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Un festín semántico

Reseña de El banquete de Tántalo (Muerde Muertos, 2021) | Por Javier Ismael Herrera @javierismaelherrera


El banquete de Tántalo es una obra casi alquímica donde Pablo Martínez Burkett usa sus dotes de chef y de escritor para lograr una obra equilibrada hasta el último bocado. Continúo con este festín semántico para ofrecer mi menú luego de lecturas atentas: como aperitivo, para los que son primerizos en este tipo de banquetes burkettanos, les recomiendo “El infortunio de Weskerkamp”. Es el que considero el más accesible a todo tipo de paladar. “Racimo de promesas” es un cuento donde nos da cátedra sobre cambios de narradores y trae aire fresco al género que trata. Es un buen primer plato. Como plato principal yo opté por “La última herejía”, porque soy fan de Philip K. Dick, y porque manejó esa gran historia de manera muy aguda, me llevó hasta las mismas puertas de Tannhäuser. Además tiene esa relación con la borgeana manera de ver a las palabras, una mirada muy cabalística, potente. Como postre mi opción fue “Fragmentos del Mesías Leproso”, a la manera de un baklava turco, un postre fuera de este mundo, como lo son todas las referencias al gran Bowie. En El banquete... hay horror folclórico, exorcismos que son mucho más que solo clichés, fotos que trastornarían a cualquier hijo de Adán. Historias donde el campo y la ciudad se funden en esa mística ancestral, que solo alguien que se crio en el fulgor de las leyendas autóctonas nos puede ofrecer con tanta lucidez, espanto y frescura. Los que seguimos la carrera de Pablo sabemos que es políglota, aunque a veces maneja tantos idiomas como alguno de los bibliotecarios de la biblioteca de Babel.