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Patricio Chaija, su alteza siniestrísima

Emerge rutilante dentro de la literatura de terror en español, la figura de este escritor argentino a través de Siniestro (Muerde Muertos, 2023) un compendio de 14 cuentos de la insania. Por Ricardo Rincón Huarota (Globedia, 2023) (*)


I. El niño que decidió ser escritor 


Cuando el escritor mexicano Carlos Fuentes era todavía menor de edad ––a los 15 años–– tomó una seria decisión: nunca conocer el aspecto físico de Borges. Fuentes, ávido lector desde la niñez y escritor en ciernes, había quedado conmocionado con la prosa del autor argentino por lo que desde esas tempranas mocedades decidió negarse a conocer la imagen corpórea del ser humano, del individuo, que había elevado a la literatura en castellano a niveles insospechados. De esa manera, consideraba el joven Fuentes, perduraría sólo en su mente, en estado puro, lo etéreo y sublime de esa narrativa superior.
Con la perspectiva de los años sabemos que Carlos Fuentes sí llegaría a conocer a Borges, incluso personalmente (de acuerdo con la mujer de éste, María Kodama, el trato no fue frecuente pero sí cordial) y podríamos tomarnos la licencia de suponer que alguna vez antes de su primer encuentro quizá lo haya visto por lo menos en fotografía.
Más allá de lo anecdótico de esta referencia quiero poner el énfasis en el punto de que existen escritores, incluso otros artistas y deportistas de las más diversas especialidades, que desde muy pequeños se fijan sólidas creencias y convicciones ––a veces excentricidades, como la de Fuentes–– en torno a la disciplina que quieren cultivar, además de plantearse metas definidas que pretenden alcanzar mediante su talento y férrea vocación.
Patricio Chaija (nacido en Paraguay en 1982, de padres argentinos, y hoy afincado en Bahía Blanca, Argentina) forma parte de ese selecto grupo de artistas que supo desde su etapa infantil que quería ser inventor de realidades mediante la palabra escrita. En su caso, las aguas bautismales de la literatura las recibió a los doce años, cuando escribió su primer cuento. Pero no fue un cuento cualquiera, de esos que un niño común podría plasmar en tinta y papel para narrar las aventuras con sus amiguitos del barrio o los detalles del fin de semana en la casa de los abuelos. 
No, el momento fundacional de su encuentro con las letras fue a través, nada más ni nada menos, que de un cuento de terror escrito en la soledad de su habitación. Al poner el punto final, el niño Patricio traspasó el umbral del dormitorio, deambuló por el pasillo a oscuras y, antes de llegar a la sala, hizo una pausa para dirigir a las sombras la siguiente sentencia: ahora soy parte de ustedes. Dentro del campo de la psicología esta fase, entre los 9 y los 12 años, es denominada como la “edad de Robinson”, una etapa de la vida en la que nace la atracción por aventurarse a solas en tierra ignota.
Hoy día, Chaija afirma con una seguridad tan sombría que espeluzna–– infiero que se lo repite una y otra vez como si fuera un mantra personal –– que el escritor que crea universos fantasmales siente que aporta un grado más de oscuridad al mundo. El caso es provocar escalofríos. 
Y esto es precisamente lo que Patricio ha venido haciendo dentro de su prolífica trayectoria literaria desde aquel lejano 26 de enero de 1995, de acuerdo con el propio escritor, día de su segundo nacimiento. Su precoz vocación fue ampliamente reconocida por su madre –– fallecida de manera prematura––, quien no sólo potenciaba el desarrollo del talento nato de su pequeño hijo, sino que lo impelía a seguir escribiendo cada vez más y mejor y que se preparara arduamente para que en un futuro llegara a convertirse en un supremo productor de ficciones fantásticas. Su progenitora no llegaría a verlo, pero Chaija, a fuerza de talento, creatividad y tesón, desde muy joven comenzó a publicar sus primeros manuscritos, todos ellos de corte fantástico, principalmente del género de terror. Además, es profesor en Letras por la Universidad Nacional del Sur, se ha hecho merecedor a distintas becas literarias y ha publicado cuentos y ensayos en diarios y revistas de Argentina. Al final de este texto se podrá encontrar un listado de sus publicaciones.

