Por Alejandra Zina
Anoche leí Los fantasmas siempre tienen hambre. El cuento que más miedo me dio es el de un hombre común y corriente. Un Hitler hogareño que tortura física y psicológicamente a su hijito obeso. Este ser abominable por donde se lo mire, nos hace apurar las páginas para verlo derrotado. Deseamos un único desenlace y el autor no nos defrauda. La justicia de la ficción es muy distinta a la justicia de Tribunales. Con el tiempo aprendimos que las historias de terror te dan el veneno y el antídoto a la vez: si los adultos son crueles, los niños son sobrevivientes.
José María Marcos ama el género y saborea los homenajes. En sus cuentos hay fantasmas, espíritus malignos, casas embrujadas y zombies. Todos ellos me parecieron criaturas nobles y hasta sentimentales, tipos con códigos. Los personajes realistas no. Un hombre que patea a mendigos, un nene que mata a su gato, un brutal oficial de la Bonaerense son otra clase de monstruos. Si me dan a elegir, me quedo con los fantasmas de José María. Con ellos voy a estar a salvo.