
por Juliano Ortiz para Culturamas (*)
Siempre es un juego asombroso asomarse a la literatura de Alberto Laiseca.
Un escritor que busca por todos los medios pararse sin contenerse en los campos
de la exageración y el desborde. ¿Su exageración es ficticia? Para nada, su
monstruosidad literaria se deja observar en los confines de la libertad, esa
extraña forma que usan los grandes autores y que deja un tendal de fervorosos
admiradores en el camino.
Beber en rojo
(Drácula) es la reescritura de este clásico universal donde los personajes
se sitúan en los ambientes de la casa Usher, aquel mítico escrito de Edgard
Allan Poe. Los elementos comunes a escritores y libros admirados no terminan
allí, Drácula es Laiseca, comparten gustos y obsesiones. Desde esos lugares,
ajenos y tan íntimos a la
vez, se sucede una historia que se puebla de citas y elementos comunes a la literatura de horror y que
coquetea con los giros del mejor erotismo y del misterio.
Laiseca homenajea a todos y cada uno de los referentes de la
literatura de terror y le hace un guiño a Borges en cuanto a intertextualidad
se refiere (un texto no es sino reescritura de otros textos y quizás de un
primer texto). De alguna manera el “hombre libro” que fue Borges y que lo
llevaba a plantearse no sólo escritura sobre temas precisos, sino escritura
sobre la literatura misma (auto reflexión) y sobre los escritores (imaginarios
y reales), es también una idea central en la obra de Laiseca.
Es imposible no pensar en el texto de Bram Stoker y hacer
infinitos y permanentes paralelos con el texto de Laiseca. Esta acción lúdica e
inconsciente permite vislumbrar otro texto, otra vuelta a una historia que, a
pesar de ser harto conocida, sirve como partida para realizar un diálogo
fructífero y singular, pervirtiendo y reinventando el texto original.
Con este monstruo (hablo de Laiseca, no del personaje
central del libro) es difícil ir a dormir. Su prosa, explícita en las
descripciones, extremada en su estilo, es de una vitalidad horrorosa que asusta
al lector primerizo. Hace suya la tesis de Jeffrey Cohen “El monstruo siempre
huye”, en su libro sobre teoría monstruosa. Y toda huida trae consigo la
inminencia de su posible regreso, pues el monstruo se vuelve imaginario, es el
reflejo del miedo en el ser humano, se esfuma, se vuelve inmaterial, solo para
regresar bajo una apariencia sorprendente.
Editorial
(*) Juliano Oscar Ortiz es escritor y
colabora con diversos medios de comunicación (Diario Democracia y revistas Sumacultural, Culturamas, Jaque, Alrededores y Crac! Magazine). Ha obtenido premios en cuento y poesía en varios concursos
literarios. Es especialista en Desarrollo Personal y Liderazgo.