II. El Príncipe de la Insania
 
Conocí personalmente a Patricio en la Ciudad de México a finales de 2017. Nos habíamos citado para cenar en La Ópera, tradicional restaurante-bar ubicado en el Centro Histórico. En compañía de su novia, Chaija llegó puntual al encuentro y al ingresar a la cantina de inmediato sus ojos se desbordaron al observar el aire antiguo del diseño afrancesado del salón. Miraba deslumbrado la colosal barra de maderas preciosas, al tiempo que yo le indicaba dónde estaba el balazo que Pancho Villa había incrustado en la techumbre cuando en 1914, en plena Revolución Mexicana, entró eufórico a caballo al local. “Quizás en este momento ya esté confeccionando el argumento de un nuevo relato macabro”, pensé.
La interesante plática transcurría entre tequila, cerveza y platos de lengua de res a la veracruzana. La tertulia era atestiguada por un añejo recorte de periódico colgado en la pared, arriba de las cabezas de mis acompañantes, en el que aparecía la imagen de Carlos Fuentes junto con otros destacados comensales frecuentes de La Ópera. Llamaba mi atención la mirada serena y el rostro de gestos amables ––de adolescente perpetuo–– de Patricio. Una pizca de timidez asomaba en su voz y en sus rítmicos ademanes se adivinaba una persona en extrema quietud emocional. La corrección, el buen humor y la cortesía eran los signos característicos de sus comentarios, mismos que armonizaban con el trato caballeroso que le dispensaba a su novia. Esta descripción que hago del escritor quizá fuera innecesaria en una reseña de esta naturaleza, pero me parece menester mencionarla ya que horas después de nuestra cita esa bonhomía y ese sosiego que proyectaba me habrían de producir un estremecimiento.
Me explico: Chaija me había obsequiado un kit de sus libros publicados de entre los cuales iba el que hasta ese momento era el más reciente: Siniestro. Esa misma noche comencé su lectura y después de haber leído ¿4 o 5 cuentos?, respiré hondo, cerré el libro de golpe y apagué la lamparilla de buró. Me recosté y dije para mis adentros: “¿Cómo es posible que semejantes actos de brutalidad expresados a través de la literatura puedan surgir de la imaginación de este joven de apariencia gentil? ¿Qué extrañas cavilaciones fluyen dentro de su cerebro para diseñar esa serie de aberrantes ficciones? Tal pareciera que un ordenador y un teclado son para Chaija lo que una AK47 para un asesino serial con depresión psicótica, o lo que una navaja para un adolescente con el Síndrome de Automutilación. ¡Vaya que se tomó muy en serio sus propias palabras de que un escritor de terror debe “sentir que aporta un grado más de oscuridad al mundo!”. 
Que no se me malinterprete. De ninguna forma quiero insinuar que Patricio tenga doble personalidad al estilo de Dr. Jekyll and Mr. Hyde, o que sus relatos no queden circunscritos en el ámbito de lo meramente ficcional. Lo que deseo poner de manifiesto es que algunos escritores del género de terror que conozco, unos de forma genuina y otros por pose, generalmente son seres hieráticos, meditabundos y hoscos ––comportamientos que a veces permiten sondear con mayor rigor en los abismos de la psique humana––, lo cual contrasta de manera notable con el carácter abierto y expresivo del autor bahiense. De hecho, cuando en la presentación editorial de un libro de terror que él había compilado, en Buenos Aires, le preguntaron qué era para él lo siniestro, de forma hilarante contestó “para mí lo siniestro son las mujeres” y de allí surgió la idea de escribir Siniestro, obra en la cual los personajes centrales de los 14 cuentos son del sexo femenino. Para Chaija, escribir y leer sobre hombres le aburre ya que generalmente en la literatura son los de “armas tomar”, situación que produce clichés y estereotipos. Y para rematar, en otro desplante de sinceridad divertida, el mismo escritor nos dice: “Aunque me hago el malo y el oscuro, en el fondo soy un dulce de leche”. ¿Debemos creerle? Por mi propia seguridad, yo sí.
Bromas aparte, con anterioridad había leído diversos cuentos y fragmentos de novelas de Patricio pero ninguno era comparable con la saña descomunal y los arrebatos delirantes de los personajes de Siniestro. Odas a la repugnancia, asesinatos a mansalva, dolores autoinflingidos, castraciones, apariciones infernales, miedos, misterios y otras atrocidades configuran un catálogo de algunas de las más bajas pasiones humanas, al tiempo que nos revelan una radiografía, así sea parcial y subjetiva, de la oscuridad subyacente en lo que hemos dado en llamar el más allá. 
Agregaría otro personaje central que está presente en toda la obra: Bahía Blanca. Efectivamente, todas las tramas de Siniestro se desarrollan en la ciudad de residencia del autor, vehículo a través del cual logra que visibilicemos una urbe literaria que va de la opulencia a la desolación, de lo onírico a lo salvaje, de la alegría al desgarro y de la placidez al silencio más absoluto, a la realidad más terrible que un individuo pueda soportar. Todo aquello que, debiendo permanecer oculto, fue revelado: lo siniestro.
A continuación presento el análisis de tres de los cuentos que a mi juicio condensan el estilo literario de Chaija. La muestra nos revela, además de su particular técnica narrativa, la forma de cómo el autor interpreta lo fantástico, en cuyo imaginario hallan acomodo historias de corte sobrenatural y temas de actualidad referentes a problemáticas sociales, principalmente entre el sector juvenil. 

1) “El extraño caso de Alfonsina Santiesteban”

Joven, señor, caballero, déjeme formularle una pregunta: ¿aunque usted amara mucho a su novia estaría dispuesto a olisquear el asiento donde ella, minutos antes, había posado el culo? O más aún: ¿usted estaría dispuesto a lamer el asiento donde su novia, minutos antes, colocó el trasero? Quizá para usted esto resulte irrelevante y no tenga nada de extraordinario. Pero déjeme ir un poco más allá: ¿usted estaría dispuesto a realizar ese olfateo y ese lengüetazo en el asiento donde su novia, minutos antes, estuvo ahí sentada, a sabiendas de que ella tenía dos semanas de muerta y enterrada?
Así es como comienza, a tambor batiente, la narración. Es rarísimo encontrar un relato, especialmente dentro del género de terror, en el que desde el momento mismo de su arranque se manifieste la epifanía, recurso literario utilizado por un autor para, después de grandes dosis de tensión, revelar el asunto principal de la trama.
Generalmente, los escritores de terror van construyendo de a poco la historia procurando que los elementos sobrenaturales o extraños aparezcan sólidamente anclados en la realidad cotidiana con la intención de hacer vacilar al lector. En este caso, aunque en el primer tercio del cuento se desvela lo siniestro ––lo que debió permanecer oculto––, el interés del lector no mengua sino que lo invita a proseguir con la lectura. Bien pudo el autor dejar esos primeros párrafos como una microficción, que en sí misma hubiera resultado escalofriante. Sin embargo, Chaija se atreve y apuesta por el diseño de una estructura narrativa en la que el suspenso fuera el signo distintivo. Es decir, se crea un arco de tensión de principio a fin. 
Otro ángulo que me parece importante señalar de este cuento es que para quienes somos amantes del terror en la literatura, y en general para cualquier lector de ficción, existe algo que los académicos pomposamente nombran la suspensión voluntaria del descrédito, que en términos llanos significa que nos ponemos en las manos de los escritores para, por voluntad propia, dejarnos engañar, desesperar, cautivar, asombrar y guiar por los senderos insospechados de la imaginación creativa del autor. En este relato, Chaija de inmediato nos “mete a la canasta” a través de una imagen grotesca que si bien sabemos que sería impensable en la vida cotidiana, por lo irreal e incongruente, la pasamos por alto con tal de llegar hasta el final de la historia que es magistralmente desarrollada, amarrada y cerrada por el autor. 
Abro un paréntesis para comentar la gran coincidencia que hay entre esta escena literaria propuesta por Chaija ––en la que la novia regresa de ultratumba y reaparece en la mesa como estatua de carne putrefacta––, con otra de una reciente película argentina, Aterrados (2017), donde en un barrio bonaerense se sucede un extraño caso en el que un niño que murió atropellado retorna a su casa, como un maniquí, sentado a la mesa como acostumbraba antes de irse a la escuela. Asombrosa casualidad que ocurre simultáneamente ya que ambas obras, por vías distintas, aparecen el mismo año.

2) “Foto de perfil”

Chaija nos sorprende en este cuento por su cabal comprensión del panorama actual de la literatura orientada a los jóvenes y su fusión con los avances de la tecnología. En este contexto, teje una trama de terror en la que cruza por en medio el avasallante desarrollo tecnológico tan en boga entre los millennials en materia, por ejemplo, del uso de smartphones y tabletas con aplicaciones cada vez más sofisticadas y la utilización del internet y sus derivados como Google, Facebook y Twitter en un mundo mucho más complejo.
Como estrategia de mercadeo algunas editoriales instan a sus escritores a desarrollar temáticas que interesan a la sociedad moderna. En este sentido, promueven manuscritos orientados al sector juvenil con enfoques que pretenden darle identidad a los nóveles lectores a través de la tecnología. Sin embargo, la búsqueda de ese “sentido de modernidad” en la literatura para jóvenes, en ocasiones provoca que algunos escritores dejen al descubierto las “costuras” dentro del cuerpo del relato por insertar de manera forzosa, a veces obligatoria, ese toque moderno. 
Por el contrario, Chaija logra en esta historia un maridaje en el que conviven de manera armónica tanto el uso de las tecnologías como un atractivo cuento de terror que aborda además parte de la problemática por la que los millennials atraviesan hoy día al ser uno de los grupos sociales que, lamentablemente, padece mayor depresión, baja autoestima y altas tasas de suicidio, variables que quedan patentizadas en la crudeza de esta narración.
Cabe señalar que en el cuento “Nerina”, que cierra la colección, también se aborda la temática de la desorientación de los jóvenes y su propensión a la violencia derivada de maltratos familiares, obsesión por los videojuegos y de rencores no resueltos. Como en el resto de las narraciones, ésta tiene un buen armado estructural, pero lo que más destaca es la rudeza de su final inesperado. 

3) “Lo arácnido”

Encuentro en este relato una deuda literaria con Aura de Carlos Fuentes, sin menoscabo de la originalidad creativa que Chaija le aporta. El argumento: un joven escritor de cuentos de terror, Sebastián Maldonado, es enviado por su editor desde Buenos Aires a Bahía Blanca para “rescatar” de la parálisis literaria a un célebre pero ya avejentado narrador del género fantástico, Edgardo J. Balcarce. Su misión es buscar dentro de la amplísima biblioteca y de un vasto archivo de documentos ––entre los que hay infinidad de novelas inéditas o inconclusas del anfitrión–– algún material digno de ser publicado para sacar a Balcarce de su letargo y recuperar así su vigencia en el mundillo editorial. 
Como en la nouvelle de Fuentes, la contratación del especialista no es casual. Tenía que ser precisamente él, la persona destinada para realizar la encomienda. En el caso de Aura el personaje es un joven historiador, Felipe Montero, quien es empleado por la anciana señora Consuelo para ordenar y concluir las memorias de su difunto marido, el General Llorente.
En Lo arácnido, si bien el tema de la tarea de Sebastián dentro de la biblioteca es el resorte que propulsa a la historia, al mismo tiempo funciona como el paraguas que cobija a la narración en su conjunto ya que ésta, a la manera de las matrioshkas o muñecas rusas, contiene una serie de relatos internos ––fragmentos de algunas novelas archivadas por el viejo escritor–– que Chaija interpola con el propósito de que el joven bonaerense encuentre un posible final a algunos de los trabajos inconclusos de Balcarce, pero simultáneamente para que nosostros, los lectores, encaminemos nuestros pensamientos de incertidumbre y anticipación hacia lo que podría ocurrir como final del propio cuento.
En Aura también hay otras historias insertas aparentemente alejadas de la trama principal. Como en varios de sus cuentos y novelas, Fuentes hace irrumpir la realidad fantástica de la mano de la Historia de México; en este sentido, los folios que contienen las memorias inconclusas del General Llorente narran las vivencias de los personajes en el contexto de otra época: la del siglo XIX mexicano. Sin embargo, a medida que van siendo leídas por el historiador se nos van revelando las razones del porqué de su presencia en esa casa, al tiempo que nos comienzan a delinear el final de la nouvelle.
Interpreto que en su cuento, Chaija intenta llenar los “vacíos” que existen en Aura. Por ejemplo, que Montero nunca ha visto al criado que presta los servicios en la casa. En Lo arácnido, esa ausencia es ocupada por un mayordomo-chef; por otra parte, el jardín inexistente que Montero cree ver, en el cuento que nos ocupa se materializa, feraz y lujurioso de flores, e incluye a un jardinero experto en botánica. 
En otro orden, cuando Montero entra por primera vez a la deteriorada casa donde habitan Aura y su anciana tía Consuelo, pareciera que ingresa a otra dimensión donde nada es lo que parece. A semejanza de esto, Chaija nos introduce a la mansión en la que existe un espacio-tiempo donde puede suceder toda una gama de extrañas posibilidades. Son múltiples tiempos, no sólo uno, ya que durante su estancia allí el joven escritor experimenta una pérdida total del paso de las horas. Los espacios cobran vida, el jardín se expande y contrae a capricho, los senderos se bifurcan y multiplican de forma laberíntica y al interior de la casona las habitaciones mutan en número y forma.
La única manera en que Sebastián sabe que está plantado en la realidad, es cuando traspasa las fronteras de la residencia en compañía de la hija del anciano, quien le provoca pensamientos eróticos, para recrearse en algunos bares de la ciudad de Bahía Blanca. Tal y como sucede en la obra de Fuentes, donde un solo parpadeo de los bellísimos ojos verdes y seductores de Aura fue como una marea que arrastró a Montero para decidir quedarse en esa inmunda vivienda, el atractivo de la hija de Balcarce funge como gancho para que Sebastián haga llevadera su permanencia en ese palacete donde ocurren cosas inexplicables.
Otro rasgo del relato que manifiesta su impronta fuentesiana (debemos recordar que el autor mexicano gustaba de teorizar sobre su particular poética literaria dentro de la propia ficción), es que Chaija incluye en su cuento, en boca de los personajes, su muy personal manera de definir el proceso creativo de un escritor:
Una obra fantástica es una reunión de convenciones aceptadas entre autor y lector, un pacto siniestro; por eso no sorprende la idea del qué sino la implementación del cómo. Cada pequeña pista es una gema semienterrada con la que el observador atento puede tropezar o no, pero que deberá exhumar si no puede negar lo que vio (Siniestro, 2017, P. 117).
Para finalizar, considero que este cuento es un homenaje del autor para Aura y se convierte así en la versión argentina de la obra, sumándose de esa manera a una antigua tradición de adaptar la nouvelle de Fuentes a diferentes contextos y latitudes.

Reflexión final

Hablar de lo siniestro es necesariamente hablar del mal. Este libro retrata con crudeza la naturaleza del mal y al mismo tiempo nos ofrece algunas claves para comprender el porqué una persona puede ser orillada a convertirse en alguien monstruoso. En Siniestro, Chaija nos hace reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos como colectividad para el surgimiento de la maldad y de conductas reprobables, pero también nos plantea una pregunta y un desafío: ¿Tendremos la capacidad suficiente para evitar y resistir el mal?

Colofón 

Me gusta imaginar que hay noches en que Patricio enciende su computadora y por más que lo intenta no puede teclear absolutamente nada y el sueño acaba por vencerlo. De pronto, le tocan el hombro, una voz lo despierta y le susurra al oído: continúa, Patricio, recuerda la promesa que te hiciste desde niño, aún perteneces al mundo de las tinieblas. Sigue, Pato, tu máxima obra está por llegar. Yo lo sé. Despierta, observa estas sombras, regodéate en su luminosidad, sigue aportando tu grado de oscuridad al mundo. Continúa creando mundos fantásticos, todavía faltan por llenar los estantes de lejanas y recónditas bibliotecas con tus historias; tu obra maestra y el reconocimiento que mereces están por llegar; ya verás que pronto logras todos tus sueños y las metas que te has propuesto; ya verás que sí lo logras, Patito. Ya verás que sí.

Otras publicaciones del autor:

Siniestro, versión mexicana (Universidad Autónoma de Sinaloa, 2018)
Siniestro (Universidad Nacional del Sur, 2017)
Los familiares (La Otra Gemela, 2017)
Los señores de Xibalbá (La Otra Gemela, 2016)
La oscuridad que cayó sobre Tornquist (2015),
El pueblo de los ritos macabros (2015),
Osario común. Summa de fantasía y horror (Muerde Muertos, 2013) Compilador, AA
Nuestra Señora de Hiroshima (Simurg, 2012)
Pili (Simurg, 2010)
El libro de Fede (Ediciones de la Cultura, 2010)
El cazador de mariposas (Ediciones de la Cultura, 2009)


(*) DATOS DEL AUTOR. Ricardo Rincón Huarota. (Ciudad de México, 7 de noviembre de 1963). Arqueólogo especializado en religión prehispánica. Escritor. Ganador del Premio Nacional de Ensayo sobre la Huaxteca (2016), con la obra Presencia de Tlazoltéotl-Ixcuina en la Huaxteca prehispánica. Ha sido investigador en el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Desde julio de 2016 forma parte de la Enciclopedia de la Literatura en México. Entre 1998 y 2008 coordinó el Programa de Recorridos Turístico-Culturales de la Ciudad de México, del Gobierno del Distrito Federal. En 2009 incursionó como articulista en las revistas de gastronomía Soy Chef y Elgourmet.com. En esta última fue autor de la Columna Bicentenario (2010), que abordó temas de gastronomía y su vinculación con la Independencia y la Revolución. Su cuento “Calaveritas de azúcar” fue uno de los ganadores del Concurso Escribe un cuento de terror, convocado en 2012 por la editorial Random House y El Mecanismo del Miedo. En 2014 el jurado del Concurso Cuentos de Fútbol lo seleccionó como uno de los ganadores con el relato corto de terror “El campeón”, antologado en el libro Cuéntame un gol. Cuentos de fútbol (España, Verbum, 2014) A finales de 2014, el relato “Agua salada y tierra de panteón” fue publicado en la antología Necrópolia. Horror en Día de Muertos (Ed. independiente). Su interés por el patrimonio cultural de la Ciudad de México y la literatura fantástica lo motivó a escribir Dieciséis fantasmas. Cuentos de terror de las 16 delegaciones del Distrito Federal, coedición entre Rosa María Porrúa Ediciones (México, 2015) y Editorial Verbum (España, 2015). En 2021 apareció en Buenos Aires, Argentina, su libro Insepulto. Cuentos de terror a la mexicana, editado por Muerde Muertos.